Por desgracia, su sonrisa se borró en el momento en el que entró en el departamento y se fijó en la persona sentada en su sofá.
Su primera intención fue devolverse desde la puerta sin decir palabra y desaparecer de allí por al menos una semana. La segunda, por supuesto, fue gritar, gritar mucho, enojarse hasta ponerse roja y explotar contra todos. La tercera fue esperar hasta la madrugada y cometer un silencioso homicidio.
Por supuesto no hizo ninguna de esas cosas.
Cerró la puerta de golpe, provocando que la mirada atónita de todos los presentes se posara sobre ella. Allí, sentados en su salón y riendo con cervezas en las manos como si todo fuera muy normal, se encontraban su madre, su hermana, la rata de Patrick y ¡Oh sorpresa! Ian, el honorable señor que pretendía convertirse en su padrastro en algún momento.
Sunny no intentó disimular su gesto de asco.
—¿Qué hace él aquí? —inquirió, mirando a todos menos a la razón de su gastritis— ¿Por qué lo dejaste entrar, Patrick?
Vivi se puso de pie de inmediato, intentando no deshacer su sonrisa perfecta. Porque claro, cuando tomabas la delicada decisión de acostarte y hacer tu esposo a un hombre veinte años menor debías ser fabulosa en todo momento.
—Susu, que bueno que llegaste, te estábamos esperando.
—¿Qué hace Ian aquí, mamá? —insistió.
—Vino de visita, nos extrañabamos.
Las palabras de su madre, aunadas a la sonrisa de Ian le provocaron unas náuseas muy reales. ¿Alguno de los dos intentaba observarse o escucharse desde afuera para notar que tan desagradables eran? Encima el tipo era malísimo actor, solo Vivi y su cerebro lleno de Botox y una que otra droga de diseñador podía creerle que de verdad la extrañaba.
Si había viajado hasta allá para encontrarse con su madre, ella tenía que haberlo obligado o el imbécil estaba huyendo de la muerte, mínimo.
—¿Lo dejaste corto de efectivo o algo y tuvo que venir a buscar su mesada?
—Sunny, no seas grosera con Ian — Por supuesto Susan la salvadora tenía que aparecer a salvar el día con sus salvadoras palabras.
Sunny suspiró. Apenas acababa de llegar y ya estaba harta de todo.
—No seré grosera si se larga.
—¿Se te olvidó que este departamento es de mamá, no…?
—¡Ay, ya cierra la boca, Susan, por Dios! —La interrumpió perdiendo la paciencia — ¿No te cansas de escuchar tu propia voz todo el tiempo?
—Ya no peleen más —intervino Ian, por primera vez en la conversación.
A Sunny no le sorprendió que él se quedara callado durante casi toda la conversación, porque era lo que solía hacer siempre, dejar que fuera Vivi quien lo defendiera. Una frase o dos al final, que lo hicieran parecer sabio y maduro (cosas que nunca sería) y ¡Zaz! Ella quedaba como una loca egoísta y odiosa (cosas que en realidad siempre había sido).
»Sunny tiene razón, me puedo ir a un hotel —agregó, poniéndose de pie con su actitud de falso mediador.
—Claro que no, te quedarás aquí, eres parte de la familia —sentenció Vivi, antes de girarse hacia ella, cruzándose de brazos de forma que pretendía ser amenazante—. Creo que es momento de que te acostumbres, Sunny.
Sunny sintió ganas de vomitar. ¿Parte de la familia? Ni de broma, ellas tres ni siquiera terminaban de llegar a esa categoría, si Ian entraba en la ecuación no hacía más que restarles puntos.
Miró de su madre a Susan y de esta al canalla de Patrick que ni siquiera tuvo la cortesía de escribirle para que pudiera prepararse ante la sorpresa. ¿Aquello era en serio?
—Perfecto, entonces. Elígelo a él, como siempre. Me largo de aquí. Tengan bonitas vacaciones.
Se dio la vuelta para volver hasta la puerta, pero su madre la tomó por el brazo ante la mirada atenta de todos los presentes.
—¿Dónde vas, Sunny? No seas inmadura y ven a sentarte con nosotros, te estuvimos esperando —Vivi empleó ese tono serio que no utilizaba casi nunca. Esa voz de “soy tu madre, aunque no parezca, y harás lo que yo diga”—. Vinimos hasta aquí para pasar tiempo contigo y desde que llegamos no has hecho otra cosa que buscar excusas para no estar en casa.
—Yo no les pedí que vinieran. Tengo cosas que hacer, clases, un trabajo que me vi obligada a aceptar porque dejaste de darme dinero y no puedo reclamarte nada así que no me reclames a mí por no tener tiempo para perderlo contigo, Susan y este imbécil mientras jugamos a la familia feliz.
» Volveré cuando se larguen, si no es que también me dejas sin un lugar dónde vivir.
Terminó de apartarse de Vivi y salió del departamento sin importarle el estruendo de la puerta. Por lo general odiaba el sonido de las puertas cerrándose de golpe, pero en esa ocasión ese era el menor de sus problemas.
El mayor de sus problemas era, y lo supo en el momento en el que volvió a meterse en su auto y se encerró en él, qué haría ahora. La idea de dormir dentro del vehículo no habría sido un problema si no se tratara de un deportivo en el que no había forma posible de ponerse cómoda.
Maldijo en voz alta y dejó caer la cabeza contra el volante. ¿Cuántas opciones tenía? Si revisaba sus bolsillos confirmaría que no muchas. En los últimos días sus finanzas no se encontraban en su mejor momento y si a eso le sumaba el viaje que acababa de tener y su estúpida necesidad de cubrir sus propios gastos y los de su bebé la habían dejado peligrosamente cerca de la quiebra. Tal vez más tarde se decidiera a olvidar el orgullo y pasarle a Kristal una factura, pero mientras tanto lo más lujoso que podía pagarse era un espacio en algún callejón con un vagabundo sobre un colchón infestado de chinches.