Si te encuentras preparado mentalmente para esto, bienvenido al día diecinueve, escrito en el capítulo 20.
No fue hasta el siguiente día que Rose obtuvo las llaves de la casa Stone. Las miró sin entender por qué Mei las había puesto allí.
Fue en dirección de la casa Stone y abrió la puerta principal, subió las escaleras y notó la puerta abierta de la habitación de Mei.
Sonrió al ver el típico desorden de la chica de cabello negro y fue a revisar si había algún libro sobre la almohada de Mei.
Su confusión fue mayor al ver una carta blanca sobre su almohada en vez de un libro como habitualmente había allí.
La tomó y leyó atentamente...
"Soy Mei Stone, heredera de la academia Stone. Tengo diecisiete años y soy presidenta del consejo estudiantil.
Antes de conocerte tenía muchas cosas ya claras, Rose. El cómo llevaría a cabo mi vida o lo poco que disfrutaría de mi juventud, incluso ya tenía una idea de con quién debía casarme.
Pero cuando me abrazaste sin ningún motivo aquel sábado que llegaste a mi casa y notaste que me cortaba, supe que serías importante en mi mundo.
Cuando sentí aquel cariño superior a la amistad y te lo dije, caí en un pozo enorme y todo empeoró cuando te vi besar a Nathan Taylor.
Pero me vi envuelta por lo increíble que se sintió que me correspondieras.
No es tu culpa que esto haya sucedido, tampoco quiero que te culpes si llegas a pensar en algo así.
Rose, voy a suicidarme. Esta es mi decisión, esto es lo que quiero.
Cuando leía cada uno de los libros que eran comprados por mi padre de sus viajes, sentía que la vida de cada uno de los protagonistas era diferente a la mía. Entonces me tomé el tiempo para observar la mía propia.
Me di cuenta de que lo único que me ha hecho feliz en toda mi vida es tu existencia, Rose.
Pero, cuando me pongo a ver lo que sucederá después, me hace estar obligada a alejarme de ti.
Cuida de las personas que conoces, ingresa a la academia Stone y llena de alegría ese instituto lleno de oscuridad. Estás hecha para esto, has vivido para alegrar a los demás.
Yo por mi parte, no solucioné ninguno de mis problemas.
Pero quiero que sepas que te amo, en verdad lo hago.
Lo sé por el vacío que sentí cuando las gotas de agua caían sobre mí. Lo sé por el sentimiento de soledad que sentía cuando estaba sin ti. Ese dolor intenso que representa el amor, lo sentí.
Hiciste que muchas cosas que creía que no cambiarían comenzaran a tomar razón.
Me diste la increíble cucharada del sabor del amor.
Soy tuya, tanto como el que tú eres mía.
Gracias, Rose."
Sus ojos permanecieron abiertos. Sus manos empezaron a temblar y sus ojos llenos de lágrimas, haciéndolas salir inmediatamente.
Corrió escaleras abajo y entró a su casa, tomó el libro que Mei le dio y dejó la cara dentro de él.
Volvió a salir de la misma y corrió con intención de buscarla. Fue a casa de su abuela, quien le dio la dirección de una de sus amigas, Melissa, quien al ver a la rubia preguntar por una persona tan impecable como Mei, solo la miró con el ceño fruncido y le dio la dirección de Winter Evans.
Cuando sus ojos esmeralda se encontraron con los de Winter, sintió un déjà vu pasar por su cabeza.
— Hola. — Saludó Winter.
Y aunque buscó respuesta de otras personas para encontrar la ubicación de Mei, no pudo encontrarla.
La adolescencia es el tiempo en el que los humanos toman decisiones que durarán por el resto de nuestra vida. Los adolescentes elegimos nuestro camino libremente, no como niños ni mucho menos como adultos, solo y únicamente como seres humanos.
Cayó a mitad de la calle de rodillas y sintió su corazón partirse con lentitud. Las lágrimas se resbalaban por su nariz, pues su rostro veía el suelo.
Cuando abrió sus ojos, se enteró de que sus lágrimas no eran las únicas que empezaban a mojar el lugar.
Empezó a llover.
Sonó su teléfono. Número desconocido.
A cada uno de nosotros nos muestran el mundo de manera diferente cuando somos pequeños. A algunos se lo muestran de rosa, a algunos de negro y a otros solo les dicen que pongan los pies sobre la tierra. Si quieres mi consejo, no sigas ninguna de estas creencias. Imagina tu propio mundo y cree en él como si fuese este.
Cuando vio los números formar la clave de un número público, tuvo la idea de quién se trataba, quería que fuese Mei.
— ¿Mei? — Dijo Rose con velocidad, sintiendo un nudo en su garganta. Su pelo empezaba a humedecerse.
Mei se había tomado el tiempo de memorizar cada una de las cosas que le gustaban a Rose, e incluso apuntó su número de teléfono en el final del cuaderno, sabiendo que alguna vez en su vida lo necesitaría.
— Quería despedirme. — Escuchó un susurro débil y suave.
Mei Stone quiso pintar su mundo de oscuridad, también quiso que su única luz fuese aquella rubia que conoció por casualidad. A Mei nunca le dijeron cómo debía pensar sobre el mundo, esto hizo que ella lo creara acuerdo a lo que vivió.
Sus lágrimas empezaron a volverse más abundantes, tanto que sintió su corazón ahogarse.
— ¿De qué estás hablando, Mei? — Dijo Rose con desesperación. Su ropa se volvió más pesada al ser tocada por la lluvia, que pasó de ser poca a mucha. — Aún hay mucho de lo que tenemos que hablar, hay muchas cosas que debemos resolver. — Dijo Rose levantándose y empezando a caminar sin ningún rumbo en específico. — Mei, no me hagas esto, por favor.
Lo último sonó como una súplica, como si fuese su única esperanza.
— Aún quiero amarte mucho más, Mei. — Dijo Rose con su vista nublada y con las gotas de lluvia caer consecutivamente en sus hombros. — Te necesito, no puedes hacerme esto.
La necesidad. Un sentimiento de dependencia, un sentimiento que solo los enamorados pueden llegar a controlar o perderse en este.
— Te amo. — Murmuró Mei al otro lado de la línea. Lo dijo con tanta naturalidad, que Rose creyó que era cierto.
Las últimas palabras de Mei.
— También te amo, Mei. — Respondió Rose con una pequeña sonrisa, tocando su corazón sobre su abrigo ya empapado.
Las últimas palabras que escuchó Mei.
Los gracioso fue, que aunque Mei dijo que iba a despedirse, nunca le dijo adiós.
Mei sin saberlo, abrió la puerta de una única oportunidad que no sería en esta vida que iba a acabar.
La sonrisa de Rose desapareció cuando escuchó el sonido fuerte e impactante. Procesó lo sucedido con sus ojos abiertos. Su mundo se detuvo inmediatamente. Ese había sido un disparo. Rose volvió a caer de rodillas. Cubrió su rostro con ambas manos.
Ahora que esta historia está a punto de culminar, deseo que prometas algo que espero que cumplas. Crea tu propio mundo y haz un cambio loco a tu vida. Si crees que está mal, busca un ángulo diferente que te haga cambiar de opinión. No te dejes llevar, arrepiéntete de lo que crees que hiciste mal y cámbialo por algo que te alegre. Resuelve tus problemas y arregla tus errores. Ama sin miedo a que te duela, y vive, antes de morir.
El teléfono colgaba de la tira plateada. Frente a él se encontraba una chica de pelo negro, ojos azules cubiertos por sus párpados cerrados, tres libros que sobresalían de su mochila y el arma se encontraba justo al lado de la chica en el suelo.
La lluvía caía sobre su cuerpo, pero en ese momento, la chica no sentía absolutamente nada.
Su vida acabó a las 11:27 pm, la misma hora que conoció a Rose Foster.
— ¿Mei? — Susurró Rose con temblor en su voz. — ¡Mei! — Repitió en un grito.
— ¿Sabes que estás detrás de una fiesta? — Escuchó decir una voz detrás de ella.
La rubia volteó y lo miró con enfado.
— Tranquila, rubia, no hago daño. — Levantó sus manos y le dio una pequeña sonrisa. — Soy Lawrence. — Mencionó solo su apellido.
El pelo de aquel chico era rubio de igual modo y sus ojos eran azules, su sonrisa era sublime. Ayudó a levantar a Rose quien solo en el momento en el que lo vio con detenimiento, notó que en su mano izquierda tenía un paraguas.
— Necesito perderme en lo que sea, ahora mismo. — Dijo con suavidad la rubia, aún con lágrimas en sus ojos.
El chico le dedicó una sonrisa y miró detrás de él.
— Pues salí de aquella fiesta por las drogas. — Dijo el chico rubio alzando sus hombros. — Pero nunca dejaría que una chica tan bella como lo es usted ingiriera algo como eso. — Le dedicó una sonrisa más.
Rose pensó que era irritante, en ese entonces.
La situación anterior demostraba solo una cosa. El destino necesitaba a Rose con vida, sin embargo, a Mei no.
Camino a casa aún sentía sus lágrimas deslizarse por sus mejillas. Abrazaba su cuerpo sintiendo un vacío en su corazón.
Cuando su madre la vio en ese estado, agradeció al chico el haberla traído y abrazó a su hija cuando este desapareció.
Cuando recibió la noticia, abrazó a su hija mucho más fuerte y lloró junto a ella. Sentía el dolor aunque ella no tuviese nada que ver.
Para nosotros, la vida es una esencia muy difícil de mantener con nosotros como poción beneficiosa, porque nosotros mismos podemos llegar a odiarla. Mei Stone fue una de esas chicas depresivas y frías, serías y vacías. Una chica que en mayor definición fue incomprensible y nadie puede negarlo. Y esta vez no me tomé el tiempo de narrar solo la vida de una chica que tenía apariencia de no sentir, sino también de la otra chica que llegó para cambiar su modo de ver las cosas.
Si Mei no se hubiese quedado diez minutos analizando la familia de la casa Foster, Rose y ella no se hubiesen conocido. Y tal vez, aquel mes de diciembre, Mei no se hubiera molestado en pensar sobre los sentimientos que golpeaban su corazón con fuerza.
Pero las cosas debían suceder así, pues así estaba decidida esa historia desde el inicio.
El día diecinueve, un día que no estaba hecho para recordar, un día que si no quieres, no necesitas recordar.
Pero, ¿aquí acaba todo? ¿Crees en el destino y en el reencuentro?
Pues yo sí, después de todo, esta historia tiene un contenido final de veintidós capítulos.
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"El hombre le sonrió. La niña le miró divertida al notar que tenía un oso detrás de su espalda. Lo gracioso era que aquel peluche era gigante y por mucho que el hombre lo ocultase, iba a
verse.
El hombre amaba a su hija, porque era idéntica a su madre, porque era su único recuerdo.
El hombre la amaba porque era parte de su vida, porque siempre lo fue desde que nació. Estaba acostumbrado a las sonrisas que le daba la pequeña en las mañanas y tardes, y sus lágrimas
en las noches."
- Sweet Dream, fragmento del capítulo 20.