Simone Cárter
La habitación es suficientemente oscura para no darme cuenta si ha amanecido, tampoco escucho el canto de las aves, es tan alejada de todo como recuerdo, pero la diferencia es que esta vez mi estancia ha sido placentera. Me levanto estirando cada una de mis articulaciones, mis músculos se relajan y aunque me siento cansada, estoy perfectamente de maravilla. Volteo a mi lado, para sorpresa mía encuentro a Aiden dormido, descansando plácidamente, creo que es la primera vez que se muestra así, vulnerable, confiando perfectamente en que no lo lastimaré, nunca lo había hecho, siempre que despertaba él ya estaba en la cocina haciendo el desayuno o simplemente había desaparecido.
Me mantengo paciente, viéndolo, su respiración es suave, sus labios están entre abiertos, parece un ángel, alguna clase de Dios mitológico, tal vez mis antepasados creían en dioses gracias a seres como él, que parecen tan irreales. Acerco mi mano hacia su pecho descubierto, mostrándome las heridas que el fuego creo en su carne, me causan dolor y me siento tan arrepentida por no haberlo buscado desde antes. Supongo que Tyra tenía razón, pero no lo quería admitir, él solo quería cuidarme de sí mismo, tenía miedo, ¿cómo no hacerlo?, en cualquier momento se puede transformar y arrancarme la cabeza, pero… la confianza que tengo en él es aún más grande, sé que ni él ni la bestia me harán daño nunca.
Acerco mis dedos a sus labios, los delineo con suavidad, no quiero despertarlo, pero no puedo evitar aprovecharme de su vulnerabilidad, sigo el perfil de su nariz con las yemas, admirada de tanta belleza y a la vez fiereza, es como estar ante un león dormido, tan hermoso como peligroso. De pronto, gentilmente, me toma por la muñeca, deteniéndome, aunque me toma por sorpresa no me asusto, sus labios forman una delicada sonrisa mientras sus ojos siguen cerrados.
—Me haces cosquillas…— dice en voz baja, sus ojos se abren lentamente, mi respiración se detiene, mi corazón se acelera y espero pacientemente hasta que su mirada se encuentra con la mía.
—Perdón… no quise despertarte— le sonrío y me recorro en la cama para acercarme más a él, beso su mejilla y después la acaricio con la punta de mi nariz, no puedo evitar comportarme como un gato buscando una caricia, un mimo, restregándome contra él, quiero que me abrace, que me quiera, que me acaricie, como si el mundo allá afuera no estuviera llevándoselo el carajo.
Se levanta delicadamente sin soltar mi mano mientras yo, de nuevo, me recuesto, sin quitarle la mirada de encima, simplemente hipnotizada por él, por su presencia. Me sonríe de esa manera que hace que quiera llorar, pero de ternura, sin comprender como es que pude ganarme esto, ¿cómo pasé de… perderlo, odiarlo y… de nuevo amarlo?, ¿cómo es que logré de nuevo estar aquí, entre sus brazos, viendo sus ojos con todo el amor que siento por él y recibiendo a cambio una mirada con la misma compasión y cariño?
Acaricia mi rostro delicadamente y un suspiro sale de entre mis labios, no puedo ni parpadear, es como si mis ojos no quisieran perderse ningún gesto o sonrisa, me siento como al principio, como ese breve periodo antes de la tempestad, donde ambos habíamos aceptado estar juntos, donde era mi adoración y yo la de él, donde lo más preocupante era pensar en cómo les diríamos a todos que estábamos juntos.
—Buenos días— su voz es tan melodiosa y taladra tan profundo en mis oídos llegando hasta mi corazón. En cambio mi voz no es capaz de salir, ni siquiera siento que esté respirando.
Se acomoda suavemente sobre mí, sin quitarme la mirada de encima, su peso es apenas perceptible, busca no aplastarme debajo de él; acaricia mi cabello con suavidad y recorre cada línea de mi rostro con su mirada, uno de sus dedos se posa sobre mis labios y los acaricia como yo hace un momento acaricié los suyos.
—Buenos días— le respondo de forma casi inaudible, él solo sonríe y se inclina sobre mí, besándome suavemente.
Sin pensarlo dos veces envuelvo su cuello con mis brazos y cierro mis ojos, dejándome llevar por su boca, olvidándome de dónde vengo, a donde voy, mi mente no quiere pensar en lo que vaya a pasar una vez que salgamos de la cama. Sus manos acarician mi piel, recorren el largo de mis brazos suavemente y se esconden entre el colchón y mi espalda, siguen la dirección de mi columna hacia mis caderas, haciendo que ese fuego turbulento de mi corazón incendie el resto de mi cuerpo.
De pronto alguien toca constantemente a la puerta, tomándonos por sorpresa, regresando bruscamente a la realidad. Aiden deja a un lado esa faceta tierna y cariñosa y vuelve a ser ese depredador a sangre fría que conozco tan bien. Voltea hacia la puerta esperando atentamente, se mueve como un felino sobre la cama hasta llegar al borde de ella, envuelve su cuerpo desde la cintura con una de las sábanas, dejándome otra a mí, mientras que camina hacia el escritorio y toma el dije que cubre mi identidad, voltea y me lo arroja, lo atrapo con una sola mano y lo pongo alrededor de mi cuello, haciendo que el seidr de las nornas me transformen de nuevo en Roxy.
Aiden toma el pomo de la puerta, por el rabillo del ojo se da cuenta que mi identidad está cubierta y procede a abrir lentamente, dejando ver a Darla del otro lado, la cual aprovecha la oportunidad y se asoma naturalmente hacia la cama, viéndome con una sonrisa pícara.
—Me alegra ver que por fin disfrutó un poco de los beneficios de trabajar para Burak— le dice mordiéndose los labios.
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Editado: 07.01.2022