Mei se levantó a las 2:12 am, como lo hacía siempre, ya que dormía poco.
Se levantó de la cama con suavidad para no despertar a la rubia y buscó en la repisa de la biblioteca que tenía en su cuarto el libro que había empezado a leer semanas atrás. Cuando lo encontró, fue a la terraza de su cuarto, deslizando la puerta de cristal que dividía a la habitación de la misma, sentándose en el suelo y a la luz de la luna, Mei empezó a leer "La brújula de Gloria Beeth."
— ¿Stone? — Preguntó Rose desconcertada al no sentir a Mei en la amplia cama de madera negra.
Rose fue donde se encontraba Mei, quedándose sin aliento. El rostro de Mei siendo golpeado por la luz brillante de la Luna en su punto más alto, mientras que sus manos sostenían un libro algo grueso y su pelo caía por sus hombros, desarreglado por haberse despertado recientemente.
Pero Rose no fue a su lado esa madrugada, porque ella más que nadie sabía que la soledad a veces era una excelente compañera. Pero Mei ya había estado sola un largo tiempo, así que no fue una mala idea no haber ido a acompañarla.
Desayunaron en silencio a las 7:40 am. Mei entraba a la academia a las 9:00 am y Rose a las 8:00 am, así que ya de por sí, la rubia ya estaba llegando tarde.
— Agradezco que aún no he entrado a preparatoria. — Dijo Rose saliendo junto a Mei de casa de la última mencionada. — En secundaria son más relajados, pero aún no sé en qué preparatoria entrar el año que viene.
Mei paró un segundo al escuchar el comentario de la más joven. Apretó sus labios y frunció su ceño.
— Podrías entrar a la academia Stone, ya sabes... nos veríamos más.
— Mei miró al lado contrario del que se encontraba Rose, así la rubia no vería el pequeño sonrojo de Mei.
— Oh, sería una gran idea. - Dijo alzando los brazos al aire con una gran sonrisa. — Pero Mei, tu academia es muy estricta y yo no me llevo con las normas.
En eso tenía la razón absoluta, así que Mei suspiró y se sonrojó aún más al decir lo siguiente.
— Tal vez si dejo que seas la única que rompa las reglas, no sea un grave problema. — Dijo Mei mordiendo su labio inferior. — Bueno, piénsalo, Foster. Desde aquí, nuestros caminos son diferentes.
— Claro que lo haré, no planeo rechazar semejante propuesta. — Dijo Rose. Abrazó fuerte a Mei, quien abrió sus ojos al sentir el contacto de Rose.
¿Qué era este sentimiento? ¿Por qué solo lo sentía cuando estaba con ella?
— Nos vemos, Stone. — Dijo Rose despidiéndose rápidamente de Mei, para después correr y tal vez así llegar algo más pronto a su escuela.
Sí, Mei Stone había llegado a las 8:40 am a su academia, algo totalmente anormal para las demás personas, pues Mei Stone solía llegar siempre antes que cualquier otra persona, pero ella había cambiado, y al parecer en mala manera.
— Presidenta, la directora la busca. — Informó una de sus compañeras de clase.
Mei no pudo evitar sentir pánico. Su abuela estaba en la academia, lo que significaba malo para la presidenta, ¿hoy era el día en el que su abuela le dirigiría la palabra?
Golpeó tres veces con su nudillos blancos por lo fuerte que los tenía apretados.
— Adelante. — La voz firme y fuerte de su abuela, sonó para dejarla entrar.
Sus ojos azules chocaron contra los de su abuela, que eran exactamente del mismo color.
— Me han informado que has faltado el lunes y al parecer, hoy has llegado tarde. — Dijo la directora de la academia apretando la mandíbula. — ¿Qué sucede?
— Nada en lo absoluto. — Se defendió Mei apretando sus manos detrás de su espalda, entrelazadas. — Tuve un pequeño resfriado el lunes, no podía venir aunque quisiera y lo de hoy fue porque ayer me quedé hasta tarde por el consejo estudiantil y dormí muy pocas horas. — Mei era buena mintiendo cuando le convenía, pero claramente su abuela no nació ayer.
— Eres una desastre, Mei. — Gruñó su abuela dando la vuelta, mirando por la ventana de su oficina. — Sé que has estado con esa amiga rubia tuya.
Cuando nombró a Rose, sintió como su corazón se detuvo. Había encontrado su pequeño desorden mental.
— Has estado con ella todos estos días, Mei, y no puedes mentirme.
— Dijo con firmeza, asustando de este modo a su nieta. — Siempre mintiendo, Mei, ¡siempre! — Gritó con furia, golpeando el escritorio.
— No has cambiado ni un poco. Si sigues así, terminarás igual de estúpidamente mal como acabó tu padre, eres una inútil.
Mei apretó su mandíbula y desvió su mirada.
— Si eso es todo lo que desea decirme, me retiro. — Dijo Mei dándose la vuelta para salir de aquel lugar.
Fue en ese instante cuando las palabras de su abuela golpearon cruelmente a la fría pero vulnerable Mei.
— Ojalá no hubieras sido mi nieta, o incluso mejor el que no haya nacido tu padre. — Dijo su abuela antes de que Mei saliera del despacho.
Así fue como Mei salió del establecimiento Stone a gran velocidad.
Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Algunas caían por su cuello y otras tocaban el suelo por el que estaba corriendo.
El día seis Mei fue a la academia, pero salió minutos después en dirección a su casa. Así fue como en su muñeca resultaron heridas profundas y secas. Mei había caído ante la vida una vez más.