Supro Solid - Orígenes

Especial. El consejo de la traición.

 


Muziba, sin lugar a dudas era un líder indiscutible, desde que su padre le dejó a cargo, las cosas cambiaron para bien, la comunidad y los dioses le reconocían como un elemento trascendental en el flujo correcto de la muerte en el universo. 

Su frialdad y dureza para tratar a los criminales le habían hecho una buena fama de ser un líder ético e imparcial. Un ser tan importante que realmente valoraba la vida, la muerte y la labor de todos sus allegados.

Al finalizar el día solía pararse sobre el pico de una montaña alta para observar y meditar, simplemente eso. Durante cerca de una hora en completo silencio, era capaz de ver las cosas que estaban mal en su mundo y corregirlas, es lo que un buen líder hace.

La virtud de Muziba no era precisamente la inteligencia, si no la fuerza bruta, la determinación y la constancia, se sentía bien con las rutinas y que se hicieran igual todos los días. 

La verdad es que pese a todo ese esfuerzo que Muziba había puesto en su trabajo, los dioses no hacían otra cosa que denigrar a su gente más y más, habían estado durante siglos en el fondo de ese universo y aún así eran menospreciados, no podían acceder a nada mejor, su trabajo era hacer lo mismo una y otra vez hasta el fin de su existencia y eso era algo agobiante, aburrido, tedioso hasta niveles incomprensibles para cualquier especie.

En el pasado, cuando Eijin estuvo organizando a la gente para rebelarse, Muziba no participo activamente, pero sí apoyó a su hermana mandando un mensaje a los dioses sobre el trato tan injusto que recibían ahí, tal vez el mensaje por sí solo hubiera funcionado, pero las acciones de Eijin llenaron de cólera a los altos mandos y de no ser por la intervención suya, hubieran desaparecido los revoltosos en cuestión de segundos incluída su hermana.

Este episodio Eijin nunca lo supo.

Un día cualquiera después de su rutina diaria y al estar en el pico de la montaña haciendo su reflexión, lo interrumpió uno de sus ayudantes con una voz tenue y poco clara:

—s suu su majestad.

El pobre trabajador sabía que no podía hablarle al rey durante su meditación, por lo mismo habló sumamente nervioso.

—su hermana quiere verlo, dice que es algo urgente. — Muziba giró la cabeza levemente.

Esas no eran las mejores noticias, a pesar del cariño de hermanos que se tenían, Muziba sabía que muchas de las veces, cuando Eijin lo buscaba de esta forma solo significaba una cosa: problemas.

Al llegar a una cueva fría y apenas iluminada con antorchas, Muziba se dió cuenta de que lo esperaba un grupo de personas, no solamente su hermana.

Se adentró hasta donde la luz era mejor para ver quienes eran los otros seres desconocidos, se dió cuenta de que adentro de la fría cueva también estaba su hijo Deep, su padre Asamoah y un extraño viejecillo que nunca había visto antes, pero que no parecía una amenaza. 

Todos sentados en rocas haciendo una especie de círculo y dejando un espacio en el centro bastante grande.

— Pasa, siéntate —dijo Eijin con un tono confuso de amabilidad (cosa bastante rara en ella).

—¿Qué es esto? —preguntó Muziba en tono serio.

— Adelante, no hay nada que temer majestad —dijo calmado el viejecillo.

Muziba bajo la guardia y tomó asiento en una de las rocas del lugar, todo el ambiente era un poco raro, era tenso pero todos parecían tratar de demostrar que no era asi.

— Hermano, sabes que como figura de autoridad, siempre debo referirme a ti con respeto, para recibir tu consejo y tomar decisiones, pero sabes, en la vida hay pocas ocasiones en las que algo inesperado se presenta y tienes que tomar riesgos que no necesariamente tengan un respaldo de tus allegados. 

Maldición, el rey solo pensaba que esto tenía una introducción familiar, de otras ideas de Eijin, que ojalá hubieran sido solo fallidas, en más de una ocasión se había puesto en riesgo la estabilidad del reino. Aún así escuchó con atención para ver a dónde llevaba esta nueva idea.

— Así que en esta ocasión quiero que nos escuches, pero que lo hagas como hermano, hijo y amigo, no como rey.

Muziba arqueó una ceja, este speech estaba empezando de la peor forma posible.

—Sucede que nuestro reino está en riesgo de quiebre y creo que lo sabes, la estabilidad de nuestro pueblo podría colapsar en cualquier momento, algunos de nuestros trabajadores están tan desgastados que no dejan de preguntarse si vale la pena vivir así o en definitiva es mejor irse para siempre. — hizo una breve pausa.

— Para esto tenemos una idea que creemos puede ser algo bueno para nuestro pueblo y resolvería algunos de nuestros problemas más serios. Para explicarlo con mejor detalle y perspectiva, quisiera partir de 2 frentes, el primero, es el colectivo. —continuó Eijin levantando el rostro nuevamente y podía verse de nuevo esa expresión retadora que Muziba conocía muy bien.

— Tenemos una posible solución que puede darle libertad a nuestro pueblo, libertad para elegir, libertad para vivir, libertad para salir de este lugar inmundo de vez en cuando, no creo que sea mucho pedir, queremos dejar de ser esclavos por un día. A diferencia de los prisioneros, nosotros no hemos sido puestos a prueba entre el bien y el mal, simplemente tenemos que cargar con esta pena por toda la eternidad.— concluyó con un tono más pesimista.

Muziba irrumpió después de algunos segundos:

— ¿Cuál es el segundo?

— El personal, tu sabes que uno de mis sueños desde pequeña ha sido el de tener un descendiente — hizo una breve pausa — a diferencia de ti yo siempre he estado sola en este lúgubre territorio, no me imagino viviendo una eternidad cada vez más vieja, cansada y sola, lo peor es que no importa cuánto me esfuerce, eso no va a cambiar, mi vida es bastante miserable ya, y mis razones para seguir aquí se debilitan día con día.” aseveró en un tono de melancolía.

—No quiero escucharme como quejumbrosa, me gusta mi trabajo y no cambiaría mi entorno por nada, pero algunas veces me gustaría que mi pueblo y yo podamos saber que hay más allá del Ocurum, eso y no tener que ser brutalmente juzgados por cada error que cometemos.




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