Sunny

CUARENTA Y SIETE

Eran cerca de las tres de la mañana cuando Sunny comenzó a sentir las consecuencias de haber dejado la cena sin tocar sobre la mesa. El estómago comenzó a gruñirle y por unos momentos ella deseó poder evitarlo. Estaba envuelta entre los brazos de Max, como había estado por las últimas horas y el calor que desprendía su cuerpo se sentía lo suficientemente bien como para ser adictivo.

Sin embargo, sabía muy bien que el hambre no la dejaría dormir si no iba a la cocina por algo, lo que fuera, que calmara a su panza. Así que como pudo se levantó de la cama, cuidando que Max no se despertara, aunque él parecía bastante sumido en sus sueños.

Tomó sus pantuflas y salió de la habitación cerrando la puerta con demasiado cuidado. Los pasillos de la casa de Vivi continuaban iluminados, aunque la luz era tenue y provenía de puntos específicos en las paredes, le ayudó a Sunny a caminar por ellos sin tropezarse con nada que fuera capaz de despertar a todos.

Ella sabía que en esa ala de la casa solo estaban las habitaciones de Max y Patrick, que eran los invitados. La habitación de su madre, la de su hermana e incluso la suya, estaban en otra dirección así que tan pronto dobló el pasillo, Sunny se sintió con libertad de caminar sin miedo de hacer ruido.

La cocina estaba parcialmente a oscuras, pero la luz era suficiente para que ella pudiera acercarse al refrigerador. Sabía muy bien que oculto en un rincón, encontraría el pastel de zanahorias de su madre, que amaba aquel postre con locura, aunque luego se mataba a dos horas de ejercicio por cada rebanada que se atrevía a comer. Ella no tenía las mismas preocupaciones que Vivi, así que tomó un pedazo bastante grande al tiempo que encontraba también la caja de leche, dejó ambas cosas en la encimera y se giró hacia la alacena en busca de un vaso para servirse.

Pero pegó un salto al ver la sombra que ocupaba el lugar más apartado de la mesa del comedor y por un momento agradeció no tener nada en las manos, porque de ser así se le habrían deslizado, causando un desastre. Necesitó un par de segundos y más de dos respiraciones profundas para darse cuenta de que se trataba de Ian.

Él extendió la mano desde donde se encontraba y la luz se encendió, dejando que Sunny pudiera ver cada rincón del lugar.

—Siento asustarte —murmuró él, sonriéndole—, estoy revisando algunas órdenes para la fiesta de mañana.

Ella se quedó en silencio un par de segundos, y solo entonces se fijó en el montón de papeles que había sobre la mesa. ¿Cómo diablos podía hacerlo con las luces apagadas? Sacudió la cabeza, eso no le importaba, bien si Ian quería nadar en ácido.

—Si, bueno, da igual. Yo ya me iba.

Tomó el vaso y sirvió la leche. Lo que menos quería era tener alguna conversación con Ian. Cuando se giró, él estaba enarcando una ceja.

—Puedes sentarte, hay espacio —señaló—. De hecho, me gustaría hablar contigo.

Sunny negó con la cabeza. Ella no necesitaba ni quería hablar con él.

» Seré breve.

—Oye, Ian, no sé si puedes notar lo mucho que me estoy esforzando por no mandarte al diablo, en serio estoy intentando sobrellevar estos días sin pelear con nadie así que facilítamelo, por favor.

Él no pareció ni un poco sorprendido por sus palabras.

—Podemos gritarnos entre nosotros si eso te hace sentir mejor, nadie nos escucharía, pero tenemos que hablar.

Sunny soltó un suspiro de hastío.

—¿Qué es lo que quieres hablar? —gruño, cruzándose de brazos. Era increíble como Ian podía hacer que se le quitara el hambre en un instante.

El hombre frente a ella, el atrevido que pretendía convertirse en su padrastro, respiró profundo y se irguió en su asiento, ignorando el que ella hubiera rechazado su invitación a sentarse.

—Oye, Sunny, me queda muy claro que no te agrado, ¿sí?

Esta vez fue el turno de Sunny de enarcar la ceja.

—¿En serio? Eres un observador…

—Pero —continuó como si no la escuchara—, me casaré con tu madre en algún momento y me gustaría que dejáramos algunas cosas claras antes.

Sunny puso los ojos en blanco.

—Es gracioso que esto me haga pensar en Juego de Gemelas.

Una vez más, Ian fingió no escucharla.

—Quiero a Viv, Sunny, y ella me quiere a mí, y no sé qué hacer para que estés bien con eso.

—Estoy bien con eso, ¿lo están las desnudistas con las que te acuestas casualmente? ¿O esos clubs de apuestas donde debes tanto dinero? —inquirió, cada vez se le hacía más difícil mantener se calmada.

Por primera vez durante aquella conversación, Ian pareció dudar.

—Yo… Yo ya no hago esas cosas. Pude haber sido un promiscuo en algún momento de mi vida, pero no soy un infiel. Y también he dejado de jugar, voy a terapia para eso… No tienes idea de lo mucho que Viv me ha ayudado.

Sunny quiso preguntarle si Vivi estaba pagando la terapia, pero tuvo el primer gesto de cortesía con Ian porque el pobre tipo le daba algo de pena y se mordió la lengua.

» Solo quería que supieras eso. A tu madre le haría muy feliz que nos lleváramos bien.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 04.10.2024

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