Ya se dejaban ver las primeras estrellas. Estaban encendiendo antorchas en la calle principal. Iba a comenzar el desfile.
Given había logrado escabullirse de su barco sin que lo viera Sebastián. Enterado de que tanto el chico como la tripulación ya habían tomado la decisión de quedarse a los festejos, decidió pasarla lo mejor posible…
Aquello era como una pesadilla. En el pequeño poblado se había reunido toda la gente a la que no quería ver:
Kienn .Seguramente andaba por allí pavoneándose junto a su nuevo amante….no quería ver eso… ¿qué tenía ese tipo que no tuviera él? Tal vez que le había propuesto una relación seria a Kienn, algo que él nunca había hecho….¡pero era Kienn el que no quería “nada profundo”!...en fin, eso ya no tenía importancia.
Sebastián. En primer lugar estaba claro que no tenía ningún interés en él, salvo el de viajar en su barco…Y seguramente estaba furioso por lo de Aswan…en otro momento a Given le hubiera encantado enfrentar la ira de Sebastián y argumentar hasta lograr que lo perdone, tal vez robarle un beso. Pero no hoy. Tal vez si le dolía perder a Kienn…
Las gemelas: seguro que andaban por la isla, si lo veían, iban a obligarlo a contarles todo lo que había pasado y él no tenía ganas de hablar…
Y si además estaba con ellas la abuela….seguro iba a regañarlo bastante.
Tampoco quería saber nada de sus hombres, testigos de todas sus equivocaciones. Sólo toleraba a Aswan a su lado, que no hablaba y que no lo juzgaba nunca.
Y en estos momentos se alegraba especialmente de tenerlo a su lado.
Se había metido en una sórdida taberna construida provisoriamente en la playa.
Había tomado bastante. No había parado de jugar (y ganar) desde el medio día. Sabía que ya era hora de detenerse y volver al barco pero…decidió hacer dos tiradas más. Entonces una mano pesada se posó en su hombro y una voz que no le era simpática para nada dijo:
- ¿Por qué tan triste capitán Given? ¿es cierto que se le terminó la suerte? En todos los puertos se habla de eso.
- ¿qué te parece, capitán Diogo? - respondió Given agitando el saco lleno de oro que había ganado frente a las narices de su interlocutor.
Varios ojos se clavaron en él con codicia, pero el tamaño y la facha de Aswan disuadían a los hombres de cualquier propósito deshonesto.
Diogo arrojó a un lado a un hombre flacucho que estaba sentado al lado de Given y ocupó su lugar. Nadie dijo nada.
Este Diogo era un hombre tan grande como Aswan, era violento y se decía que se dedicaba al tráfico de personas. Nunca le había ganado un juego a Given y esto no lo dejaba dormir en paz…
- ¿Hablaban de tu suerte en el amor, tal vez? - prosiguió Diogo riendo entre dientes.
Given lo miró de reojo y sin disimular su mal humor respondió:
- No se puede ganar en todo siempre.
Agitó los dados y tiró, sacó un 36 y ganó la partida. Se encogió de hombros y miró a Diogo, desafiante.
- Parece que Kienn cree que no somos lo suficientemente buenos para él…y tal vez tiene razón. - dijo Given, cambiando de tema, mientras recogía su ganancia.
Los ojos de Diogo resplandecieron de rabia.
Siempre había querido tener a Kienn, y este lo había rechazado una y otra vez…a Given por lo menos lo había aceptado por un tiempo…no se explicaba por qué un gusano como Given tenía tanta suerte mientras que a él todo le costaba tanto…por lo menos ahora estaban en la misma situación, despreciados por la misma persona…
- ¿Y qué? ¿Quieres probar suerte o no?- dijo Given sacudiendo el cubilete delante de su nariz.
-por qué no. - respondió el otro con una sonrisa siniestra, tal vez hoy era su día…
No muy lejos de allí, Manara y Namara acostadas en la arena a la orilla del mar, abrazadas, jugaban a “quien veía caer más estrellas”. El cielo iba poniéndose cada vez más oscuro.
Una vendedora de pescado había reconocido a la abuela de las chicas, famosa por su suerte e inmediatamente había extraído de entre sus ropas una bolsita con dados y había propuesto juego. Otras señoras de edad se habían aproximado, formándose un animado grupo de ancianas. Unas participaban y otras sólo miraban.
Al parecer todos los isleños eran aficionados a ls juegos de azar, observó Sebastián, que estaba sentado junto a la abuela Nanara. Se había propuesto tomar nota del resultado de cada tirada para comprobar la frecuencia con que ganaba cada señora…la suerte de la abuela Nanara era notable. ¿Perdería una vez en 100 realmente?
No pudo comprobarlo porque unos hombres se acercaron corriendo y llamándolo a los gritos.
- ¡señor Sebastián!¡señor Sebastián!
- Qué pasa…- respondió él. Se paró de un salto y fue hacia ellos, las gemelas hicieron lo mismo. Eran hombres de la tripulación de Given.
-¡Tiene que venir, rápido!¡el capitán Given se volvió loco…!- explicó uno sin aliento.
- está jugando a los dados con un hombre terrible ¡¡Y está perdiendo!!, ¡está a punto de apostar el barco!¡¡Tiene que detenerlo!!- dijo otro.
-¿Yo?
- A usted lo va a escuchar.
Las gemelas se miraron incrédulas, Namara se llevó las manos a la cabeza y maldijo.
Sebastián se quedó aturdido un par de segundos, pero enseguida reaccionó.
- ¡Vamos, rápido - dijo.
Todos corrieron hacia la taberna que indicaban los marinos.
Allí se encontraron con un espectáculo deplorable:
Given sentado en la oscuridad, con la sola compañía de Aswan, era la imagen de la derrota. Los brazos caídos a los lados, la cabeza gacha. Ni se percató de la llegada de ellos de lo borracho que estaba.
El primer impulso de Sebastián fue molerlo a golpes…por ebrio, por jugador, por mentiroso y por… ¡por todo!
Pero en cambio se arrodilló a su lado y lo sacudió un poco. No muy fuerte.
- Given… ¿qué hiciste?- dijo.
- Soy un idiota. Lo siento - respondió el capitán sin mirarlo - No pude detenerme, perdí todo…