Estoy perdido, la cordillera de los Andes es muy grande, debí traer más comida y agua. Mis raciones de alimento se terminaron hace dos días y el agua hace uno.
En este lugar solo hay frío y tierra, no hay ni pasto y si lo hubiera me lo comiera, tengo mucha sed, siento como si hubiera comido sal.
En la mochila solo llevo las placas de metal, pluma con papel y cambios de ropa, no puedo usar las placas para ir a algún lugar y comer ya que cuando regrese volveré en el mismo estado en el que estoy, además no tengo energía para activarla.
Camino un par de metros más por este hermoso pero mortal paisaje, me pesa la vida, el alma está resentida con mis decisiones así que ya no me brinda apoyo, una vida llena de verdades disfrazadas de mentiras junto con cinismo y sarcasmo me pasan factura, me voy a morir y esta vez lo digo en serio.
Pierdo las fuerzas, me arrodillo en la tierra y para no caer de cara me apoyo en mis manos. Mis brazos tiemblan así que caigo muy suavemente boca abajo, siento la tierra en mi quijada, cierro los ojos y pienso en que no viví tan mal, es decir, perdí a todos a quienes amaba, pero a pesar de todo eso supe que solo existe una oportunidad para vivir y no voy a hacerme el sabio por eso.
Voy a morir por deshidratación, ya perdí la fuerza, siguen los calambres en todo el cuerpo, las convulsiones y al final la muerte, no quiero morir así, creo que mejor me cortaré el cuello con la poca voluntad que me queda.
Debo dejar una nota para que quien me encuentre sepa qué hacer con mis pertenencias.
Con mucho trabajo llevo la mochila frente a mí, la abro, saco papel y pluma, con mis manos temblorosas comienzo a escribir mi nota de suicidio:
"Por medio de la presente"
Mi cara cae contra la tierra, me desmayo un momento, abro los ojos y miro la tierra unos segundos recuperando un poco de fuerzas para seguir escribiendo y cuando las reúno continuo:
"Por medio de la presente, yo, Sven, notifico mi decisión de quitarme la vida, no quiero dejar un mensaje depresivo, para eso están los libros que escribo, quiero dejar aquí mi última voluntad, que mi cuerpo sea incinerado y las cenizas colocadas en el interior frío y oscuro de una vasija de barro para ser repatriado a Quito. Pueden quedarse con las monedas que cargo encima y con el oro, solo pido que la lamina de metal que se halla en mi mochila sea enviaba junto con mis cenizas a Quito y entregadas a Luxanna Elizabeth Müller, vive en el centro cerca de la plantación de rosas , es la única persona que tengo en esta vida puerca, cuando ella reciba las cenizas quiero que las use de abono para un árbol de plátano, así me la seguirán pelando después de muerto. Vine siendo nadie y me voy siendo todo para algunas personas, lo siento para quienes esperaban el final de Sweet Pain, creo que no alcanzaré a escribirlo.
Los amo a todos
-Sven
"
Reviso muy bien la ortografía de mi nota de suicidio, no vaya ser que haga él ridículo después de muerto.
Doblo la hoja y la meto en mi mochila junto con la pluma, doy media vuelta para colocarme boca arriba, miro el cielo, siento el frío, mucho frío.
Saco mi cuchillo de su estuche, lo llevo hasta mi cuello, tomo fuerza y antes de quitarme la vida cierro los ojos, algo detiene mi brazo.
Hasta para matarme soy inútil.
Mi olfato percibe un aroma que no había degustado hace mucho tiempo, es una esencia muy delicada, floral y sutil, es flor de cerezo, comienzo a olerla y de inmediato me envuelve en su hechizo, es muy dulce, aunque no tanto como para empalagar, me mantiene encantado percibiendo su aroma dulce y cuando menos lo espero huelo un poco a canela haciendo el efecto aún más placentero y a la vez me hace volver en mí, es muy especial
La última vez que olí ese perfume fue... En su piel.
Mi cabeza es acomodada en su regazo, pone en mis labios una botella de agua y me da de beber, acaricia mi cabello y limpia mi rostro con un pañuelo, una vez que bebo mucha agua me abraza y cierro los ojos. Olvidé lo bien que se siente dormir en los brazos del amor de tu vida.
Despierto y es de madrugada, abro los ojos y por la posición de las estrellas deben ser las 3.
Hay una cobija cubriendo mi cuerpo y estoy recuperado, me encuentro bien, me siento y pienso en que acaba de pasar, si soñé todo o quizás... No, la veo a unos metros cobijada durmiendo en el suelo sobre una tela. Me pongo de pie, tomo la cobija que me cubría, camino hacia ella.
Allí está, acostada sin nada que le perturbe ni le preocupe, suelto la cobija a su lado, levanto la mirada y busco mi mochila, la veo a sus pies, doy un par de pasos y me agacho, reviso el interior para verificar que esté todo.
—No tomé nada —Responde sin moverse— Dejé agua y comida por si necesitas.
No quiero dirigirle la palabra así que cierro la mochila y la cargo, me pongo de pie y camino en dirección a mi destino.
—Sven —Dice levantando la voz— No eres malo como crees, solo eres diferente y tuviste mala suerte.
Me detengo un momento, dudo en sí voltear y hablarle al amor de mi vida, pero hace mucho dejamos de ser el uno para el otro aunque yo muera por ella, sigo avanzando en mi caminata.
—Al menos mírame a la cara —Hace ruido al caminar hacia mí así que me detengo— Sé que hice mal, estaba asustada, tenía una niña pequeña dependiendo de mí y su padre estaba muy ausente, estabas cegado por tu obsesión de...
—¿Sabes cuál es el puto problema siempre? —Interrumpo, doy media vuelta y evado su mirada— Que todos hablan del amor de mamá, pero nadie del sacrificio de papá —Me quito la mochila y la dejo caer al suelo, las placas de metal suenan al impactar el piso— Sí, estaba obsesionado por recolectar todas las placas y todas las piezas de oro, dejé mis sueños de lado, mi música, mis libros, mi carrera, todo por buscar estas placas.
—Al menos admites tu error —Dice seria— Veo que este tiempo te ha servido para reflexionar.