Supernova: Plaga Mortal

8

El camino de regreso se sentía como si nos hubieran derrotado de la manera más humillante; el aire que movía mi cabello a gran velocidad al acelerar en aquella lumineta mientras sentía los brazos de mi hermana en mi estómago ya no era igual a como lo era hace algunos minutos cuando todos los escuadrones íbamos en camino a la plaza comercial Revolaire. El auricular y mi visor seguían dando signos de falla, como ruidos de interrupción de señal o visiones borrosas en los lentes. Fue un verdadero milagro que mi hermana pudiera comunicarse conmigo. En estos momentos sentía una fuerte opresión en el pecho, y las memorias empezaron a bombardear mi cabeza como si mi subconsciente quisiera lastimarme, pero no puedo culpar a mi propia mente. Después de todo, no hice nada importante para salvarle la vida a los demás; fui un inútil.

Recuerdo cómo aquel chico egocéntrico de ojos rojos llamado Dante tuvo el valor de blandir su espada en una situación crítica y servir como cebo para contener a los tóxicos, incluso si eso también significaba salvarme a mí. Recuerdo cómo la celebridad juvenil Lucía Candeo mostraba un lado oculto de ella que yo no conocía, pero que reflejó gran determinación en su mirada para proteger a sus compañeros. Recuerdo cómo Renato, Irene y Tavo me protegieron hasta el final y entraron a supervisar un área desconocida que los llevó a su muerte… y todas estas acciones siempre tuvieron el objetivo de proteger a quienes seguían con vida. Para ser más específicos, para proteger mi vida. Ahora me siento sucio, estoy vivo gracias al sacrificio de alguien más.

«Sacrificaste a una persona para poder sobrevivir», fueron las palabras que profirió Dante en nuestro primer encuentro en el cuartel de los Supernova, y yo lo golpeé por mero instinto. En estos momentos me doy cuenta de que él tenía razón, que sacrifiqué a Valeria para poder sobrevivir, y ahora había hecho exactamente lo mismo, pero a una escala mayor: sacrifiqué a dos escuadrones especializados en la lucha contra los tóxicos. Sacrifiqué a quienes eran, posiblemente, los únicos aptos en toda la metrópolis subterránea que tuvieran el valor para pelear como ellos lo hacían. Yo los sacrifiqué a todos. No obstante, y por esta vez, no seré el mártir.

 A partir de ahora, se acabó el Mateo que se victimiza por todas las cosas que lo afectan. Seré el Mateo fuerte que vengará a todos sus amigos muertos en combate, aunque eso me cueste la vida. El maldito nombre de Alan Mateo Zinua retumbará por toda la historia de la humanidad como aquel hombre que aniquiló totalmente a los tóxicos; seré un héroe, así como lo quiso ser mi padre. Seré el héroe de toda la humanidad. No descansaré hasta que cada monstruo desaparezca, nunca me voy a rendir… nunca... NUNCA…

— ¡NUNCA! —grité con fuerza, despertando de mis pensamientos con los ojos enlagrimados. Ya nos encontrábamos cerca de la base militar.

— ¿¡Qué te pasa, animal!? —expresó mi hermana al darme un zape con una mano libre mientras apretaba fuertemente mi estómago con la otra para no caer de la lumineta.

— Lo siento —contesté al llevar una mano a mi cabeza para frotar el lugar donde recibí el golpe—, creo que me perdí en mi imaginación.

— Qué raro de tu parte, Mateo —afirmó áspera, como si no quisiera hablar en esos momentos.

— Paulina, necesito que me digas qué ocurrió con… —fui interrumpido.

— Shhhh... —expresó mi hermana al pegar su cabeza contra mi espalda— No quiero dar detalles sobre lo que pasó ahí adentro, al menos no ahora. Dame un poco de tiempo y luego podremos dialogar tranquilamente de cómo todo se fue al carajo.

— Como quieras, pequeña —dije con una voz serena—. Lo importante es que estamos aquí, juntos, y pudimos vivir para contarlo.

—Aunque estuvieron muy cerca de no hacerlo —se escuchó una voz por el auricular. 

—¡Enzo! ¿Eres tú?  —contestó mi hermana.

—Hola Paulina, me alegra que tú y tu hermano estén bien —respondió nuestro tío.

—¿Qué rayos acaba de pasar, Enzo? ¿Por qué nuestro equipamiento se desactivó de la nada? ¿Qué era ese tóxico desfigurado que lanzó ese bramido? ¡TODOS MURIERON EN BATALLA! —me entrometí en la plática con cierto enojo.

—Lo que ocurrió estuvo fuera de todos nuestros planes de emergencia, nos encontramos con un nuevo tipo de tóxico especial. Cuando lleguen les explicaré todo lo que necesitan saber… además, les quiero presentar a alguien —dijo Enzo, como si no estuviera ni un poco inmutado.




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