Los días trascurrieron con normalidad, mi madre estaba feliz con su nuevo acuario, pero no por esto la rutina se notaba en mi rostro cansado, una abundante barba me hacía parecer más viejo, al perecer Leila se había ido de vacaciones, durante días no supe de ella y esto me mortificaba, habría encontrado otro monigote con quien jugar o simplemente se había cansado de mí, al terminar mi jornada habitual ese caluroso día decidí llamarla; saque mi teléfono móvil y busque rápidamente en la agenda telefónica el nombre de Leila y en seguida no dude en marcar la opción llamar, al otro lado el sonido habitual sonó en mis oídos, repico varias veces y Leila no contesto nunca, a lo mejor estaba enojada, como pudo durar tanto para llamarla y por lo menos saludarla y darse cuenta de cómo estaba, después de varios intentos fallidos decidí dejarle un correo de voz.
–Hola, soy yo…-. Hable mientras dejaba escapar un largo suspiro. –Solo quería saludarte y saber cómo esta, llevo días sin saber de ti–. Hice una pausa y finalice. –Te extraño mi amiga–. Esta última frase hizo que la piel se me pusiera de gallina, guarde el móvil y decidí dirigirme al campamento, estaba muy cansado para ir a casa y el cielo de un momento a otro dejo ver que una gran tormenta nocturna se aproximaba.
Al llegar al campamento un aire de soledad abundaba por todos lados, todo estaba relativamente gris oscuro y terroríficamente el aspecto de sanatorio mental tomo una fuerza indescriptible. Sonó mi teléfono móvil y rápidamente lo saque de mi bolsillo pensado que podía ser Leila, un aire de desiluición me lleno desde adentro al ver que era mi hermana, pero no por esto dejo de contestar.
–Hola princesa–. Dije esperando escuchar la vos enérgica de mi hermana Alexandra.
–Hola hermanito–. Respondió Alexandra en entre sollozos.
– ¿Qué ha pasado querida? –. Pregunte con un tono de preocupación excesivo.
–Me han despedido, me han echado de mi trabajo, al parecer no haberme dejado manosear el trasero del jefe hizo que no me dejara seguir, no sé qué voy hacer, adquirir esta deuda para estudiar quizá fue un error–. Explicaba Alexandra desde el otro lado de la línea inundada en llanto.
–Tranquila hermanita, no pasara nada, ya saldrá algo para hacer, no te preocupes, yo estaré contigo, tranquilízate–. La voz de aliento que yo entonaba la sacaba de muy adentro, pues yo tampoco estaba emocionalmente muy bien.
Nos despedimos y ambos a cada lado de la línea quedamos con un sin sabor que no podíamos evitar. Decidí acostarme y dejar de pensar en tantas cosas, mi teléfono móvil volvió a sonar con el tono de mensaje de texto eche un vistazo y un mensaje de mi madre que me alegro la noche, “descansa mi cielo, deja de pensar en trivialidades y naderías que a la vuelta de unos meses nadie se acordara, ni siquiera tú mismo”. Al parecer mi madre era la única que entendía como me sentía en esos instantes, deje el teléfono a un lado no sin antes ponerlo en modo de silencio, eran pasadas las ocho y todavía había compañeros y jefes del trabajo que me perturbaban por una razón u otra.
Un sueño profundo me invadió, en eso de la una de la mañana un fuerte ruido me despertó, me pare rápidamente de la cama y al observar por la ventana pude ver que un fuerte aguacero caía, –Es torrencial–. Pensé mientras veía el fuerte rio que se formaba a fuera de la habitación, los corredores estaban totalmente inundados y el agua empezaba a golpear con fuerza contra la puerta, pude ver que varios de mis compañeros estaban a fuera tratando de salvar sus cosas de la tremenda inundación, la cual crecía con gran velocidad, la angustia se apodero de mí, decidí abrir la puerta y salir ayudar a mis compañeros, un gran chorro de agua invadió la habitación y rápidamente el agua me llegaba a las rodillas, afuera el panorama era catastrófico el agua turbulenta invadía cada rincón del campus, yo sentí gran temor al ver que estaba totalmente solo, al parecer los compañeros que había visto atreves de la ventana habían desaparecido, un aire desolador se apodero de mi interior, corrí hacia la puerta principal y dirigí mi mirada hacia la vía que separaba el campus de las oficinas y entrada principal de la obra y lo que vi no fue alentador, un rio inmenso de escombros, árboles y hasta autos corría con rapidez, mire a todos lados y ni un alma me acompañaba, pude ver que unas cuantas vacas trataban de nadar y llegar a la orilla hacia donde estaba yo, al llegar uno de los animales con cachos muy grandes y ojos rojos y endemoniados se abalanzó sobre mí; de un brinco salte sobre la cama.
–Por Dios era solo un sueño, que pesadilla tan horrible–. Pensé mientras me dirigí a la ventana para observar y ratificar que no estuviera lloviendo y en su efecto un cielo totalmente estrellado y acompañado de una súper luna, hacían de la noche muy agradable.