Sweet Dream

Capítulo 15: William Stone

Sus ojos eran azules, tan oscuros y profundos como lo eran los de su hija. Su cabello era castaño oscuro, y aunque no tenía el mismo tono que el de su hija, el lacio era tan idéntico al de ella. Si bien las demás cosas no tenían parecido alguno con el de su hija, podrías notar que ambos son parientes por el frío que demostraban sus ojos. 

Cuando Rose lo vio parado en la puerta de entrada de la casa, quedó pasmada por la encantadora escultura masculina que podía llegar a ser el padre de Mei. Como un rey, digno de que su hija sea una princesa. 

Fue hasta cuando vio su atuendo. Camisa suelta blanca y jeans azules, deportivas azules y en su muñeca, una pulsera negra. 

— ¿Señor Stone? — Preguntó Rose, sintiendo cómo su corazón saldría de su pecho. Tenía nervios de conocer al padre de Mei, dado que la cara de su padre era mucho más intimidante que la de Mei. 

— ¿Tú? — Dijo en respuesta, pasando una mano por su cuello. Un acto nervioso por parte de él. 

— Soy Rose Foster, amiga de Mei. — Informó Rose con una sonrisa, extendiendo su mano derecha. 

Tardó un par de segundos en reaccionar, pero el hombre estrechó su mano con una sonrisa de igual modo. 

— Hay muchas explicaciones que necesito, señor Stone. — Dijo Rose con una seriedad enorme en su rostro. — Explicaciones que sé que su hija jamás me respondería. 

Los ojos del hombre rodaron del rostro de la rubia a la ventana más cercana. 

— William Stone. — Dijo su propio nombre, sintiendo cómo su corazón se partía en dos. — Tuve una hija a la cual llamé Mei, y no amaba a su madre en lo absoluto. 

Así fue como Rose se enteró de la historia del hombre, su punto de vista y su razón, pero sus acciones siempre daban como resultado el hecho de que no amaba a su hija. 

— Dijiste que venías a dormir en mi casa, pero no has cerrado los ojos ni un momento. — Comentó Winter mirando a su acompañante. 

— Solo necesitaba un lugar que no fuera mi casa. — Reconoció Mei yendo a mirarla. — Fuiste mi mejor opción. 

Sus miradas chocaron. No se conocían ni habían tenido la molestia de conocerse. No querían conocerse ni mucho menos, saber de sus problemas. 

A los doce años, a Mei Stone le gustó una chica de su clase. Le encantaba la forma en la que hablaba de la vida y parecía sonreír la mayoría de veces, pero en ocasiones se podía tener en cuenta que Winter, enamoradiza de Mei, tenía problemas. 

Eran de esas amigas que no se conocían, pero se querían. Apuesto a que sabes a lo que me refiero. 

A Mei dejó de gustarle, o aparentó hacerlo cuando fue llevada a dirección por la acción hecha en el pasado, en los baños de la academia femenina Stone. 

Esa noche tal vez ocurrió algo más de un beso, pero no voy a confirmarlo. 

Una chica de pelo castaño se encontraba mirando el cielo desde un parque de atracciones. A su lado estaba un chico mucho más alto que ella y con pelo rozando el color blanco. Los ojos de ambos eran azules oscuro, pero el chico se encargaba de analizar el cuerpo de cada chica bonita que pasaba frente a ellos. 

— Podrías golpearla y amenazarla. Ya sabes, lo típico. — Dijo Zuri con una pequeña sonrisa. — Ella es muy débil. 

Nathan volteó a verla. 

— ¿Pero qué podría decirle? 

— Algo como... Si hablas sobre esto, buscaré a tu abuela y le arrancaré del rostro aquello que use para respirar con normalidad, o algo así.  
— Respondió Zuri mirando de igual modo al chico. — Solo quiero que se aleje de Rose, y sabes que cuanto más lejos esté de ella, más fácil serán las cosas. — Sonrió una vez más. — Manipular a Rose es lo más fácil del mundo, Nathan. 

Los ojos vacíos de Nathan miraron hacia el frente, donde la atracción de la montaña rusa se encontraba. 

— Debo irme. — Dijo mirando a una chica de pelo oscuro. 

— Eso es engaño, sabes de qué hablo. — Dijo riendo Zuri mientras se levantaba de su lugar. — Mi boca está sellada, pero cumple tu promesa. 

Sellaron su acuerdo con un apretón de manos y se fueron por caminos separados. 

La vida y el destino. Muchos se quejan de ambas cosas, e incluso se quieren deshacer de la primera, pero si esto no doliera, no tendría sentido alguno. 

El ser humano estaba hecho para soportar más del peso que cree que puede levantar. Nosotros mismos nos ponemos esa barrera. 

Pero nadie aprende de sus errores. 

Los labios de Mei golpeaban con furia los de Winter como si quisiera deshacerse de algún molesto sentimiento mediante aquel beso. 

El padre de Mei miraba los ojos de Rose con más confianza que la que debería de tenerle, al decir cada palabra de lo que sentía acerca de lo sucedido con su hija, como si de un psicólogo se tratase. 

Desde hace seis años, una pequeña chica cerró su corazón a las oportunidades. Vivía solo porque debía hacerlo. 

El día catorce. Solo faltaban seis días para que el segundo mes terminara. Solo faltaban seis días para que Mei tomase una decisión definitiva. Supongo que sabes a qué me refiero. 




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