Hay días malos, o como yo les llamo, días grises.
En esos días parece que la vida te odia y como castigo te envía malas vibras, agujeros en los que caer e incluso un poco de karma. Como adolescente pensaba que mis días eran malos por el simple hecho de no obtener lo que quería del mundo y vaya que estaba totalmente equivocado a lo que se respecta a días grises. Yo conocí el verdadero significado de ellos hace un par de semanas, cuando mis padres murieron en un accidente de auto.
Últimamente los días grises reinan mi vida.
Todo sucedió en el cumpleaños de mi hermana Alisha, era de noche y llovía, ella no estaba en casa, yo había hablado con sus amigas y les dije que la mantuvieran distraída hasta que les avisara, sin embargo la lluvia cambió el rumbo de todo. Hizo que un conductor se desviara del camino e impactara directamente con el auto de mis padres.
Como la mayor de mis hermanos, con diecinueve años recién cumplidos, sería la tutora legal, pero se decidió que no estaba lo suficientemente capacitada para ello, ya que no trabajaba y estuve internada en el hospital por consumo de drogas. Así que se ahora todos, tanto Alisha, como los gemelos James y Jessica de siete años y yo, tendremos que viajar por más de cinco horas a la casa de nuestros abuelos. Dichos abuelos jamás estuvieron presentes en nuestras vidas, mamá nunca quiso hablar de su familia así que no sabemos nada de ellos hasta ahora.
Y lo que sabemos es que viven en un pueblo tan pequeño que ni siquiera aparece en los mapas.
Alisha se volverá loca cuando se dé cuenta de que no podrá ir a un centro comercial nunca más.
¿Pero de qué estoy hablando? Ella no está en condiciones para preocuparse por un absurdo centro comercial, está devastada, al igual que mis hermanos, al igual que yo. Pero a diferencia de ellos, yo no puedo mostrar mi dolor, no puedo mostrar cuánto la partida de mis padres me afectó, el arrepentimiento por no haberles dicho un te amo en más de cuatro años. ¿Cuán jodido es eso?
¿Cuán jodido es que las últimas palabras que mamá me dirigió las ignoré por completo enojada porque me había prohibido salir con mi única amiga?
Estoy muerta por dentro, el remordimiento me carcome el alma y no me deja dormir, a veces, incluso respirar.
Pero ya no puedo hacer nada, excepto ser una mejor persona por mis hermanos menores, debo al fin ponerme los pantaloncillos de niña grande y una máscara dura para no romperme frente a ellos u otra persona.
Hoy es viernes, un viernes gris.
Estoy terminando de empacar mi ropa, todas telas ridículamente oscuras.
Puedo escuchar a Alisha hablando con los chicos, ellos no quieren irse de la casa, a pesar de que ahora es silenciosa y vacía.
Pero lo entiendo, no quieren dejar la vida que llevaban.
Alisha piensa igual seguramente, sólo que no lo demuestra, incluso conmigo, y eso que nos contábamos casi todo.
Recuerdo la preocupación en sus ojos cada vez que le pedía que me cubriera porque iba a escaparme por la puerta trasera, o cuando me llevaron al hospital intoxicada, puedo recordar el dolor en su mirada y sus sollozos imparables.
-No te atrevas a dejarme.
Esas fueron sus palabras hacia mí.
Fue la última vez que consumí alcohol o cualquier otra sustancia dañina para mí.
Termino de empacar y cierro la maleta ubicándola en el suelo. Miro alrededor de mi vieja habitación.
Las paredes plagadas de pósters de bandas, libros y series que me gustan.
La habitación es grande, antes Alisha y yo la compartíamos, pero claro, éramos pequeñas, una vez fuimos adolescentes cada una de nosotras quiso su espacio. Ahora miro el lugar que su cama ocupaba, hay una cómoda en su lugar, llena de perfumes y una bandejita de plata llena de algunas prendas de plata que recurro a usar.
Voy hacia la cómoda y guardo cada prenda, tratando de no verme en el espejo.
¿Por qué? Pues porque ella y yo somos como dos gotas de agua.
El mismo cabello color caoba con destellos rojizos, los mismos ojos oscuros, tan penetrantes como la noche, las mismas facciones afiladas y pómulos ligeramente rellenos.
Por nuestras miradas afiladas y labios rectos y rellenos mucha gente nos confundía nuestras emociones, pensando que estábamos de mal humos, bueno, tal vez yo sí pero mi madre no, a pesar de que su rostro siempre la hacía parecer seria ella siempre estaba brillante de alegría.
Por eso no quiero ver mi reflejo, porque sería como verla a ella. ¿Cómo es que no aprecié eso antes?
Creo que soy la única que realmente se parece a ella. Tanto Alisha como los gemelos tienen más rasgos de nuestro padre. Ojos ligeramente azulados y cabello negro como el ónix.
Escucho la puerta de mi habitación abrirse y cuando me giro me encuentro con Alisha, su semblante serio y ojos caídos y enrojecidos por el llanto.
-Estamos listos, ayudé a los gemelos con las maletas y las subí a la minivan, sólo faltas tú.- De manera automática enderezo mi espalda para no parecer tan destrozada y fuerzo una media sonrisa.
-También estoy lista, entonces, creo que es momento de irnos.
Recuerdo cuando a papá le tocaba estar detrás del volante y a mamá de copiloto. Ahora el puesto lo tenemos Alisha y yo.
La veo por el rabillo del ojo mirar por la ventana. Es afortunada, puede escuchar música alta con sus audífonos puestos e ignorar a todos en la minivan, pero yo no, yo tengo que mantenerme concentrada en la carretera y al mismo tiempo de los dos niños menores en la parte trasera, que no dejan de hablar y gritarse entre sí.
En la primera hora del viaje todo estuvo bien, los gemelos estaban demasiado tristes para hablar, en la segunda Alisha se durmió y ellos también, en la tercera todos despertaron, Alisha se aisló en su música y los gemelos empezaron a hacerme preguntas sobre la nueva casa, incluso me preguntaron sobre el accidente de nuestros padres.
¿Qué le puedes responder a tu hermano menor cuando te pregunta la razón por la que Dios decidió llevarse a su madre?
-James, a veces, Dios tiene otros planes para nosotros, no debemos ponernos a cuestionar el porqué de las cosas, simplemente... debemos seguir adelante.
Editado: 03.04.2018