En un campo abierto bañado por la luz del sol, Neil se prepara para una sesión intensiva de entrenamiento junto a su padre, Rhozor-Jhei, Neil está listo para dominar sus habilidades. Rhozor-Jhei se para frente a él con una mirada seria pero alentadora.
Con un gesto de su mano, Rhozor-Jhei indica a Neil que se prepare. Neil cierra los ojos, respira profundamente y canaliza su energía interna, concentrándose en su objetivo. De repente, su cuerpo se tensa, y en un destello de movimiento, Neil desaparece de la vista.
A medida que Neil corre a través del campo a una velocidad increíble, su padre lo observa con orgullo desde la distancia. Rhozor-Jhei le indica a su hijo que mantenga el ritmo y se enfoque en su respiración.
Neil se mueve con gracia y determinación, esquivando árboles y obstáculos con facilidad mientras sus músculos se esfuerzan al límite. A pesar del cansancio que comienza a acumularse, Neil continúa avanzando, impulsado por la determinación de superar sus límites y alcanzar nuevas alturas.
Después de horas de entrenamiento agotador, Neil finalmente se detiene, jadeando y sudando, pero con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Rhozor-Jhei se acerca a él con una expresión de orgullo y lo felicita por su desempeño.
Con cada sesión de entrenamiento, Neil se acerca más a dominar sus habilidades de súper velocidad.
Neil regresa a su casa, deja la esfera en su cuarto, se baña y se alista, pues van a ir al supermercado, Neil baja las escaleras ya listo, se encuentra con sus padres, los cuales ya están listos y van al supermercado, una vez dentro. Neil caminaba por los pasillos del supermercado junto a sus padres, Juan y Martina. El bullicio navideño llenaba el aire, con luces brillantes y música festiva. Mientras recorrían los estantes, Neil iba tachando los elementos de la lista: un pavo jugoso, frutas frescas, chocolates y detalles para la familia de Luciana, que iba a cenar con ellos en navidad. Martina se detenía ocasionalmente para comparar precios, mientras que Juan llevaba el carro y hacía bromas para mantener el ánimo alto. Entre risas y charlas, elegían con cuidado cada artículo, conscientes de que sería una cena especial para celebrar en familia. La emoción de la Navidad se palpaba en el aire. Era una tarde de compras que, aunque agitada, estaba llena de amor y anticipación para la celebración que se avecinaba.
Después de pagar regresarían a casa, bajarían las cosas del auto y muchas de ellas las pondrían a refrigerar, y otras las dejaban medio listas para la nochebuena, después de prepara todo Martina subiría a hacerle un regalo a su hijo, ella entraba a su habitación y se sentó frente a su máquina de coser con determinación, el café y los toques amarillos de tela extendidos sobre la mesa. Con manos expertas, comenzó a cortar y coser, dando forma al disfraz de superhéroe para su único hijo, Neil. Cada puntada era un acto de amor, cada detalle cuidadosamente planeado para hacer realidad el sueño de su pequeño.
El emblema de la "S" tomaba forma en el torso del traje, el contraste entre el café y el amarillo brillaba con cada movimiento de la aguja. Con delicadeza, añadió la capa amarilla, imaginando cómo se vería Neil volando por los cielos con ella.
Una vez terminado, Martina admiró su obra con orgullo, sintiendo que había capturado la esencia de la valentía y la imaginación en cada costura. Con cuidado, envolvió el disfraz en papel brillante, añadiendo un lazo rojo para dar el toque final.
Al ver el regalo envuelto bajo el árbol de Navidad, Martina sabía que la sonrisa de Neil al abrirlo sería el mejor regalo que podría recibir. Era un símbolo de su amor incondicional.
Mientras tanto por otro lado Pyrrothor descubrió que cerca del pueblo hay una pieza más, este va en persona, En la oscuridad de un lugar abandonado, donde el silencio se mezclaba con el polvo y la ruina, Pyrrothor emergió como una sombra maligna. Su presencia era como un eco de la oscuridad misma, un ser cuyo poder rivalizaba con los más temibles villanos de la historia.
Con pasos pesados y determinados, Pyrrothor avanzó hacia el centro del lugar, donde se custodiaba una pieza crucial para la creación de la "crisis del caos" que lo convertiría en el amo absoluto del mundo. Sus ojos brillaban con una malicia indescriptible, sus poderes combinaban la astucia y la invencibilidad, una mezcla letal que hacía temblar incluso a los más valientes.
Sin vacilar, Pyrrothor desató su furia sobre los guardianes del lugar. Con un gesto de su mano, lanzó ondas de energía que despedazaron todo a su paso. Los gritos de los guardianes resonaron en la oscuridad mientras eran abrumados por el poder despiadado de Pyrrothor.
La masacre fue rápida y despiadada. Los cuerpos de los guardianes yacían esparcidos por el suelo, testigos mudos del terror que acababa de desencadenarse. Pyrrothor se alzó entre los escombros, su risa retumbando en las paredes desmoronadas mientras se apoderaba de la pieza que necesitaba para completar su plan diabólico.
Con un gesto triunfante, Pyrrothor desapareció en las sombras, dejando atrás un rastro de destrucción y muerte. La masacre había sido solo el principio de su reinado de terror, un aviso sombrío para aquellos que osaran desafiar su poder.