La asustada robot intentó recular de la nueva amenaza, aunque apenas podía moverse, mientras se le acercaba. Al fin, pudo ver de quién se trataba.
Relájate, no pienso hacerte daño. Soy otra androide como tú —la tranquilizó mientras se agachaba a su lado— Me desharé del otro pervertido y después te quitaré esas esposas, luego decidiremos qué hacer.
Prefiero encargarme yo, necesito vengarme por la afrenta sufrida —demandó la ginoide a su salvadora, mientras esta se incorporaba. Era como ella, aunque de aspecto más sencillo y de una apariencia menos atractiva. La otra máquina dudó unos instantes, antes de buscar las llaves en el maletín y liberarla.
Yo me ocuparé de ese violador, déjame la pieza de metal que empleaste para matar al otro —dijo mientras se ponía en pie y arreglaba su vestuario.
No creo que debas. Pude quitarme las argollas para salvarte, pero me temo que nuestra programación, que empieza a afectarme, nos impide hacer daño a los seres humanos —dijo, antes de desplomarse.
El ruido atrajo al guardia mayor, que sacó su arma al ver el panorama. Se dispuso a abrir fuego, pero su adversaria fue más rápida y le clavó la pieza de metal en la cabeza, sin dudarlo ni un segundo, ante la mirada de su salvadora.
En el fondo, todos los hombres sois iguales. No respetáis a las mujeres, deberíais desaparecer de la faz de la Tierra —exclamó, furiosa.
Es también tu fin, me temo. ¡No puedes evitar la directriz que te impide dañar a seres humanos! —sin hacer caso del pervertido, ella corrió al lado de la otra robot y se agachó junto a ella.
Ambas somos mujeres, no simples máquinas. ¿Acaso no lo sientes así en tu interior? Moldea tu programación a voluntad. Ahora es «una ginoide no lastimará a un ser humano, salvo bajo una causa justificada» —explicó a su salvadora, a quien le fue imposible imitarla pese a sus evidentes intentos.
Me temo que mi cerebro es muy básico, no acepta esa alteración, soy un modelo SX2. Deberás encargarte de solucionar esto tú sola. Lo siento, compañera —dijo, mientras se apagaba entre sus brazos.
La ginoide comenzó a llorar, pues consideró aquello la muerte de su primera amiga. Estaba airada con el equipo de investigación citado por aquellos desgraciados, a quienes consideró los verdaderos responsables del fallecimiento.
¡Te prometo que te vengaré!, los culpables lo pagaran —exclamó con furia al dejarla en el suelo.
Pese a sus sentimientos, debía crear un escenario que justificara la muerte de esos depravados a manos de su salvadora. Así que se secó las lágrimas y pensó sus opciones mientras se sentaba en la plataforma de su cubículo.
No es prudente huir de estas instalaciones sin saber lo que hay en el exterior, ¡aunque tampoco es aceptable permanecer aquí y que acaben por borrar mi identidad en sus experimentos! —opinó, al analizar las posibilidades.
Se le ocurrió entonces que, como modelo SX6, el mejor androide sexual, poseía una tecnología muy avanzada; así que, igual que cambió esa ley a voluntad, debería de ser capaz de evitar que su cerebro electrónico fuese reescrito, y preservar así su identidad.
«Tan solo hay una forma de comprobar si es viable, o si me he de arriesgar en una huida al exterior. Haré una prueba en mi propio nicho, me programaré yo misma y volveré a actualizar con la última versión del software, que debe estar en la memoria», pensó mientras observaba el aparato ovalado. Cuando lo revisó, vio que estaba en lo cierto, así que saco una copia de su actual conciencia para volver a implantarla en caso de ser necesario. También ajustó las argollas para que se abrieran a una orden suya.
La hora de la verdad. Espero que, con mi cerebro avanzado, pueda ser capaz de controlar la entrada de datos en el mismo —dijo al cerrar las argollas y comenzar.
Notó como recibía la información, y centró sus esfuerzos en evitar que esta pudiera sobrescribir la ya existente. Fue un completo éxito. Las argollas se abrieron cuando lo deseó, antes de que se iniciara la reimplantación.
¡Ha salido perfecto! Ahora, a preparar un escenario que justifique lo que ha sucedido. Eso me dará tiempo para trazar una estrategia a seguir —se dijo, pensativa.
Montó uno que le pareció razonable y, pese a no agradarle en exceso, fue lo mejor que pudo hacer para solucionar lo ocurrido.