4:38 am, la luna aún se encontraba ahí.
Mei mirando el azul del mar desde el puente en el que se encontraba. Veía el reflejo de sus ojos que demostraban cansancio e inseguridad. Su ropa era su uniforme escolar, pero ahora, como era temporada de invierno, se le adicionaron un abrigo grueso azul y una bufanda.
Estaba decepcionada de la persona en la cual se había convertido. Estaba decepcionada, porque las demás personas que la conocían seguro sentían ese mismo sentimiento lleno de tristeza.
Volteó su mirada y siguió con su camino a casa. Su plan era sencillo: Evadir tanto a Rose como a su padre y seguir su rumbo como si nada, pero al ver ese pelo blanco frente a ella, su caminar se detuvo. Cuando vio sus oscuros ojos azules vacíos, supo que él veía los de ella fríos, y el frío y el vacío son una combinación muy mala.
Mei apretó su mandíbula, caminando como si nada. Pasó por su lado como si él fuera inexistente, pero el duro apretón contra su brazo la obligó a ver a aquel molesto chico.
Cuando sus ojos chocaron, sintió un molesto golpe contra su estómago. Cayó al suelo sobre sus rodillas y tosió un par de veces.
El chico se arrodilló a su nivel y le dedicó una cínica sonrisa. Era de esas sonrisas, de esas que cuando las ves, sientes que se burlan de ti sin piedad alguna.
Golpeó su mentón, haciendo caer a la chica hacia atrás. Su espalda fue golpeada por el asfalto de la acera.
El chico se levantó y la miró desde lo alto, aún con aquella sonrisa y pateó su brazo dos veces con fuerza, haciéndola voltear hacia el lado contrario a él.
Pero lo peor llegó cuando él pateó su espalda mucho más fuerte.
Las lágrimas acumuladas hicieron su aparición y sus ojos se nublaron al sentir el incómodo dolor en su cuerpo.
El chico se dirigió al lugar en el que podía ver su rostro, pero lo único que vio en la cara de la chica fue sus ojos cerrados con fuerza y lágrimas resbalarse por sus mejillas.
Pateó su estómago. Mei tosió unas cinco veces más, y una risa chillona sonó a espaldas de Mei.
— Vaya, Stone. Incluso creía que te levantarías a golpear a Nathan, pensé que serías más... cómo decirlo, ¿persistente? — La chica de cabello castaño se acomodó al lado de Nathan con una sonrisa idéntica a la de él.
Mei la miró con un intenso odio y Zuri lo recibía con los brazos abiertos.
— Nathan no sabía cómo amenazarte, así que me pidió que viniera con él. — Hizo un ademán con su mano derecha, restándole importancia.
Mei apretaba sus dientes, tan fuerte que empezaban a dolerle las encías.
— En fin. Venimos a decirte con mucha amabilidad que te alejes de Rose. — Dijo Zuri mostrando una inocente sonrisa. — Pero si no acatas nuestras órdenes. - Murmuró poniéndose en cuclillas y con una sonrisa cínica nuevamente. — Nos encargaremos, personalmente, de acabar tanto con tu apellido, como contigo, Mei Stone.
Le dio una sonora cachetada.
— Bien, nuestro trabajo está hecho. — Dijo Zuri levantándose y sonriéndole cálidamente a Nathan.
— No te conozco, Stone. — Murmuró Nathan con su típica voz grave, dándole una mirada molesta. — Pero una persona como usted no tiene el derecho de tener el amor de Rose. — Dijo desviando su mirada al frente.
Mei ahogó las bellas palabras que tenía para Nathan, pero estos dos empezaron a caminar cuando ella quiso decirlas.
Ella tenía el deber de proteger el apellido Stone, ella tenía que evitar el hecho de que alguno de ellos dos dañaran la reputación de su apellido.
——— FLASH BACK. ———
La pequeña Stone de solo ocho años escuchaba la discusión de sus padres, mientras sus pies se encontraban en el segundo escalón de bajada del segundo piso.
Mei siempre escuchaba sus discusiones de media noche y siempre peleaban exactamente por lo mismo. Su unión aún persistía por la reputación del apellido, ni siquiera decían que era por su hija, sino por el apellido.
Todos esos años que los escuchó gritarse, no derramó ni una lágrima. Tampoco cuando vio a su padre empaquetar en una maleta la ropa que encontraba, al igual que su madre. Tampoco lo hizo cuando los vio cruzar la puerta principal, sin responder a la pregunta tímida que su hija dejó salir de su boca.
— Padre, madre.— Susurró Mei apretando su mano en su pecho.
— ¿Dónde van? -
Un fuerte portazo sonó, haciendo que la niña cerrara sus ojos.
No volvió a verlos desde esa madrugada. Cuando el reloj dio las 3:00 am.
——— FIN DEL FLASHBACK ———
El día quince. Mei no llegó a casa. Ese día no vio a su padre, ni mucho menos a Rose. Ese día, Mei escapó de su vida y su apellido, por onceava vez. Pero lo más importante, sabrás el porqué Mei se levantaba antes de la hora marcada.