CUARENTA Y DOS

Sunny se miró en el retrovisor de su auto y se arregló el labial. No tenía idea de por qué se esforzaba tanto, pero se había enfocado mucho en su aspecto aquel día. Miró su reloj. Faltaban diez minutos para su reunión con Callie Sharman, alias la mamá de Venus, y por alguna razón quería hacerlo bien; por eso se vistió como alguien con futuro y se esforzó con su cabello y su maquillaje por primera vez desde su entrevista con Kat Taylor.

Igual no creía que producirse hiciera alguna diferencia, se trataba de un trabajo en el Exploratorium, no de administrar un banco y posiblemente pasara todo el tiempo allí con camisetas y ridículos pantalones caquis, pero era importante para ella impresionar a la mujer y conseguir el empleo.

El fin de semana sería la fiesta de disfraces de Vivi y algo en ella quería tener qué presumir. Su trabajo en casa de los Taylor no fue de lo más destacable y aunque trabajar como guía en el Exploratorium tampoco era un honor, al menos estaría más cerca de algo presumible.

Volvió a mirarse el labial y salió del auto. Siete minutos eran suficientes para estar frente a la puerta de la señora Sharman a las dos en punto. Siendo honesta, el que hubiera vuelto a su apellido de soltera y no fuera la señora Berrycloth le facilitaba mucho las cosas porque una parte inexplicable de ella no podía evitar arrugar la cara cada vez que lo pronunciaba.

En la recepción había una chica que parecía demasiado entusiasmada para ser apenas las dos de la tarde y le indicó que Callie estaba esperando por ella mientras le regalaba una pegatina para su auto. Sunny aceptó más por deshacerse de la muchacha que por otra cosa.

Caminó hasta la oficina que le habían indicado, encontrarla no fue muy difícil ya que tenía el nombre de Callie Sharman en la puerta. Se sorprendió al darse cuenta de que no estaba tan nerviosa como en su entrevista con la señora Taylor, lo cual era tonto, pero en su defensa, ella no sabía que Kat Taylor no podía darse el lujo de rechazarla el día que la entrevistó.

Tocó la puerta. Una voz al otro lado le indicó que pasara y así lo hizo.

Al fondo de la oficina, sentada tras un escritorio blanco, estaba la mujer que suponía era la madre de Venus, miraba fijamente unos papeles que tenía en las manos, pero levantó la vista cuando Sunny carraspeó y le dedicó una sonrisa demasiado parecida a la de su hija. De hecho, la señora Sharman y Venus eran muy parecidas, tal vez porque la madre parecía mucho más joven de lo que debía ser, o porque parecía demasiado amable, igual que su amiga.

—Hola, tú debes ser Sunny —exclamó, mirando su reloj—, y estás dos minutos antes, me gustas.

Sunny le devolvió la sonrisa. Definitivamente era igual a Venus.

» Toma asiento, querida, no estés nerviosa —La mujer dejó los papeles sobre el escritorio y se estiró en su asiento, cruzando las piernas— ¿Quieres algo de tomar? Tengo té, café, creo que hay jugo de naranja —le dedicó una sonrisa malévola y se llevó una mano a la boca como si fuera a decirle un secreto—. También tengo una botella de bourbon por ahí, si gustas.

Ella negó.

—Gracias, estoy bien, señora Sharman...

—¡Ay cielo, no me llames así! Soy Callie para todos; los hombres se espantan cuando escuchan el “señora”.

Vaya, la demencia definitivamente era de familia. Y ella debía estar aún más loca, que le agradaba la señ... Callie.

—Venus me ha hablado mucho de ti, dice que eres estudiante de arte.

—Así es —murmuró, no se le ocurría nada más que decir.

—Me encanta. Yo estudié Arte también, mi madre dijo que me moriría de hambre, pero no fue así ¿Y sabes por qué? —hizo una breve pausa en la que Sunny se quedó en silencio— Porque me casé con un hombre rico, claro. Y luego obtuve este empleo y me esforcé y toda la cosa cursi, pero bueno...

» ¿Tú tienes algún hombre rico en tu radar, Sunny?

Ella se vio obligada a contener la risa. Lo más cercano a un hombre rico que conocía era cuando Patrick se ponía espléndido y compraba aceite de oliva premium, pero no le explicaría eso a Callie Sharman, así que negó con la cabeza.

—Supongo que tendré que colocar un anuncio en internet antes de graduarme.

La señora Sharman soltó una carcajada.

—Tienes sentido del humor, Sunny Wilson, me agradas. Igual lo del hombre rico era broma, mi marido me dejó por una mujer doce años más joven y se fue con ella al caribe —dijo con una mueca—. Vivo a la espera de que algo exótico y mortal le muerda una pierna y muera desangrado, pero la vida no nos da las cosas tan fáciles, Sunny, por eso tenemos que esforzarnos por lo que deseamos; en mi caso sería viajar hasta Aruba y apuñalarlo a la orilla de la playa, pero no haré eso porque no hay shampoo con olor a melocotón en prisión. Ya ves.

Sunny volvió a asentir.

» En fin, tengo un puesto de guía disponible, tal vez no te parezca suficiente; la mitad de la gente que trabaja aquí está terminando la escuela o iniciando la universidad, pero si eres buena te prometo un ascenso antes de que tengas ese diploma en tus manos, que no es tanto tiempo, según lo que veo —murmuró, alargando el cuello y mirando los papeles.

Solo entonces Sunny notó que se trataba del currículo que Venus le había obligado a enviarle la noche anterior.