Anker Avery
Bastian me lanza una almohada —¿En qué tanto piensas, Anker? Por Dios que me asustas.
—Nada —digo exasperado.
Mis amigos siempre han sido buenos en deducir cuándo parar de presionar referente a mí o Adam, pero por lo visto ahora es una excepción.
—Lleva todo el día así —interviene Shawn —¡Espabila, hermano!
—Ha de ser que algún ligue se le ha trancado en el corazón —miro a Bastian con enojo —, ya te decía yo que no debías tener citas con tus ligues si no querías que se pusieran serias.
—Hermano —Shawn viene a mí—, ¿Qué chica te tiene así? Sabes que si el problema es que no se te quita de encima puedo ayudarte… Siempre a la orden.
Me levanto enojado —Mierda, necesito que los dos relativamente normales de este grupo vengan.
—Thomas decidió quedarse en Inglaterra un año más y Adam recién se mudó allá a tener a su bebé. No veo posibilidades de eso, así que conformate.
Me paro de la silla giratoria y camino por toda mi oficina.
—¿No tienen trabajo que hacer? No sé, ¿Ser útil? Deben tener un trabajo que justifique su sueldo de seis cifras.
—Nop, ¿Tú, Bast?
—Nop.
Sigo caminando para hacer que se muevan mis pensamientos. Tengo algo que no sale de mi mente, una idea, una sensación, una urgencia, pero no sé cómo demonios enfrentar eso. ¿Qué demonios podré hacer por todos esos diseños que ya he sacado? ¿Los dejo así? ¿Lo adecúo a esa idea?
Dejo de masticar mi bolígrafo y les miro —¿Notaron que tuvimos que arreglar dos vestidos para la pasarela?
—Ahora que lo mencionas, sí, el de la Russo mayor y el de la chica de Adam.
—¿La rubia del corte pixie es la chica de Adam? —pregunta Shawn —Con razón estaba loco por ella, esa chica tiene unas curvas de infarto… ¿Y esos ojos azules? Son unos ojos que me sentiría feliz de mirar cada noche mientras…
—Shawn, párale —interrumpo —, lo que estoy pensando es que aunque nuestros vestidos de venta son de todas las tallas, los de presentación son para chicas… Modelos. Para modelos… muy delgadas. E incluso, aquellos que son de venta y de tallas más inclusivas… pues no alcanzan a ser completamente factibles para ciertas personas.
—Eso significa que hay un gran sector de la población que estamos perdiendo como potenciales clientes —dice Bastian y asiento, tiene razón.
—Y un montón de mujeres sintiéndose demasiado grandes por culpa de ello —puntualiza Shawn, él siempre busca el lado sensible de las cosas —Cambiará eso, ¿Verdad?
—Ambas chicas no pudieron entrar en los vestidos, y eso es porque no estamos acostumbrados a tener modelos de tallas fuera de los estándares. Es nuestra responsabilidad el ser accesible para toda la población.
—¿Qué planeas hacer?
Levanto la mirada.
—Eso no volverá a pasar. No en mi empresa.
Los chicos me miran, me asienten.
—Fuera de eso, ¡debemos ir a mi club esta noche!
—No puedo ir —sonríe Bastian—, tengo algo que hacer.
—Ya sabrá Dios qué tienes que hacer que todas las noches me cancelas —se queja —¡Me siento solo! Necesito atención, por Dios.
—Déjalo en paz, debe ser el amor de su vida de la semana —me burlo.
—Para Bastian esa semana va larga, el amor de su vida de la semana es el mismo desde hace meses —contradice Shawn.
Bastian solo se ríe junto a nosotros hasta que la puerta se vuelve a abrir.
—Debo ponerle pestillo, demonios… —susurro. Mi oficina no es centro de visita.
—Señor —entra mi asistente—, la señorita Ekaterina le busca.
—Dígale que pase.
Mis amigos me miran divertidos.
—No hablaré de eso ahora.
Un taconeó prevee la entrada de aquella mujer de acento italiano… Usa un hermoso vestido negro que sé es de mi marca. Interesante detalle.
—Ekaterina —saludo.
—Anker, querido, ¿Llego tarde? —ella se acercó y extendió su mano.
Miro su extremidad y la desprecio. Mis amigos suben las cejas sorprendidos por aquella muestra de falta de decoro. —Creí que dejamos claro que no hacíamos eso.
—¿Dónde están tus modales, An? —Shawn toma la mano de ella y la besa —Yo lo hago por él. ¿Quién es la preciosura?
—Mucho gusto, Ekaterina.
—El gusto es todo mío, soy Shawn. ¿Es la representante de Noir? —la mujer asiente —Venir a la ciudad y no ir a mi club sería un desperdicio, deberías venir. La casa invita a los tragos.
—¿Qué ganaría yendo? —pregunta ella con soberbia.
—Que yo pierda los modales.
Ekaterina queda sin palabras.
—Sí que los estadounidenses son peculiares.
—No nos juzgue a todos por él, él es un… defecto de colección —dice el tercer chico en mi oficina.
—Él es Bastian —presento al que habló. Salgo de detrás de mi escritorio y camino hasta ella—, ¿Nos vamos?
Ella asiente e intenta pegarse a mi codo, la aparto, nunca ha sido de mi agrado que me toquen. Ekaterina solo me hace una mueca que no sale desapercibida y caminamos hasta el ascensor.
—¿A qué piso? —pregunta.
—Al quinto, ahí está la cafetería.
Ella lo señala y mientras llegamos cierro los ojos.
Ella no habla, yo no hablo.
Es interesante, ella no parece molestarse con mi indiferencia.
+
—No haré mi columna más agradable para Noir solo por este encuentro placentero—dice arreglándose la falda.
Me río abrochando mi pantalón.
—No hay problema —tomo sus bragas, que están debajo de la cama del hotel, y se las paso—, ¿Te vas? Tengo una reunión en treinta minutos, debo llamar a mi asistente para arreglar algunas cosas.
—¿Ya? —sube sus cejas y se acerca —¿Me llamas y luego me pides que me vaya?
—No haré mi trato más agradable solo por un encuentro placentero.
Arreglo mi camisa y la observo quedar impecable, ni parece que habíamos roto la lámpara.
—¿Qué harás esta noche? —pregunta antes de salir.
—Trabajo.
—¿Estarás en tu casa más tarde?
—No creo, me quedaré hasta tarde en la oficina.
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Editado: 21.07.2024