Cameron
Tres años han pasado, y aún no logró olvidar la razón por lo que todo se fue a la mierda. Y ahora esto... tiene una jodida hermana. Pero ese no es el núcleo de la cuestión, sino la de problemas y beneficios que traerá esa chica al estar aquí; en la ciudad donde todo comenzó, pero no terminó, porque estoy dispuesto a hacer todo lo que esté en mi mano para recuperar mi pasado y ella será la ayuda que necesito para lograrlo.
Las palmeras de Los Ángeles resplandecen bajo el ardiente sol que se alza por encima de nuestras cabezas. Mis gafas de aviador me protegen de el mientras voy conduciendo mi Cadillac blanco. En el asiento del copiloto se encuentra mi hermana, Poppy. Su voz me acribilla la cabeza con las mismas preguntas desde que le mencioné mi encuentro con los hermanos Anderson.
Es muy evidente su interés aún por el imbécil de Oliver. Han pasado tres años y no logra superarlo. Debe de follar realmente bien el muy hijo de puta como para cambiar su sexualidad de la noche a la mañana. No obstante esto cambió después de que él la dejará por otra. Poppy es bisexual, y nunca ha tenido vergüenza o miedo de gritarle al mundo como se siente al respecto. Nunca le había gustado un hombre en su vida, hasta que conoció a Oliver, y se olvidó de los coños y consoladores para estrenarse con una polla de carne y hueso. Un cambio radical que nos dejó a todos con la boca abierta, incluida mi madre, la cual pensó que Poppy no tenía remedio. (Mi madre nunca ha apoyado a Poppy con respecto a su sexualidad ) Luego de que Oliver se fuera esta volvió a sus viejas andanzas como la chica Bi de L.A y no saben cuánto me alegro de ello. No soporto verla con ese imbécil que tiró todo al caño por otra y miren como terminó, sin nada.
—¿Cómo es su hermana? — la pregunta capta toda mi atención.
¿Cómo es?
Es preciosa y sexy a más no poder. Ese aire de seguridad que se carga es lo que más me pone, además de esos tatuajes que adornan su hermosa piel bronceada. Aún tengo el olor a melocotones que desprendía su pelo impregnado en mi camiseta. Y sus ojos son de otro planeta, de un verde olivo como las aceitunas, que te hipnotizan con tan solo una mirada, es toda una ninfa de ojos verdes y curvas espectaculares. Es puro fuego y no cabe duda de que quiero arden en él.
—No se parece en nada a Oliver. — me limito a decir porque se lo que pasaría si le llego a dar más detalles.
—¿Eso quiere decir que es fea? — frunce el ceño como si se cuestionase así misma haber hecho esa estúpida pregunta.
—Que sea diferente no quiere decir que sea fea, al contrario tiene una belleza... — muestro una sonrisa siniestra antes de describir tanta hermosura y sensualidad. — Exótica.
— Así que exótica, eh? — sonríe socarrona. — ¿Por qué no sueltas ya el chisme con todo y lujo de detalles, Cam?
Resoplo con pesadez. Odio cuando se pone así de intensa, es como un maldito grano en el culo, no para hasta sacarte todos los detalles, así sea el más insignificante.
—¿Es morena o rubia? — insiste, pero me hago el sueco. — Espera, ya se. Tiene el pelo de colores igual que yo.
—¿Por qué mejor no cierras el pico y me ahorras tener que escucharte durante todo el camino?
—Lo tengo!! - une sus dedos del medio y pulgar y los hace sonar con una sonrisa en su rostro. — Es Albina.
Esto es increíble.
La dejo hablando sola durante todo el trayecto hasta llegar a casa de mis padres. Odio venir aquí, pero no me queda más remedio que estacionar el coche en el garaje y salir de el al igual que Poppy, que no se calla y me pone cada vez más nervioso. Nos encaminamos hacia la entrada de la casa. No hace falta tocar porque esta se abre dejando ver a mi madre con un vestido azul marino y el pelo perfectamente recogido en un moño sobre la cabeza, tan impecable como siempre. Poppy entra sin saludar, estoy tentado a hacer lo mismo, pero mi madre me agarra del brazo y me estrecha contra ella. Dejo escapar el aire que no sabía que estaba conteniendo y le devuelvo el abrazo.
— Bienvenido a casa, cariño. — dice sin ninguna emoción en su voz, como si estuviera obligada a decir esas simples palabras.
Echo un vistazo a toda la estancia. Mis padres son personas adineradas y con clase como ellos dicen. Así que no es de esperar menos que vivan en una casa tan lujosa. Desde que entro lo primero que veo son las escaleras que nos dirigen a los baños y habitaciones mientras en la parte de abajo está la sala, la cocina y la terraza. Me encamino hacia el comedor donde se encuentran mi hermana y mi padre sentados. Este último se levanta cuando me ve entrar y me estrecha entre sus brazos.
— Me alegro mucho de que hayas venido, Cameron. — le devuelvo el abrazo antes de separarme de él y sentarme enfrente de mi hermana.
Cada vez que vengo a este lugar salgo echando chispas o vuelto loco. No se respira tranquilidad ni mucho menos paz. Hasta ahora todo parece ir en orden.
—¿Cómo están los abuelos? — pregunta Poppy.
—Mejor que todos nosotros. — las carcajadas de mi hermana llaman la atención de mi madre quien se adentra en la estancia con una fuente llena de ensalada César, mi favorita. Cuando la deja en el centro de la mesa estiro mi brazo y me sirvo un poco en el plato. Su mirada no tarda en escanear la tinta sobre mi piel con desaprobación.
—Dios mío! ¿Qué te hecho yo para merecer esto? — dice mirando el techo.
Mi hermana voltea los ojos y se empieza a servir de mala gana. Yo trato de tragar todo lo más rápido posible para salir de aquí en cuanto antes.
—He estado pensando en qué quiero hacer estas vacaciones, y creo que me vendría bien irme a Inglaterra con los abuelos.— comenta Poppy con la boca llena, lo cual hace que mi madre la mire mal.
—Me parece perfecto. — le responde mi padre.
El no juzga a Poppy, pero tampoco es que la aprecie tanto. Mi madre lo controla a su antojo y el muy pendejo la obedece en todo como un maldito perro faldero.