Lunes 7 de agosto 2017
Sophie Bullock
Hay lapsos que no recuerdo del trayecto a casa. Simplemente ya no están.
Pero mientras camino hasta la entrada, tambaleo un poco. Me aferro a la manija de la puerta para no caerme y se queda en mi mano; eso debemos arreglarlo despues. No miro hacia atrás, pero sí escucho cuando el auto arranca inmediatamente entro.
Algunas veces pienso que un día llegaré a casa y encontraré a mi hermano esperándome, pero me averguenza descubrirme manteniendo esa esperanza. De igual forma, un par de ojos azules me recibe, pero estos son enojados.
—A estas horas, las calles no son para chicas, Sophie.
—Tú estás a estas horas —susurro. Y me responde con tristeza en sus pupilas.
Me arrepiento inmediatamente, porque mientras mi hermano está en sabrá Dios dónde, con sabrá Dios quién, mi hermana se mantiene sacrificando su propia felicidad… para abastecernos. Dania estaría muy orgullosa de Damon.
Una vez mi hermana mayor creyó que me había dormido y sus sollozos se oían en toda la casa. Me asusté tanto que al encontrarla, se me estrujó el alma. La sangre caía por sus muslos y apenas podía pararse.
—Tú no eres yo —me dice al fin —, no debes estar a estas horas.
No digo nada, solo me voy hacia las escaleras en un humilde silencio, pero la miro antes de irme.
—Sé que hay alguien en tu habitación, pero… ¿Quién es?
—No es un cliente.
+
Despierto por mi hermana. La luz de la ventana me agrede los ojos, además de la resaca que me inmoviliza, pero sé que Salomé está esperándo que me levante.
—¿Qué opinas de que vendamos la casa? —me pregunta, sin siquiera saludarme.
—¿Qué…? —restriego mis ojos —Acabo de levantarme, Salomé.
—Pero es lo único que tenemos de papá. Es pequeña… pero es nuestra.
—Entonces no la vendas —susurro.
—Da igual, luego veremos. Ve a ducharte. Hoy tienes examen de nivelación por el primer día.
Si faltaba a este examen o cualquier otro, reprobaba todos, porque un examen menos incompleta las calificaciones. No podría graduarme. Y si sigue del todo como Adam daba sus clases, cada semana habra uno para mantener un control de lo aprendido. Tonto sustituto.
Mi vida no ha sido un pastelito, pero la de ella ha sido peor. De niña, durante algunas temporadas, vivíamos en refugios de personas sin hogar, apenas asistimos a la escuela, habían días en los que no teníamos comida… sin embargo, todo eso era mejor que cuando teníamos un techo compartido con nuestra madre.
A los siete años presencié como Salomé salvaba a nuestra madre de una sobredosis. A los cinco comencé a ver como ella golpeaba a Damon, incluso una vez con una botella de cerveza. A los cuatro años, vi la primera vez que mi madre consumió drogas.
Recordar todo eso me deja en claro por qué fue tan fácil recoger mis cosas e irme junto a mi padre y hermanos. Fue el día más feliz de mi vida cuando papá nos llevó, agarró a mis hermanos por las manitas y a mí en su espalda y fue hasta la parada de autobus más cercana, mamá solo yacía borracha sobre el sofá.
Apenas recuerdo haber visto a Dania luego de que nos fuimos. Unas cuatro veces, para pedirle dinero a papá. Ya de adolescente, pues… unas cuantas para pedirle dinero a Salomé.
No suelo hablar mucho de ella. Ni con ella. Eso ayuda a que duela menos.
Con el tiempo, papá enfermó, cosa que provocó que mis hermanos consiguieran trabajos, Salomé hasta dobles turnos. Damon decidió que quería estudiar, y así lo hizo. Sal no. Finalmente papá murió hace un año, Damon dejó de venir a casa desde hace año y medio. No fue al funeral.
¿Quién sabe? Quizás murió también. Quizás decidió ser como Dania y ahora está en proceso de provocarse un sobredosis.
La conclusión de repasar mentalmente mi vida es entender que Salomé es todo lo que tengo.
Solo quiero ayudarla, sé que las deudas, la hipoteca, los prestamos, los trabajos… todo eso es demasiado para ella.
—¿Tienes que trabajar hoy? —ella me pregunta.
—Sí... creo que sí.
Espero que cuando se entere, si se entera, sepa que solo quería ayudarla. Estaba harta de que tuviera que cargar con todo, con las deudas y las amenazas de los bancos. No me gusta verla estresada.
+
Descanso mi cabeza sobre la ventanilla y cierro los ojos. Siento la convicción de que al terminar la secundaria conseguiría una beca, una ayuda, da igual, y estudiaría. Sería lo que Damon debió ser. Ayudar a la familia limpiamente.
—Hola.
—Hola, Hails —saludé.
Hay tres asientos pegados, en cada fila. Yo estoy en tercero, pegado a la ventanilla. En medio estaba Hailey, una compañera. En el primero, el que está pegado al pasillo está Asher, un amigo bastante callado de ambas. Por la manera en que Hailey casi implosiona cuando él se sentó al lado, confirmo que quizás es su crush.
—¿Qué tal tu día? —me pregunta.
—Mejor ahora que mi silencio se rompió —reímos—, me encontraba raro que no te veía.
—Tuve que tomar la parada siguiente a la que usualmente tomo porque acompañé a mamá al hospital, tendrá doble turno ahora, así que insistió en pasar tiempo conmigo.
—Cierto que tu madre es enfermera...
Hailey es algo así como mi compañera de camino en el bus, siempre suelo encontrarla una parada después de haberme subido, aunque ahora había tenido que esperar más de lo usual. Asher, por otro lado, no es parte del combo natural.
—¿Asher?
Él me mira, sonrió sin ataduras y luego, cuando el bus pasa por un bache él logró moverse rápido y tomar mi cabeza antes de que se estrellara contra el cristal, aunque eso significó que Hailey quedara cerca.
Ella se sonroja fuertemente por haber quedado tan cerca de él.
—Gracias —digo.
—No hay problema, Sophie.
—¿Qué haces aquí?
—Mi auto se descompuso, y mis padres no me pudieron traer —ríe nervioso —, el transporte público no está tan mal.
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Editado: 21.07.2024