Tyler
Me despierto poco a poco, bostezando, y miro al instante a mi izquierda, donde veo a Nora aún dormida. Me arriesgaría a decir que hoy ha pasado mejor noche; después de cenar juntos, seguimos leyendo su guion –el cual admito que me ha gustado demasiado− y, cuando salí del baño un rato más tarde, ya estaba dormida.
Mejor, sé que la noche anterior no descansó demasiado.
Miro a Nora dormir a mi lado y paso uno de mis dedos por su rostro son suavidad, apartándole un mechón de pelo de su mejilla para ver mejor su rostro. Ella apenas se percata y sigue durmiendo; yo sigo mirándola, totalmente embobado. Con la necesidad de protegerla.
Verla aquí, a mi lado, durmiendo después de haber estado hablando, leyendo ese guion, y después de recordar –yo al menos, ella no quería hablar de ello− lo que estuvo a punto de hacer Marcus con ella…
Cierro los ojos y respiro profundamente. No voy a pensar en ello. Tenía más que claro que era un capullo, pero llegar a esos extremos… ¿realmente habría llevado a cabo lo que quería si yo no hubiese entrado por esa puerta? ¿Realmente la hubiese…?
Lo iba a hacer. No iba a parar. Menos mal que entré a tiempo. Las marcas que le quedarán en la cara le quedarán preciosas para su cara de capullo, aunque me hubiese gustado seguir dándole golpes si Nora no hubiese estado ahí, totalmente desolada. Perdida. Destrozada.
De hecho, aún lo está y no sé qué debo hacer para hacerla sentir mejor. Quiero protegerla. Quiero que esté bien. Quiero que sea lo feliz que se merece.
Vuelvo a pasar mi dedo por su mejilla, sólo que ahora no tienen ningún mechón, simplemente es para asegurarme de que realmente está aquí. Conmigo. De que estará bien.
Siento que he ganado un premio con ella. La coloqué en primera posición en mi vida, sin saber por qué.
Y ahora no puedo sacarla de mi vida.
Me quedo unos minutos más así, mirándola fijamente y pensando en la suerte que tengo de tenerla en mi vida y de lo imbécil que fui en su momento de alejarme de ella. Me quedo así un rato hasta que ella se mueve un poco y yo, finalmente, decido llamarla para despertarla. Tenemos que hacer ese viaje.
−Nora –la llamo en voz baja. Ella murmura algo ininteligible y yo sonrío−. Nora, despierta.
−¿Por qué? –murmura de nuevo, aún con los ojos cerrados.
−Tenemos un viaje que hacer.
−Estoy cansada.
−Ya me imagino –sonrío un poco más cuando, al final, abre los ojos y me mira con los ojos entrecerrados−. Buenos días.
−Buenos días –se pasa las manos por los ojos y ahoga un bostezo−. ¿Qué hora es?
Me inclino un poco hacia el lado contrario, mirando la hora en mi móvil, antes de volver a girarme hacia ella.
−Casi las 9 y media –le digo y ella suspira, cerrando los ojos de nuevo.
Creo que no he dejado de sonreír en ningún momento y ahora tampoco lo hago. Sin dejar de mirarla.
Se queda un minuto más así, con los ojos cerrados y yo me inclino hacia ella. Dejo un beso en la comisura de sus labios. Luego en la otra. Y en la nariz, en la barbilla… No puedo parar. Es adictiva.
Ella, finalmente, sonríe y no deja de hacerlo. Yo tampoco.
−Vale, ya lo he entendido –dice, abriendo los ojos de nuevo−. Dime que, al menos, desayunaremos algo primero.
−Claro –dejo otro beso, ahora en sus labios, antes de levantarme−. Vamos a hacer algo juntos. ¿Has dormido bien?
−Sí, un poco mejor –la miro levantarse vagamente de la cama−. ¿Y tú?
−Perfectamente.
−Me alegro –sonríe−. Voy un momento al baño, ahora voy.
Asiento con la cabeza y aprovecho el rato que ella está en el baño para ir a la cocina y mirar un poco por los armarios hasta empezar a sacar las cosas que creo poder utilizar para el desayuno. No es que yo sea, especialmente, un experto en cocina.
Una hora más tarde, estamos conduciendo hasta mi casa para que pueda coger mis cosas antes de irnos. Apenas tardo más de 10 minutos en coger ropa para estos días –ni siquiera sé cuánto tiempo nos iremos−, pero sí me aseguro de llegar un par de bañadores y, en resumen, ropa para estar por la playa.
Ya os podéis hacer una idea de dónde vamos a ir.
Además, no hace falta que compremos comida. Ayer, antes de volver con Nora por la noche, me encargué de comprar comida suficiente para estos días.
De nuevo en mi coche, no espero mucho más y comienzo a conducir. Nora mira por la ventanilla en todo momento, creo que intentando adivinar el lugar a dónde vamos, pero no consigue sacar nada en claro.
−¿Una pista? –me pregunta, girándose hacia mí.
−Tenemos casi dos horas de camino.
−¡¿Dos horas?!
−Tampoco es tanto –río, mirándola de reojo.
−Para mí sí, sigo teniendo sueño –ahoga un bostezo, apoyando su cabeza en el respaldo del asiento.
−Duerme –la vuelvo a mirar de reojo−. Te avisaré cuando estemos llegando.
Ella me mira un momento y, finalmente, asiente con la cabeza. Se acomoda un poco más en el asiento del coche y cierra los ojos, con la intención de dormir de nuevo. Yo pongo mi mano en su rodilla y ella sonríe, pero no abre los ojos sino que pone la suya encima de la mía y sigue en la misma posición.
Apenas 10 minutos más tarde, sé que ya se ha quedado dormida debido a su respiración tranquila y pausada. La miro de reojo en más de una ocasión, sin poder evitar hacerlo cada cierto rato y ver su rostro tranquilo –aún tiene la pequeña marca en su pómulo− e iluminado con el sol que hay entre las nubes.
Lo he dicho antes, es demasiado adictiva.
Conduzco sin prisas –apenas hay tráfico− hasta la casa donde pasaremos los próximos días. Cuando estamos llegando, disminuyo la velocidad y aprieto con suavidad la mano de Nora.
−Nora –la llamo de la misma forma que esta mañana−. Nora, despierta. Estamos llegando.
−He tenido un sueño súper raro –es lo primero que dice nada más despertar, quitándose un momento las gafas para frotarse los ojos.