Take Me: Tómame

Capítulo 37

Me quedo congelada, alguien entró en la casa, la pregunta importante es ¿seguirá adentro?, guardo las llaves y saco una de las hachas de mi cinturón, dispuesta a averiguarlo, entro lentamente, con la espalda pegada a la pared, tratando de agudizar no solo la vista sino también el oído. Camino con cuidado de no hacer mucho ruido; me asomo a la sala a mi derecha y pareciera no haber nada, veo a mi izquierda hacia el comedor y esta aparentemente vacío.

Voy pegada a las paredes, controlando incluso mi respiración, llego a la cocina, con la espalda empujo la puerta y cuando entro el lugar está vacío y todo en su lugar. Intento respirar, bajar un poco la presión cuando escucho unos pasos en el piso de arriba, a la altura de mi habitación. Salgo de la cocina, saco la otra hacha de mi pantalón y subo las escaleras hacia el piso de arriba, parece que son mis únicas armas, las giro en mis manos cortando el aire y haciéndolo silbar.

Llego a la puerta del baño y la abro, no hay nada, cuando la cierro un aroma dulce llega a mi nariz, huele a vainilla. Sigo mi camino hacia mi habitación, avanzo suavemente por el piso de madera barnizada y noto que la puerta de mi cuarto esta semi-abierta y la luz está encendida. La abro lista para pelear, pero algo cambia mis intenciones.

Velas aromáticas inundan mi habitación con olor a vainilla, es lo único que ilumina, y sobre el tocador hay una botella de vino y dos copas, dejo ambas hachas a lado y levanto la botella con cuidado, leo la etiqueta en mi cabeza “Sauternes de Chateau d’ Yquem” del año 1990, el año en el que nací. Una sonrisa se apodera de mi rostro, de pronto una mano enguantada aparece y se desliza por mi brazo hasta llegar hasta la botella mientras una respiración choca suavemente con la piel de mi cuello.

—No deberías de confiarte… ni siquiera aunque parezca algo inofensivo…— dice en mi oído y mis piernas se debilitan, me apoyo sobre el tocador con una mano y veo por el reflejo del espejo a Aiden que no ha dejado de observarme, deleitándose con cada gesto.

Me quita la botella y con facilidad quita el corcho, supongo que tanta práctica hace al maestro, volteo hacia él mientras sirve las copas, siento algo de vergüenza, pues mi corazón está agitado, emocionado por verlo, supongo que su oído agudo lo escucha claramente. Me quito las gafas y mi piel pierde ese color moreno, mis ojos miel se tornan azules y de mi cabello se deslava ese tono oscuro que lo cubría. Cuando me vuelvo a dar cuenta Aiden me está viendo con más atención y agudeza.

—No es que ver la puerta abierta me diera confianza, pero… no cualquier asesino o ladrón prende velas de vainilla y se presenta con una copa de vino— me ofrece la copa al mismo tiempo que una sonrisa de medio lado, marcando ese hoyuelo tan característico.

—De todos los criminales que conoces, yo soy el más peligroso, del que más deberías de temer— se retira los guantes de piel y suavemente acaricia mi rostro.

—De todos los criminales que conozco… tu eres el único que no ha intentado matarme— le sonrío antes de beber de mi copa, pero noto una nota de tristeza, de nostalgia, como si algo le molestara.

—He controlado lo mejor que puedo a la bestia… lo sabes, pero temo que algún día no pueda y termine devorándote…

—No será tan fácil, no deberías de temer… no soy cualquier persona…— dejo la copa en el tocador y me acerco a él —…dudo que ese momento llegue… dudo que… me lastimes, pero ten en cuenta que si lo intentas… no te será tan fácil— mi comentario de nuevo regresa esa media sonrisa a su rostro y ve detrás de mí las hachas con diversión.

—Me pregunto… ¿quién ganaría el duelo?, ¿la valquiria o el wendigo?

—Pues… debes de saber que esas hachas son mágicas, me las han entregado las nornas, tienen runas que las hacen más fuertes y filosas, tanto que pueden cortar la carne de un wendigo con facilidad— tomo una y la levanto frente a él, levanta el rostro ofreciéndome su cuello, como si no temiera que tuviera un arranque de estupidez y lo pudiera lastimar.

—Entonces… hazlo cuando sea le momento indicado— dice suavemente y cierra sus ojos como si esperara que le rebanara el cuello.

Bajo el hacha, la alejo de su piel con temor de herirlo, no podría hacerle daño, incluso si me atacara, lo amo tanto que preferiría perecer a su lado que… vivir sin él y mucho menos asesinarlo. Me levanto sobre las puntas de mis pies y le doy un beso en su cuello con suavidad.

—Nunca las usaría contra ti…— le digo contra su piel y con el corazón en la mano. Baja lentamente su rostro y me ve con ternura.

—¿Cómo sabes que esas hachas serán útiles contra un wendigo, si no las has probado?

—No las probaré en ti— le digo frunciendo el ceño, ¿qué clase de sentimiento suicida lo atormenta hoy?

De pronto su mano se torna negra, sus uñas son reemplazadas por garras largas y afiladas, lentamente la acerca hacia el filo del hacha, recargando su palma en ella, envolviendo la hoja con sus dedos, pero sin dejar de verme directo a los ojos, me siento hipnotizada hasta que el olor a sangre llega a mi nariz, él no parece afectado ni sorprendido, pero noto que el filo a cortado su piel, pese a que no era humana, pese a que era la mano de un wendigo, la cortó como si se tratara de algo suave, donde no funcionó mi escopeta, esta hacha lo está haciendo.

Rápidamente la quito, la alejo de él, me aterra verlo sangrar, dejo el hacha sobre el tocador detrás de mí y tomo su mano con delicadeza, es más grande que las mías, su piel negra y áspera sangra mientras yo intento hacer presión.




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