Susurros de magia

Mi gran final

El aire dentro de la peluquería parecía diferente, como si se hubiese renovado junto con la vida de todos. Los espejos brillaban, las tijeras descansaban en sus mesas y las flores que alguna vez habían nacido en el templo de Liam ahora también decoraban las ventanas. Todo parecía renacer.

Los primeros días después del regreso de Liam fueron de celebración. Nerea, Eloy, Lysan y el Creador se aseguraron de que no le faltara nada. Cada uno, a su manera, le recordaba cuánto lo habían extrañado. Entre bromas, abrazos y charlas interminables, la peluquería volvió a llenarse de voces y risas.

Pero nadie lo disfrutaba tanto como Kai.

Había pasado tanto tiempo mirándolo en silencio, con miedo a que su figura se desvaneciera, que ahora se sorprendía de la simplicidad con la que podía abrazarlo, escuchar su voz o ver sus ojos reír.

En la tarde, cuando los demás se habían marchado, Kai y Liam quedaron solos en la peluquería. La calma era absoluta. Kai se acercó despacio, hasta rodearlo con sus brazos y hundir su rostro en su cuello.

—Eres tú… de verdad regresaste —susurró con un nudo en la garganta.

Liam lo abrazó con fuerza.
—Estuve atrapado en un sueño muy largo —explicó con voz suave—. Allí estaban ustedes, estabas tú… todo era perfecto, pero a veces se distorsionaba y se volvía un lugar horrible. Era la magia antigua. Me estaba enseñando a controlarla, a convivir con ella. No fue fácil, pero entendí que no necesitaba luchar más.

Kai lo miró directo a los ojos. Sus palabras fueron firmes, como una promesa grabada en piedra.
—No quiero que vuelvas a estar en guerra, Liam. Nunca más. Tú eres mi magia, y eso es suficiente.

El silencio que siguió fue roto por un beso. No uno tímido ni apresurado, sino un beso apasionado y profundo, cargado de todo lo que habían callado. Ambos se sonrojaron al separarse, riendo nerviosos.
—Supongo que ahora podemos… hacer muchas cosas como pareja —dijo Liam, intentando sonar despreocupado, pero con las mejillas encendidas.
Kai bajó la mirada, riendo también.
—Sí… muchas cosas.

.

.

El tiempo avanzó en calma. La rutina regresó, pero ahora cada día tenía un brillo distinto. Liam atendía a los clientes con la misma energía de siempre, y Kai lo observaba con orgullo, feliz de verlo sonreír.

Una mañana tranquila, el sol se filtraba por las ventanas y la peluquería estaba lista para abrir. Kai y Liam ordenaban las últimas cosas cuando escucharon pasos acercándose a la puerta.

Kai miró a Liam, con esa complicidad que habían construido entre ellos, y sonrió.
—Tenemos clientes.

Liam tomó su mano con naturalidad. Sus ojos brillaban de una manera que hacía sentir a Kai que todo valió la pena.
—Entonces, vamos.

Se acercaron juntos, hombro con hombro, y abrieron la puerta al mismo tiempo. Con voces unidas, alegres y firmes, dieron la bienvenida a un nuevo comienzo:

¡Bienvenidos!




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