Mis ojos veían con detenimiento casa uno de sus movimientos mientras ella tocaba la guitarra, en una melodía que si bien no recordaba mucho, la reconocía de algún lado.
—Uhmm, me prometiste revivir tu corazón de piedra, si yo te daba todo lo que quisieras. Que derritiera inviernos e inventara primaveras —susurró, con una sonrisa en los labios—. Que te alejara de todos tus problemas.
Hizo al ademán con la cabeza hacia mí, lo que entendí cómo invitación para cantar la estrofa que faltaba.
—Sinceramente sólo siento pánico en escena, y sostenerte la mirada me quema. —canté, con voz temblorosa. Ella sonrió—. Pero mejor ser arriesgado que un cobarde en pena, cruzar los dedos para ver si te suena.
Dicho esa última frase negué con la cabeza, haciéndole saber que no iba a cantar más, que lo siguiera haciendo ella.
—Es que al fin...si te casas con un loco, ohh, vas a ver que es la magia poco a poco. No podrás distinguir, entre besos y palabras...un te quiero no me alcanza, dame todo, dame todo y dí qué si.
Se puso de pie, aún tocando la melodía para comenzar a bailar, o lo que podía hacer, teniendo la guitarra colgada en su cuerpo.
—Y si bailamos, tan solo bailamos. Y si tus pies nuestra historia escribieran. Cómo si este fuese el final de un cuento, y nadie más en el mundo existieran.
—Al ritmo y paso que tú prefieras —me encontré diciendo, a la vez que tomaba su cara entre mis manos—. Voy a rogarle sin descanso al tiempo...que está canción dure mi vida entera. Que está canción dure mi vida entera...
Sus dedos dejaron de rozar las cuerdas de la guitarra, se alejo de mi para mover la correa y así pasarla a la zona de su espalda. Seguido de eso, volvió acercarse a mí para juntar nuestros labios una vez más.
Sus manos se enrroscaron en mi nuca, y una de las mías se posó en su cintura mientras que la otra se quedó en su mejilla. No supe en qué momento había pasado, pero su lengua se encontraba náufragando en cada rincón de mi boca.
Al cabo de unos segundos, nos separamos por falta de aire, y antes de que ella dijera algo, murmure.
—Es que al fin, si lo piensas no están loco, oh, dame todo, dame todo dí que si. —ambos sonreímos—. Prométeme una cosa. Si estás de nuevo en la punta del abismo, en la tormenta que te dirige a la oscuridad, dímelo. Y lo resolveremos juntos, ¿si?
Sus ojos se dilataron, la ví morder su labio inferior antes de asentir. La acerque a mi para hundirla en un abrazo.
—Yo no he vuelto a hacerlo...cuando...—dijo, bajito sobre mi hombro.
—Lo sé, cariño. No volverás a hacerlo, no al menos cuándo podemos detener la tormenta juntos. ¿Lo recuerdas? Somos uno, somos deseo...
—Algún día me llevaré tu suerte para mí, eh. —bromeó—, somos cariño y suerte. Y no le tenemos miedo a la muerte.
Sonreí.
Lo único que mi mente podría pensar en ese momento era ¿cómo una persona que desprendía felicidad y luz pudo llegar a ese límite? A simple vista Danna jamás demostraba todo lo que la atormentaba. Al contrario, siempre estaba sonriendo, disfrutando cada detalle de cada día. Supongo que son cosas que, por más que intentes comprender, solo una persona puede hacerlo. En este caso ella.
—¿Puedo preguntarte algo? —solté, de imprevisto, ella sonrió asintiendo— ¿Por esto es que no querías residenciarte?
Apretó sus labios formando una línea recta con ellos. Durante unos segundos pensé que no respondería, estuve a punto de decirle que no respondiera, al final, me atragante las palabras al escucharla.
—Mas que todo es mamá quién no quiso hacerlo —admitió, pasando un mechón de cabello tras su oreja—. Ella sabía que, de hacerlo, me perdería en algún momento. Adoro cada día en el que abro mis ojos una vez más. Disfruto todo lo que vivo cada día, las noches son las más difíciles, y es cuando todo mis progresos se van al carajo. Me encuentro nuevamente en punto de salida.
—Supongo que ella sólo quería lo mejor para ti...
No me gustó para nada la mirada que me lanzó después de decir aquello.
—Pues ha comenzado a hacerlo muy tarde. El daño ya está hecho, no hay nada que pueda hacer para remediarlo. —argumentó con dureza. Suspiró— En la universidad, soy la chica que no le importa nada, que vive la vida sin importarle las consecuencias, pero cuando estoy en mi casa, me ahogan los recuerdos, el dolor me ciega, me agobia, me cuesta ver el después. Y solo quiero dejar de sentir miedo cada noche...
—¿Por qué sentirías miedo?
Quizás preguntarle esto es algo que podría ser difícil de explicar para ella. Pero solo quiero entenderla. Conseguir todas las herramientas necesarias para que vuelva a ser todo lo que un día fue.
Nadie merecer vivir en las sombras solo por el miedo.
—El miedo limita —es su respuesta—. Él jamás me ha limitado de vivir porque yo no lo he permitido. Sin embargo...el miedo ha sido una mierda conmigo. Muchos dicen que cuando lo sentimos, es porque nos percibe que algo va a salir mal. En mi caso, jamás he sentido miedo cuando hago eso...siento que estoy sobreviviendo solo por no lograrlo, siento que ya no estoy viviendo.
Está vez, me he quedado sin palabras. No estoy sorprendido, ni decepcionado, es un sentimiento nuevo para mí, el cuál no termino de experimentar por completo. Las únicas veces en las que he experimentado miedo fue hace unas horas, al no tener noticias de ella. Sentía que faltaba una parte de mi, una extremidad. Pero lo cierto era que no había perdido nada, todo estaba en su lugar, solo que me hice creer que había perdido algo.
—¿Puedo pedirte algo? —me miró— Cuándo sientas que el miedo está acabando contigo, no sientas temor, porque lo dejaras entrar en ti y vivir allí.
—¿Crees que dejarás de sobrevivir?
—Creo que pronto lo estaré.
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Editado: 08.05.2023