Había sido como si las esposas que me habían retenido tanto tiempo se habían esfumado.
Todo era más simple, más básico, más natural en cierto lado. Solo pensar en lo que quería hacer y se armaba frente a mí en el mismo instante. Sin pinchazos, sin dolores o esfuerzos. Era como si lo hubiera sabido de nacimiento y había sido cuestión de desatarme que todo fue como siempre tendría que haber sido. Como un impulso.
El Doc anotó cada progreso que pudo ver, muchas más hojas sumándose a las que ya tenía. Mientras que mis dedos brillaban con mi anomalía, él se había hecho cargo de evaluarla, de mirar como ahora podía subirse hasta por mis codos por la intensidad -algo que me sorprendió hasta a mí- con lo cual pudo notar la diferencia notoriamente en cuestión de segundos. Mi anomalía había sido liberada de mí y el problema ahora era saber cuál era mi límite.
Por más que comprendía que lo que había hecho, sin querer, en el campamento había sido necesario e involuntario, eso no me sacaba la voz en la cabeza que me repetía lo asquerosa que me había vuelto. Como si el mismo polvo que había visto hubiera estado en mis manos, las veces que las palmeé contra mi regazo como si pudiera limpiarlas fueron infinitas. Necesitaba algo que me callara la cabeza unos segundos y las pruebas del Doc la opacaron un poco.
Sentada en el banquito frente a él, hizo que uno de los tantos frascos que tenía volara en su dirección y cayera en su palma. Lo tendió hacia mí para que lo tomara.
—Necesito que te concentres ahora —pidió, su anotador en mano y lapicera lista—. Lo que quiero que hagas ahora, es que busques la energía de ese frasco.
Lo miré con la cabeza ladeada.
—Me tienes que estar cargando —me quise reír, pero él parecía estar serio—. Es un frasco.
—Que tiene su energía material y forma parte de tu ámbito en este momento —señaló—. Quiero que cierres los ojos y te enfoques en sentirlo.
No teniendo otra que hacerle caso, me sentí ridícula con el brazo tendido y el frasco en la mano al cerrar los ojos. Concentrándome en mis alrededores, el ruido de fondo de los demás integrantes lejos de la carpa y de los pájaros que volaban por sobre nosotros, me enfoqué en lo que estaba en mi mano. El frío del vidrio contra mi piel, lo pesado que era en mi palma y lo áspero que era el corcho que lo tapaba. Balanceándolo en mis manos para tratar de buscar algo más, abrí uno de mis ojos para ver si algo pasaba.
Solo pude encontrarme con el rostro del Doc como perro enojado.
—Tienes que concentrarte.
—Me estás pidiendo demasiado.
Pese a que rodó los ojos, la pequeña risa que soltó me hizo sonreír levemente antes de volver a lo que me había pedido. Una vez más concentrándome en el frasco, en el vidrio, en el corcho, en el peso que tenía en mi mano y cómo mis dedos lo circulaban, en un suspiro el sentimiento en mi pecho pareció expandirse. Antes de siquiera poder pensar que estaba cruzando mi pecho, mis ojos se abrieron al no sentir el frasco en mis manos y en el susto de verlo flotar con un haz de luz, me hice hacia atrás en el mismo momento que el objeto había comenzado a caer.
El Doc tuvo los reflejos de detenerlo con una mirada y, el objeto intacto, flotó de vuelta a sus manos.
—Lo que me esperaba —bufó, haciendo unas anotaciones más y mirándome de vuelta para hallarme más confundida—. Manipular la energía no solo significa crear o destruir, también puede ser traslación y desaparición. Por eso puedes volverte invisible y lo que tocas, porque sientes el tacto de estos o puedes percibir su energía. Absorción y expulsión.
La ironía pareció brotar de mi boca.
—Tendría que haber venido con un manual de instrucciones.
Tiró la cabeza hacia atrás al empezar a reírse, mi humor extraño en situaciones tensas habiendo aflojado un poco el ambiente. Sin importar que entre él y yo no había tanto trasfondo como con Sue Lee, o situaciones sensibles con otra persona, era difícil tratar de aliviar el momento después de soltar la bomba sobre lo que mi anomalía había causado. No solo había sido difícil para mí oírlo, sino que haberlo dicho también había sido una carga. La forma en la cual trataron de decírmelo me lo dejaba en claro.
Cuando pudo recuperar la compostura, dejó el frasco de vuelta donde había volado.
—Hay tantas cosas que queda por descubrir contigo, porque tu anomalía puede abarcar tantas cosas que pueden ser hasta incontables —sonó emocionado por aprender, y la verdad, era que una parte de mi se ansiaba por saber que más cosas podía hacer. Tanta emoción como también miedo—. ¿Puedes manipular la energía del resto? Puede ser, con Logan creo que lo hiciste. ¿Podrías mover objetos más grandes que un frasco con solo gesticular? No lo sé. ¿Podrías leer pensamientos? No tengo la menor idea —suspiró, sus brazos cayendo sobre su anotador—. Todo tendrá que ser prueba y error.
Me masajeé la frente, mucha información comenzando a drenarme.
—Lo que falta es que pudiera volar —me mordí el labio inferior, sin poder imaginarme la situación.
—¿Por qué no? —saltó el Doc, mi broma pareciendo haber tomada enserio—. Puedes levantar un objeto, no me sorprendería que puedas levantarte a ti misma.
No sabía si el agotamiento que poco a poco estaba comenzando a sentir era por toda la situación de estar probando mi anomalía constantemente por las últimas horas, o por como mi cabeza no podía dejar de procesar toda la nueva información. Se debió de haber notado en mis gestos, el Doc frunciendo su boca y moviéndose de donde estaba para dejar su anotador en una mesa.
Para cuando volvió hacia mí, cargaba con una sonrisa amable.
—Dejemos las demás preguntas para otro día, creo que hoy ya fue un día largo para ti —apoyó una de sus manos en mi espalda y me acompañó a la salida—. Lo único que te voy a pedir es que trates de mantenerte al límite con cualquier situación que pueda alterarte, ¿sí? Cualquier tipo de emoción que sea demasiado.