Take Me: Tómame

Capítulo 7

Cuatro años atrás﴿

Simone Cárter

La institución Federal Gubernamental de la Colonia Penitenciaria IK-6 UFSIN de Rusia de Öblast de Oremburgo, mejor conocida como Chyorniy Del’fin… el delfín negro, una prisión localizada en Sol-Iletsk es una de las más estrictas de la federación rusa por no decir de las más crueles.

Es una de las prisiones más antiguas, data de 1745, se encuentra en frontera con Kazajistán y acoge a lo peor de lo peor, los más peligrosos y desagradables, pedófilos o pederastas, asesinos, terroristas, caníbales y cualquiera que reciba la denominación de “maniacos”

La manera en la que manejan a los reos es minuciosa, se mantiene con los ojos cerrados mientras son transportados de un lugar a otro dentro de las instalaciones, con el fin de que no logren orientarse y así evitar posibles fugas. ¿Cómo sé todo esto?, bueno… en algún momento mi abuela me hizo aprender el modus operandi de cada prisión en Rusia, por lo menos las más estrictas y las que fuera un destino para mí como rusalka. Está en especial fue la que más traumas me generó, me causaba pesadillas por la noche, que irónico que esté aquí, intentando recordar las viejas enseñanzas ahora para sacarla a ella.

—¿Estás lista?—, escucho en mi oído la voz de Tyra, está tan nerviosa como yo.

Acomodo mi traje sastre, mis tacones se ven lustrosos y mi abrigo negro favorece mi figura. Evito que los lentes resbalen por mi nariz y acomodo el último mechón de mi peluca roja, veo por un momento el delfín negro, esa escultura hecha por los mismos reclusos, tan hermosa y a la vez perturbadora.

Avans!—, el oficial me dice bruscamente, incitándome a continuar con el camino.

Da!… lo siento… es muy imponente este lugar— le digo mientras me aferro a mi maletín y veo ante mí a ese imponente monstruo lleno de ventanas abarrotadas y pasillos revueltos.

Llegamos a uno de los centros de control, me piden abrir mi maletín mientras me hacen pasar por un detector de metales. Revisan mis cosas con minuciosidad, ven los bolígrafos y lapiceros, se ven a los ojos frunciendo el ceño como si quisieran valorar que tan buena idea es que me dejen pasar. Se quedan con muchas cosas, de metal o afiladas, todo lo que consideran peligroso para mí o para los demás.

Pasan los detectores y justo a la altura de mis pechos, suena insistentemente, me ven con desconfianza y el oficial que me acompaña se planta frente a mí, molesto, como si ya estuviera infringiendo las reglas.

—¿Que trae ahí?

—Son las varillas de mi brasier— entrecierra los ojos y voltea hacia sus compañeros que se han puesto de pie, dispuestos a brincar hacia mí en cualquier momento.

—Levante las manos, tocaré con el dorso de mi mano, por su bien, espero que hable con la verdad, vrach.

Sin quitarme la mirada de encima extiendo mis brazos y lentamente comienza a buscar, dice que solo va a palpar con el dorso, pero supongo que no tiene inconveniente en usar toda su mano para examinar mis pechos. Sonríe de lado mientras bajo la mirada, no quiero ver esos ojos llenos de lascivia. Cuando termina se quita de mi camino y hace un ademán con su cabeza para que lo siga.

Hace más de un año la policía rusa hizo una redada en la cual logró capturar a Dusha, la madre de las rusalkas, mi abuela, fielmente afiliada a la mafia rusa desde casi toda su vida, entre ella y Tyra Sheppard, o mejor dicho, Tyra Lodbrok, se encargaron de llevar a la mafia rusa a donde está, generando guerreros incansables, sedientos de sangre, que no sienten dolor, que no claudican, que no suplican ni retroceden. 

Mi madre fue parte de este circo, logró escapar, pero no por mucho tiempo, yo tampoco me salvé, cuando más sola me encontraba fui secuestrada por mi abuela, aprendí a ser una rusalka, lloré y sangré, acabaron con mi espíritu y marcaron mi carne con su sello como si fuera parte del ganado, ahora me encuentro aquí, como una buena nieta buscando a su abuela.

Avanzamos por pasillos largos, aunque el lugar conserva la arquitectura con la que fue construido, se han esmerado en reconstruirlo y evitar que el paso del tiempo se encargue de destruirlo. Con forme caminamos escucho el barullo de quienes viven entre estas paredes, no voy a negar que tengo miedo, que sé que todo puede salir mal, pero… ¿qué es lo peor que puede pasar?, ¿qué pierda la vida?, bueno, ese es el menor de mis problemas.

Entramos a una reducida sala, las paredes son rejas con los barrotes muy cerrados y una mesa de acero en el centro. Me siento en una de las sillas y comienzo a revisar lo que hay en mi maleta o más bien lo que dejaron en ella que no decidieron decomisar. El oficial que me acompaña, con sus enormes ojos azules me ve de pies a cabeza, analizando cada acción, cada movimiento, dejo un lápiz con la punta rota en la mesa y de inmediato se acerca y lo arrebata con coraje.

—¿Sabe qué hace aquí?—, pregunta molesto, sus ojos destilan odio.

—Vine para hacer un perfil psicológico de algunos custodios, tengo entendido que en su mayoría aún no han sido enjuiciados y lo necesitan para procesarlos correctamente— acomodo de nuevo mis lentes evitando que se caigan por mi nariz.

—Esta gente es peligrosa, pertenecen a mafias muy complejas y poderosas, el mínimo error y puede estar muerta ¿lo entiende?—, me ofrece el lápiz y cuando lo voy a tomar me lo vuelve a arrebatar —ponga atención a lo que hace.




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