Ambas estaban una enfrente de la otra en la pequeña cama de Mei.
Habían pasado apenas horas desde que Rose decidió besarla. Ambas se quedaron en silencio y Rose corrió a su casa. Claro que Mei iba justo detrás de ella, y bueno... así acabaron las cosas.
Las 3:04 am del día domingo. Mei miraba cómo la rubia la observaba de reversa cómodamente, sin decir nada en lo absoluto. Mei acomodó el pelo de la rubia, poniendo pequeños mechones que cubrían su mejilla detrás de la oreja.
Mei sonrió, notando un libro debajo de la almohada de Rose.
— ¿El diario de Lywar? — Preguntó Mei, señalando la almohada.
— Es mi favorito. — Susurró Rose cerrando sus ojos. — "Tal vez encuentres lo que buscas en la oscuridad, porque todo lo que se pierde está allí, pero recuerda que por muy dentro que estés de la oscuridad, no debes volverte parte de ella, solo debes encontrar lo que estás buscando." — Narró su frase favorita del libro, con una pequeña sonrisa para después abrir sus enormes y envolventes orbes verde esmeralda.
Tres golpes sonaron contra la madera negra de la puerta principal de la casa Foster. Mei frunció el ceño mirando el reloj de su muñeca. 3:29 am.
— Voy a mirar quién es. — Dijo Rose levantándose de la cama. Mei se limitó a asentir.
Mei escuchó una voz masculina bastante grave, pero no tanto para que fuera de una persona adulta. Asomó su cabeza fuera de la habitación para ver de quién se trataba, pero lo único que sus ojos vieron fue un cabello prácticamente blanco desordenado antes de que Rose cerrara la puerta principal. Mei pudo notar en los ojos de Rose un sentimiento
parecido a duda, o lo que conocía de ella.
— ¿Está todo bien? — Preguntó Mei, acercándose a Rose.
— Sí, solo era un viejo amigo. — Informó Rose con una sonrisa.
Mei no preguntó nada más. Ni por qué venía a esta hora de la madrugada, ni qué era lo que venía a averiguar. Solo se quedó callada y volvieron a la habitación en silencio.
Ese mismo día en la tarde, Mei y Rose fueron camino a la biblioteca en petición de la de ojos azules, pues quería más de lo que podía masticar y comprar más libros.
— ¿Acaso has terminado aunque sea un libro? — Preguntó Rose con voz burlona.
— Cuatro de diez. — Murmuró Mei mirando un pequeño cuaderno entre sus manos, el mismo cuaderno en el que estaban las cosas que le gustaban a Rose. Fue cuando miró una frase que la hizo sonreír.
"Le gustan los crepes dulces."
Fue así como ambas terminaron con crepes en sus manos y Rose con una amplia sonrisa en su rostro, haciendo que Mei se sintiera feliz.
Compró seis libros al azar, sin mirar la portada ni el autor.
— ¿Hiciste tus deberes? — Preguntó Mei a Rose, refiriéndose a las tareas de su academia.
— ¡Claro que sí! No soy tan irresponsable.— Dijo Rose abrazando a Mei con fuerza. — Gracias por preocuparte por mí. — Susurró Rose en el oído de Mei, pasando sus brazos por sus hombros y poniéndose en las puntas de sus pies, enredando sus manos en el oscuro pelo de Mei.
Mei sintió algo molesto en su corazón, incluso creyó que podía escucharlo golpear su pecho. Era doloroso, pero se sentía dolorosamente bien.
— Gracias por aparecer en mi vida. — Susurró Mei en el oído de la rubia, quien sintió un escalofrío en su espalda al escuchar la intensidad de la voz de Mei.
Los sentimientos difíciles de controlar, y las cosas empeoran con el paso del tiempo. Pero justo ahora, todo parecía ir bien, solo parecía. El mundo es bastante contradictorio, y puedo decirte que lo que te sucede bueno justo ahora, dentro de unos días el mundo te hará sentir todo lo contrario, pero así es la vida y de este modo es que se manejan las cosas. Así controla
el destino la humanidad y todo lo que la rodea.
Mei posó sus manos en las caderas de Rose. Sus ojos que antes estaban cerrados, observaban la portada de uno de los libros que compró, y de este modo sus ojos tomaron un brillo que los hacía lucir más profundos de lo que eran. Apretó aún más a la chica entre sus brazos contra su cuerpo y suspiró.
— Te quiero, Rose. — Murmuró apretando sus labios, notando que había dicho algo sin pensar nuevamente.
Escuchó una risita de parte de Rose y una respuesta que aceleró su corazón aún más.
— Te quiero, Mei. — Dijo Rose besando la oreja de la mencionada con cariño.
El día nueve. Mei llamó a Rose por su nombre por primera vez, y aparte de eso, Rose y Mei se unieron de una manera inseparable, que Nathan se encargaría de separar al día siguiente.