Sunny

TREINTA

Pat🖤: ¿Cómo te va en tu fin de semana, sol?

Pat🖤: Esta tarde fui a la playa.

Pat🖤: Tú obviamente te perdiste de la experiencia. ¿Quieres una foto?

Sunny lanzó un vistazo a su teléfono y los mensajes de Pat, pero ni siquiera se molestó en desbloquear el aparato. Estaba demasiado ocupada ignorando a Frank y a su historia e intentando que sus intenciones no fueran evidentes. Tomar el teléfono sería como gritarle en la cara “Hey, anciano, no me importa lo que dices”.

Además de que, claro, no quería contarle a su mejor amigo como la estaba pasando, porque todo era un asco.

—… Entonces Jen tiró la jeringa por la ventana y papá enloqueció, te imaginarás, fue un desastre —su padre hizo una pausa para darle una mordida a su pizza—. Y se fue de casa, no volvió más hasta el año pasado…

Sunny volvió a perderse en sus pensamientos. ¿Por qué había pensado que aquel viaje sería una buena idea? Miró a la chica junto a ella, Andrea. ¿Cuánto podría tener, 26, 27? Frank estaba a meses de los cincuenta y tres, pero al parecer eso no lo detenía de acostarse con jovencitas. ¡Santo Dios! Ian debía parecer un anciano frente a la chica.

Cuando Frank y Vivi se conocieron, ella apenas había cumplido veintiuno y él ya pasaba los treinta. Su madre le contó un millón de veces como se había embriagado con unas amigas de la compañía de teatro y terminó en un local de mala muerte tatuándose una estrella en la cadera; decía que ese tatuaje había sido su segunda peor decisión, justo detrás de la idea de irse a vivir con él pocos meses después.

Sunny comenzaba a pensar que tenía razón.

Su celular empezó a vibrar entre sus manos, no le sorprendió ver que era una llamada de Patrick, la rechazó y volvió a mirar a su padre que esta vez estaba acariciándole una pierna a Andrea de una forma que le provocó náuseas. Desvió la mirada hacia la pizza sobre la pequeña mesa mugrienta, y suspiró con desagrado.

Si Vivi llegara a aquel lugar le daría un ataque antes de atravesar la entrada. Y Susan no tocaría nada, pero allí estaba ella, sentada en el salón de su padre e intentando masticar la peor pizza que había probado jamás, que además también tuvo que pagar, porque Frank había “olvidado” que no tenía efectivo.

—Y dime, Sunny, cielo, ¿Cómo está tu madre? ¿Ya dejó de ser tan presuntuosa?

Sunny lo miró reír con la boca llena de pizza antes de darle un trago a su cerveza y sintió pena por él al tiempo que aquel comentario le molestó más de lo que podría explicar. Porque claro, tal vez Vivi era insufrible a veces y un poquito presuntuosa tal vez, pero Frank no tenía derecho a decir nada al respecto. Él era un cerdo y nadie se metía en ello.

—¿Tu dejaste de ser un idiota? —contraatacó.

Su padre comenzó a reír. El pobre creía saber lo que era el sentido del humor y, además, poseerlo.

— ¿Ves lo que te dije, bebé? Ahí donde la ves, Sunny es idéntica a su madre —Se carcajeó. Y Sunny se sorprendió pensando que no recordaba que fuera un sonido tan desagradable— ¿Y ese chico con el que salías… Peter, creo, siguen juntos?

—Se llama Patrick, Frank y sé que te importa una mierda y lo olvidarás en diez minutos, pero nunca salimos.

—Pero te gustaba —replicó su padre con otra carcajada y Sunny comenzó a evaluar en serio la posibilidad de marcharse—. Me lo contaste esa vez cuando fuimos a acampar.

Sunny enarcó una ceja.

—¿Estás borracho? Yo nunca fui a acampar contigo.

Su padre pareció pensarlo unos segundos.

—Susan, debió ser ella. ¿Sale con él?

Sunny puso los ojos en blanco y suspiró.

—No, papá, Susan vive en Boston y es patético que continúes confundiéndonos —miró su reloj intentando inventarse alguna excusa para deshacerse de su padre, si volvía a verlo deslizar la mano por el borde de la falda de la chica, vomitaría en medio del salón— ¿No crees que es algo tarde?

—¿Qué? Pero si no terminé de contarte la historia de la tía Jen —se quejó Frank

—Me la puedes contar mañana.

—Bueno, podemos ir a desayunar antes de que tengas que tomar tu vuelo, a unas esquinas de aquí hay un lugar muy bueno, a Andrea le encanta, ¿Verdad, bebé?

Mientras la chica asentía, Sunny se preguntó si alguna vez hacía algo más que asentir, sonreír y tener tan mal gusto en ropa y hombres, así evitó ponerle más atención a su padre diciendo “bebé” por enésima vez. También evitó pensar que a ella le tocaría pagar ese desayuno, ya ni le importaba, lo único que quería era que desalojaran el mugroso sofá para intentar dormir.

Media hora después, tras ponerse su pijama y meterse en el sofá con una sábana que olía a humedad, Sunny se dio cuenta de que en realidad no tenía sueño; sí estaba cansada, pero de Frank y de sus historias. Se preguntó por qué no fue capaz de verlo hasta ese momento, por qué no hizo caso cuando todos le decían que era un idiota.

No era que ella tuviera mucha experiencia con Frank, realmente, para cuando su madre se había enterado de que estaba embarazada, ellos ni siquiera estaban viviendo juntos y durante toda su vida Sunny habría podido contar las veces que lo había visto, si quisiera. Frank era un tipo libre, no estaba hecho para tener familia ni para durar mucho tiempo en ningún lugar, mucho menos con una mujer.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 04.10.2024

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