Sujeto 23061

Capitulo SEIS

El domingo y el resto de la otra semana lo pasé en mi apartamento escribiendo la noticia. Axel no me llevó al sitio de la explosión o a Synapse o la CUI en todo ese tiempo, sin embargo, a veces venía y se sentaba mientras yo escribía. Axel sacaba un libro, casi siempre diferente al del día anterior, y se quedaba en silencio, de vez en cuando sugiriéndome que agregara o quitara algo.

Casi siempre tenía que irse antes de la cena, ya que ese rato lo pasaba con Adelaide. Axel me había dicho que ella era una Serum como él—claro está— así que no tuve que preguntar demasiado de su personalidad. Axel me contó que era bastante callada y tímida. Busqué en sus palabras algún tipo de calidez, alguna señal de que empezaba a quererla, pero solo oí declaraciones planas y concisas. Tal vez por eso salía tanto con ella. Para empezar a crear un ambiente romántico entre ellos. Y yo respetaba totalmente eso. Tal vez, con el tiempo, tuvieran la misma dinámica que Larissa y Bru. O tal vez no, ya que el temperamento Serum difería bastante del temperamento Sterin y Estrus. Todo el tema de Axel y Adelaide me hacía pensar en Willen, en cómo nos desenvolveríamos juntos. Al principio había creído que la química entre los emparejados se mostraría al instante, pero me equivoqué. Era algo a lo que había que acostumbrarse. Me pregunté, también, cómo funcionaba antes, cuando uno mismo tenía que elegir a su pareja. ¿Esa química se presentaba al instante o también se tenían que acostumbrar?

Avancé bastante en la noticia y me sumergí en ella también. Tanto que cuando cerraba los ojos, lo único que veía era titulares y ese tipo de cosas. Solo fue hasta el lunes después de mi productiva semana, que empecé a hastiarme de eso.

Casi no salía de mi apartamento ya, sino que pedía a domicilio o esperaba la comida que Axel compraba. En lo que me sobraba de tiempo libre—casi siempre tarde en la noche—me disponía a hacer un curso de lo que fuera. Hice uno de mecánica, primeros auxilios y cocina italiana, a pesar de que no tuviera tiempo para practicarlos como se debía.

La tarde del lunes, cuando dieron las cinco en punto, decidí que no podía aguantarlo más. Hacia bastante que no salía a correr, así que pensé que ese sería un buen momento para recuperar la costumbre. Me puse mi ropa de ejercicio y salí, agradecida por el cambio de ambiente.

Al principio me limité a lo que ya conocía, las calles paralelas en las que vivía y las cuadras donde estaba Synapse y la CUI. Di un par de vueltas por ellas hasta que también me cansé de ver ambos edificios. Mientras corría por una de las calles más alejadas a mi apartamento, vi una intersección en la que no me había fijado antes y noté que dirigía a una calle menos residencial. Según había oído, si tomaba esa calle derecho, pasaría por un barrio más popular de Sterin pero saldría casi de inmediato a un supermercado. Estaba bastante sudada, no me haría mal un cambio de ruta y si de paso podía comprarme una botella de agua sería un ganar-ganar.

Me encogí de hombros y troté en esa dirección. Noté el cambio de ambiente casi al instante. Las personas no se quedaban en dentro de sus apartamentos, sino que se hallaban en las escaleras de estos. Algunos jóvenes utilizaban la calle como estadio de basquetbol o de futbol. Algunos hombres de alrededor de cuarenta años se hallaban jugando juegos estridentes de mesa en las aceras, bloqueándome el paso. Casi no vi mujeres cerca.

No bajé la vista al suelo mientras corría, sino que permanecí atenta a la gente a mi alrededor. También absorbí cada detalle de lo que hacían. En Erlogen, no veía este tipo de lugares. Tal vez era la diferencia de Kaste.

Algunos hombres de cuarenta años desviaron sus miradas de lo que hacían para mirarme por mucho rato. No de la fría forma evaluativa de Axel, sino de una forma perversa y enferma. Uno de ellos murmuró algo y todos los otros que estaban a su alrededor se rieron. Cuando pasé por el lado del grupo, pude oír un trozo de su conversación.

—Alguien llámela, solo mírala…sigue tan fresca como una flor—apreté el paso, con miedo a que estuvieran hablando de mí, a pesar de que sabía que era así.

—No, qué asco, es una Amin—Dijo otro— ¿Qué no oíste que vino de Erlogen para documentar la explosión?

— ¿Qué importa su Kaste?—Dijo uno más joven.

—Los Amin son todos unos niñitos estúpidos y sosos, no tienen la mitad del cerebro de los Sterin—Respondió el segundo.

— ¿Crees que le estoy mirando el cerebro?—dejó salir una risa que solo pude catalogar como asquerosa.

—Puede que sea divertido—el menor se lamio los labios, justo al tiempo en el que terminé de pasar por el lado de ellos. Dejé salir un suspiro de alivio. Había sido mala idea venir por aquí. Ahora me concentraría en llegar al supermercado y conseguir a alguien que me llevara a casa. Ni loca volvería a pasar por aquí.



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En el texto hay: distopia, romance

Editado: 21.09.2020

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