Olivia
Si alguien me hubiese dicho que hoy estaría sentada en el capó de mi auto, con el corazón roto porque la persona que consideraba el amor de mi vida me había dejado y que estaría siendo consolada por el futbolista más importante actualmente, juro que no me lo habría creído.
Pero aquí estaba, con el corazón partido, sintiendo como se me congelaba el cuerpo por el frío de la noche y mirando los autos pasar a velocidades nada apropiadas para las calles de un barrio privado.
Y él... él estaba ahí, tiritando de frío y con el cabello desordenado, pero estaba a mi lado a pesar de no conocerme.
—¿No tienes cosas más importantes que hacer? —pregunté mirándolo de reojo y volviendo a fijar mi mirada en cualquier otro lugar lejano a él.
—¿A parte de ir a casa y encerrarme en mi habitación a ver alguna serie sin sentido en Netflix o dormir hasta la hora del entreno? —preguntó él esta vez y yo me voltee para observarlo— La verdad es que no, no tengo otra cosa más importante que hacer.
Afirmé con mi cabeza y dejé escapar un suspiro antes de cruzar mis brazos y fijar nuevamente mi atención en la calle y en los autos que circulaban por ella.
—Hay que ser muy estúpido para tomar una decisión así. —me volví hacia él y lo vi cruzar sus brazos— Mira que no te conozco de nada, pero por lo que te escuché decirle, asumo que eres ese tipo de chica que todo hombre quiere a su lado. —reí.
—Pues al parecer el no. —contesté e instintivamente bajé mi mirada cuando mis ojos comenzaron a picar de nuevo.
—Él es un pelotudo.
—Un pelotudo que no me quiere.
—Escucha em... ¿cuál es tu nombre?
—Olivia... Olivia Ramírez.
—Bien, Oli Ramírez ¿por qué una chica como vos, linda e hincha de uno de los clubes más grandes de Argentina llora por un jugador de un club que no ha podido ganar ninguno de los últimos siete partidos que ha jugado? —no supe si era por la expresión de su rostro o por su forma de hablar, pero me fue inevitable reír cuando lo oí decir aquello.
—No lo sé. Supongo que no puedo evitar ser ridícula algunas veces.
—Yo creo que deberías cerrarle la boca de una sola vez. —a diferencia de hace un par de segundos, su expresión ya no lucía divertida. Esta vez se notaba que hablaba en serio.
—Debería, pero no sé de qué modo podría hacerlo. —dije y él se acercó un poco más hacia mí.
—Haciendo que se trague sus propias palabras. —lo miré siendo casi incapaz de entender lo que decía y él sonrió antes de proceder a explicarme— Deberías demostrarle que es él quien no está a tu nivel.
De inmediato, toda la conversación que tuve con Tomás llegó a mi mente y me golpeó como un balde de agua helada. Su voz diciéndome que yo no estaba a su nivel hizo eco en mi cabeza y yo me obligué a no llorar, al menos no de nuevo frente a Luca.
—No puedo, no se me ocurre una manera de hacerlo. —dije en voz baja, intentando que no se notara que estaba a punto de llorar.
—Ya se te ocurrirá una manera, por lo que te escuché decir, está claro que no eres alguien que se deje pisotear por otros.
—Que ironía, como si él no me hubiese pasado mil veces por encima hace un rato.
—Ánimo Oli, la vida es muy corta para que la estés desperdiciando en llorar por un tipo que no sabe patear una pelota.
Reí por su comentario y pasamos las siguientes dos horas en silencio, observando todo a nuestro alrededor, sintiendo como el frío nos causaba escalofríos e intercambiando miradas de vez en cuando.
Por un momento decidí olvidar por completo el hecho de que él era, quizás, el miembro más importante del equipo, que estaba en la mira de varios clubes de Europa, que tenía millones de seguidores en su instagram, que había miles y miles de chicas adolescentes y jóvenes que le escribían fanfics, le hacían edits en tiktok, que muchas se imaginaban una vida a su lado. Simplemente decidí dejar de pensar en él como el futbolista de renombre que era y decidí verlo como un chico más, simplemente decidí disfrutar de su compañía en silencio.
Cuando me di cuenta de que ya era demasiado tarde, me despedí de él no sin antes agradecerle por aquel lindo gesto que había tenido al soportarme durante más de tres horas y me fui del lugar.
No quería volver a casa, no porque quisiera evitar a mi familia, sino porque sabía que no sería capaz de aguantarme las ganas de llorar cuando ellos me preguntaran por qué había vuelto tan tarde. Así que cuando me encontré con el primer semáforo en rojo, le escribí un mensaje a mi madre diciéndole que la había pasado muy bien en el clásico, pero que pasaría la noche en casa de Jasmín.
Intenté contactarme con ella para decirle que necesitaría que me de hospedaje esa noche, pero no recibí ninguna respuesta de su parte. Era obvio, eran casi las cuatro y media de la madrugada, nadie estaría despierto a tal hora, nadie a excepción de Marcos, quien respondió al instante mis mensajes y se ofreció a dejarme pasar lo que restaba de la noche en su casa.
—No sé si me sorprende más que Tomás haya terminado contigo de esa manera o que Luca Godoy te haya ofrecido su pecho para que llores. Me parece lo más irreal del universo ¿estás segura de que no te fumaste maría luego del partido? —negué varias veces con mi cabeza mientras me dedicaba a buscar algo interesante en la sección de recomendaciones de netflix.