-Marta-dije con un hilo de voz.
La señora, con mucha paciencia alzo su mirada y la poso en mí. Una ligera sonrisa apareció en su rostro, mi vista estaba nublada, sentía que ya no podía mantenerme de pie. La pequeña que estaba en los columpios admiraba la escena con mucha curiosidad. Durante unos segundos, el silencio total era lo único que nos separaba.
- ¿Carol? - su voz salió débil, apagada.
Me abalancé sobre ella, envolviéndola en un gran abrazo. Sentí un calor invadir todo mi cuerpo, mientras sollozaba encima de su hombro y ella pasaba su mano por mi cabello, era justo como antes. Me alejé un poco de mi abuelita, la cual con su mano temblorosa limpió mis lágrimas y me dijo que mantuviera la calma, al parecer ella ya conocía la razón de nuestro encuentro.
Le hizo una seña a la niña y le indicó que fuera a jugar al lago. La joven pasó por mi lado, sonrió de oreja a oreja y se fue corriendo. Marta, me llevo a los columpios. Ambas tomamos asiento, yo aun sollozaba en silencio, tratando de mantener mi paz interior. Sentía su mirada, podía ver a través del rabillo del ojo que sus ojos verdes estaban posados en mí. Bajé la vista directo a mis manos las cuales estaban sucias y llenas de polvo. Pasaron unos minutos mientras ambas esperábamos encontrar las palabras para describir que era lo que estaba pasando, estaba decidida a hablar primero, pero ella me robó las palabras de la boca.
- ¿Donde esta ella, Carol?
Sabía exactamente a quien se refería, alcé la vista hacia el cielo, era un día soleado y el viento soplaba sin ganas las hojas de los árboles.
-No lo sé. Aún no sé cómo llegue aquí siquiera- la miré, tratando de encontrar algo en ella que me ayudara a confrontar todo lo que sentía.
-Con un portal- ella miraba al frente con una sonrisa en su rostro, mi abuela era sabia y conocía todos los trucos de Dixie.
- ¿Que?
-Dixie controla muchas cosas que hay dentro del diario, como el espacio tiempo. Por cierto, ¿Dónde lo dejaste? - me miró, su cara arrugada no dejaba de ser hermosa.
-Yo...ah- trataba de recordar, pero cada minuto que pasaba en ese parque, en ese mundo, sentía como si mi cerebro reprimiera los recuerdos del mundo mágico- Creo que lo dejé allá.
Mi abuela lanzó un largo suspiro, y sacó de uno de sus bolsillos un pequeño papel.
-Sé que estas asustada Carol, pero es importante recuperar el diario y llevarte de nuevo al presente.
-Espera un segundo, ¿al presente? - me había puesto de pie- ¿no es aquí donde estoy?
-7 años atrás del presente cielo. Ven aquí- me acerqué despacio al columpio donde estaba Marta. Ella me entregó el papel y lo leí para mí misma.
"Luchen esperando lo peor del enemigo, y no lo mejor de su equipo"
No sabía de qué me iba a servir eso, pero a lo mejor era algo importante así que me lo guardé en una de las bolsas de mi chaqueta. Mi abuelita se puso de pie también y ahora ambas caminábamos despacio por el parque. Un poco más lejos de donde estábamos, la pequeña jugaba con unos patos en el agua, dándoles un poco de comida. Tenía muchas cosas que contarle a la abuela, pero por el momento solo tenía que ponerla al día sobre todo lo que había sucedido dentro de su diario. Yo le explicaba cosas y ella me contaba otras, era una charla larga, pero entretenida. Quería parar el tiempo y tenerla conmigo por siempre, pero no podía, tenía que regresar con mamá y volver a hacer mi vida normal. Pregunté muchas cosas que fueron muy confusas para mí al inicio. Hoy por hoy siento que sigo perteneciendo al diario, que una parte de mi está ahí adentro y no puedo sacarla.
Estaban a punto de pelear, estábamos listos, pero ella atacó primero y no nos dio tiempo de reaccionar. Me habían preparado con armas y buenas vestimentas, pero- solté un largo suspiro, había terminado mi relato, por fin había puesto al día a mi abuela, la cual me había estado observando con atención.
- ¿Dónde estás ahora Carol? - esa pregunta me saco de mí misma durante unos segundos, era como si estuviera viendo la escena en tercera persona, fue un momento de incertidumbre y luego contesté con dudas.
-Estoy en el parque, 7 años atrás del presente- contesté de forma susurrante.
Mi abuela asintió con calma, puso una mano en mi hombro y de una forma muy seria me dijo:
-Tengo una manera de regresarte, pero vamos a necesitar el diario.
- ¿Lo tienes? - la miré emocionada.
-No, pero iremos a buscarlo- me sonrío y camino donde la niña.
Iba detrás de ellas, manteniendo un perfil bajo, me puse el gorro de mi chaqueta, y mantenía una distancia prudencial de la chica y mi abuela. Sabía a donde iban, ellas caminaban hacia mi casa. Ambas entraron, me quedé afuera a la espera de Marta, pero habían pasado unos minutos y no salían de la casa. Escuchaba la voz de mamá y papá, se escuchaban felices. Saqué el papel que me dio la abuela y lo inspeccioné con más cuidado, no había firmas, ni marcas, el papel parecía nuevo.

No tenía reloj, según yo. Habían pasado más de dos horas y mi cabeza aún no tenía espacio para procesar y digerir la información que trataba de darle. El ruido del interior de la casa se apagó y lo único que escuchaba era el sonido de la televisión. Estaba sentada, a la orilla de una de las aceras de la calle, aun con mi chaqueta. Los rasguños de mi brazo dolían, y ya no sentía mi mejilla. Hacía frio y tenía hambre, mucha hambre, me engañaba a mí misma al pensar que había comido algo en los últimos días, pero no era cierto. Solo había comido dos veces en el diario de la abuela, pero en ese lugar no sentía el dolor punzante en el estómago que indicaba el hambre, los últimos tres días y medio, lo único que mi estomago recibió fue una fea manzana que encontré en el bosque. Moría de hambre, y el olor a papas fritas de la tienda del frente me tentaba muchísimo, pero no traía dinero conmigo, o al menos no lo suficiente.