Supernova

[02]

           Escuché las pisadas del diablo antes de que pudiera llegar a mi habitación, y llegando a taparme la cabeza con la frazada en el mismo momento que la puerta se abrió, gruñí al sentir el impacto de Morgan caer sobre mí. Su boca se había acercado lo suficiente para ensordecerme al hablar:

—¡Dijo papá que podía levantarte! —chilló, en mi cabeza pasando las mil y un opciones de mutilar a mi hermoso papá. Los dedos fríos de ella llegaron a traspasar el límite de la frazada y encontrando mi cuello, por instinto empezando a removerme tanto que terminó deslizándose de la cama—. ¡Vamos! ¡Ya son las nueve!

Terminé con la cabeza debajo de la almohada mientras que ella se iba, reconsiderando cuánto cariño le tenía a esa criatura para no perseguirla por toda la casa. Tanteé por mi mesa de luz en busca de mi celular, arriesgando abrir uno de los ojos para confirmar la hora que mi hermana había dicho y refunfuñar al levantarme antes de caer dormida de vuelta.

Con cuidado de no tropezar con nada en mi habitación ni rodar la escalera, pude ver a mi hermana todavía en su pijama desayunando en la sala mientras que miraba la televisión. Le soplé la oreja para molestarla, ella casi dándome un manotazo, y seguí de largo para la cocina donde papá estaba tomando su café.

Se rio de mí cuando lo miré con odio.

—¿No podías haber venido tú a despertarme?

—Hubiera caído con un balde de agua, así que en cierto lado fui amable contigo.

Sin cambiar mi rostro, me acerqué a la alacena para armarme el desayuno. Tratando de no tirar ningún cereal fuera del bol, fregué mis ojos con mi mano sobrante. Un sábado a la mañana no era la hora a la que estaba acostumbrada a despertarme, usualmente no abría los ojos hasta que fuera hora del almuerzo más o menos. Ese era un único día donde tenía que llevar a mi hermana a cumplir sus caprichos, y como lo había prometido, iba a cumplir mi palabra. No antes que mis papás me prometieran a cambio prestarme el auto cuando yo quisiera después.

Guardando todo lo que había usado para preparar mi bol de leche con cereales, caminé hacia la sala, donde un lugar vacío en el sillón me esperaba al lado Morgan que tomaba su chocolate caliente con galletas.

Con la mínima decencia de poder poner lo que yo quisiera mirar, mis ojos viajaron en busca del control remoto. No me sorprendí al verlo bajo uno de los pies de mi hermana, que con el dedo gordo iba cambiando los canales.

Llevando una cucharada de mi desayuno a mi boca, me crucé de piernas.

—No dejas de sorprenderme.

Ella se rio, con el vaso todo chocolatoso contra su boca.

—Es que soy única, claramente.

Mi hermana y yo compartíamos el mismo carácter, era en lo único que éramos parecidas. Después, aparentemente yo fui el carbón mientras que ella era el diamante. Rubia dorada, con un poco de rizos en las puntas y encima había heredado los ojos grises de mamá. Era, sin duda, una niña preciosa, siempre habían halagado a mis papás la bellísima y dulce Morgan Reed.

Yo era simpática, ¿saben? Siempre decían lo mismo. La simpática e inigualable Taylin Reed. No me denominaba una fea chica, pero unos ojos verdosos con el pelo oscuro todo enmarañado no era algo que se podía comparar con la modelo que mi hermana se volvería. Claramente yo era Anastasia mientras que ella Cenicienta. Hasta inclusive ella era Rapunzel y yo el camaleón que la acompañaba siempre. La realidad era que no me molestaba ser comparada con ella, yo ya sabía que no compartía los genes fuertes de la familia, y no la envidiaba. Prefería muchísimo más que le recordaran lo linda que era todos los días, antes que pasara todos los días mirándose al espejo y sintiéndose insuficiente. Ella no se merecía esa clase de tortura.

Mirándola de reojo unos segundos, me estiré en su dirección para limpiarle un rastro de chocolate que le había quedado en la mejilla. Se había ya vestido con sus jeans rosas y una remera blanca, lo cual lo último que le faltaba era ensuciarse.

—Vas a mancharte toda si no tomas del vaso como una persona normal y no desde tu pecho —dije, tratando de alejarle el vaso que tenía apoyado contra su frente, mientras que al mismo tiempo le tocaba los labios.

Sin mirarme, estiró su pierna sobrante en mi dirección para empujarme nuevamente hacia atrás.

—Estoy cómoda así —murmuró, sin dejar de ver la televisión cambiando los canales. Soltando un suspiro, me giré hacia la televisión y continué comiendo mi cereal. No iba a hacerme cargo si después no llegaba a cambiarse.

Sus dedos continuaron moviéndose sobre el control hasta que, pasando por un noticiero, apoyé mi pie sobre el de ella. Los colores en la pantalla me llamaron la atención y la enorme palabra como pregunta haciéndome ladear la cabeza.

—Detente un minuto.

Mirando la pantalla con el ceño fruncido, pude descifrar como una entrevista había comenzado. Aparentemente el conductor se encontraba con un científico; el doctor López según la descripción de la entrevista. Y bajo su nombre, se encontraba el título bastante peculiar. "¿Supernova?"

Así que, ¿usted habla sobre una catástrofe galáctica? —le preguntó el conductor Jerry Clarkson, arqueando una de sus cejas como siempre hacía en todos sus programas. El doctor meneó la cabeza rápidamente, notándose nervioso. Hasta le pude ver una gota gorda cayéndole por la frente y sus manos temblar.

Me dejé caer contra el respaldo. Lo abrumador que es estar en vivo.

No es una catástrofe —discutió—. Una supernova es una simple explosión estelar. Hay miles en la galaxia; es cuando una estrella de gran tamaño que ya no puede desarrollar reacciones termonucleares en su núcleo y que no es capaz de sostenerse por la presión de degeneración de los electrones. Eso es lo que la hace colapsar y generar una fuerte emisión de energía en el proceso.



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En el texto hay: romance, guerra, poderes

Editado: 02.05.2023

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