Viernes de Locos
Athan
Recuesto mi cabeza sobre mi brazo. Sabía que era ella. Es la mujer que estuvimos buscando.
—Bueno, por lo menos ya no hay tantas dudas. —dice Eryx desde el umbral del living.
—No sabemos si es ella o no.
—¡Ay por favor! ¡Vos mismo viste como les disparo a esos hombres! ¡Es obvio que ella es la mujer que buscamos!
Me levanto del sillón enojado. Ya sus cambios de humor me están hartando. —Hace dos segundos pensabas que Rose no era la persona que buscábamos y ahora estas más que dispuesto a culparla. ¿¡Se puede saber de dónde sacas tantos cambios de humor!?
Me apunta con el dedo, —No sé por qué de la nada saltas a defenderla, pero ya sabes a lo que vinimos y como debe terminar.
—No voy a matarla. —dije. Era injusto, debíamos tener más pruebas. Podía ser un hijo de puta, pero un poco de moral tenía. —Ella no se lo merece.
Suspira, —Ni siquiera la has besado y ya estas enamorado.
Lo agarro del cuello de la camisa, —Escúchame bien idiota, no voy a matar a una persona sin más pruebas. Que ella sepa disparar y haga todo el show que hizo hace unas horas, no nos dice nada. —lo suelto y lo empujo, —De esto me encargo yo, así que aléjate y deja de meterte.
Me encamino hacia mi cuarto y cierro la puerta con un poco más de fuerza de lo normal.
Estoy frustrado y enojado. No solo conmigo sino también con ella. Yo sabía que algo no me cerraba, sabía que no era quien decía ser. No es una niñita inocente, sino una fiera con secretos.
Ay Lys... cada vez me resultas más interesante.
Me recuesto y cierro los ojos. Tengo que sacármela de la cabeza por unas horas.
Como disparaba...
Como se acercó a los hombres sin miedo...
Su cabellera negra y sus botas contra la herida de ese hombre...
Abro los ojos de golpe. Ni siquiera dormir me deja ahora.
No voy a mentir, si es linda y todo eso, pero cuando la vi anoche... era otra persona. No parecía la chica dulce de la cena, era más oscura y siniestra. Aunque vi desde una distancia lo sucedido, ¡dios! Esa Rose... Esa es la Rose que me atrae y me gusta.
Rose
Me concentro en la computadora frente a mí. Estaba en la clase de informática. Siempre pensé que esta clase era una de las más innecesarias. Hace media hora estaba tratando de hacer funcionar las fórmulas de Excel, pero la concentración no era algo que estuviera presente.
En todo el día no vi a Athan, y ya estaba comenzando a preocuparme. Además de eso, se le suma la reunión que tengo con el jefe, el intento de homicidio por parte de Liam, los archivos y la relación que tienen con mi padre, y para cerrar toda la lista de “La mala suerte de María”, tengo la fiesta de Harry esta noche.
Pros: Athan. Contras: Athan, y un poquito Harry. Otro pro, alcohol.
—¿Crees que le guste el vestido que compre? —pregunta Sam, —Es negro, simple, pero marca mi cadera y también mis pechos. —dice apoyando su cabeza sobre la palma de su mano mientras me mira tipear algo en la computadora.
—¿Ese alguien es...?
—Evans.
Me rio, —Aah, Evans. Ahora te vistes para él. —sonríe y me mira con descaro, —Si te ves bien en él, úsalo.
—Es que también tengo un vestido rojo que me encanta.
Dejo de observar la pantalla y desvió mi mirada a ella, —Negro.
—¿Por qué?
Suspiro, —Si te manchas no se nota.
Apaga la computadora y se levanta de la silla, —Buen punto.
Salimos de la clase y nos dirigimos a los lokers.
—¿Vos que vas a usar?
Lo pienso por un segundo y respondo, —Un jean roto con un top.
Apoya su espalda contra los lockers, —¿Enserio?
—¿Qué tiene de malo?
Levanta sus cejas y sonríe, —¡Siempre usas jeans!
Cierro el casillero, —¿¡Que tiene de malo querer estar cómoda!? Además, estoy yendo en contra de mi voluntad, por lo menos deja que use jeans.
Levanta ambos brazos en forma de defensa, —Okay, está bien. ¿Te llevo? —asiento y salimos de la escuela.
Tengo el privilegio de decir que voy a un colegio privado. Estudio francés, español y, obviamente, ingles. Los Ángeles siempre me pareció hermoso, pero llego a cierto punto en el que me cansa. Es por esto que quiero mudarme a Europa, lo más probable Italia. Tengo familia ahí y se hablar italiano desde los trece años.
—¿Ya sabes a que universidad aplicaras tu solicitud? —pregunta Sam mientras bajamos del auto.
Entramos a mi casa y digo, —Todavía no estoy segura. Primero ni sé que quiero estudiar y segundo... No hay segundo, solo mis dudas y yo.
—Bueno, te tengo una propuesta. —dice mientras saca las tazas para el café. —¿Por qué no nos vamos? Tú y yo.
Me cruzo de brazos, —¿Qué?
—Ya me escuchaste. Terminamos la secundaria y hacemos el viaje a Francia que mi padre me prometió. Antes de irnos podemos aplicar para algún trabajo de allá y con el dinero que ganemos pagar los estudios. ¡Mi padre tiene un departamento allá así que vamos a poder vivir juntas! ¡Como lo planeábamos de chiquitas!
La sonrisa se forma en mi rostro. Sam y yo nos conocemos desde hace años. Nuestro sueño era irnos a Europa, conocer a chicos hermosos y vivir juntas. Las dos siempre. Hace años habría aceptado sin dudarlo, pero lo malo de la amistad entre Sam y yo, es que este tipo de sueños no pueden ser logrados cuando tienes una promesa que cumplir.
—¿Es una broma?
—¡Obvio que no!
—En vez de pensar en vivir juntas deberíamos estar preparándonos para la fiesta. —desvio el tema. No quiero decirle que no, porque sería mentirle. Tampoco puedo decirle que sí, porque también sería una mentira.
Mira su reloj y abre los ojos como platos, —¡Mierda! ¡Solo tenemos cuatro horas para prepararnos!
Sirvo el café y le deslizo la taza por la mesada. —Cuatro horas, uf que poco tiempo. —digo tomando un sorbo de la taza caliente.
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un romance complicado, adolecente vengativo, romance juvenial
Editado: 01.10.2022