Alex
Estaba terminando la firma de mi nueva novela que había sido un éxito. Los temores de Alisa había sido el libro más vendido en estas dos últimas semanas y estaba muy orgullosa de mí misma por mi nuevo trabajo.
—¡No puedo crerlo!
La chica siguiente de la fila interminable estaba sonriéndome con emoción. Yo le devolví el gesto. Siempre fui una persona muy cariñosa y lo sigo siendo, por supuesto.
—¿Cómo te llamas?
Ella me dijo que se llamaba Alisa, como la protagonista de mi nuevo thriller. Le firmé el libro con una dedicatoria bonita, dibujando corazones y una cara feliz. La chica me dijo si podía hacerme una foto con ella, yo acepté.
—Gracias.
—A ti por estar aquí.
El reloj digital en mi muñeca avisó de que llegó las doce de la noche y la cola estaba por acabar. Firmé la página de las personas que quedaban hasta que la carpa de la editorial cerró. Los chicos me agredecieron haber venido y me despedí de ellos.
Saqué el teléfono del bolsillo y encontré un mensaje de mi padre, diciéndome que me esperaba con el coche para llevarme a casa y que no tuviera que coger el metro, y un correo de la editorial comunicándome que iban a traducir mi libro en más idiomas. Eso me hizo sonreír. Ya era la sexta vez que sacaban un libro mío en otros idiomas.
Mi padre estaba con las luces intermitentes del coche puestas hasta que me metí dentro del coche.
—Hija, ¿qué tal la firma?—preguntó para después darme un beso en la frente.
—Mucha gente, papá. Estoy impresionada.
—Eres una genia.
El trayecto dura bastante ya que hay mucho tráfico por las calles de Madrid Centro. Nosotros vivimos en la periferia, en un barrio a las afueras de toda clase de ciudad. No me mudé de mi casa en la que crecí porque no puedo separarme de mi padre desde que su mujer murió. Mi madrastra falleció hace solo dos años y mi padre sigue dolido.
Yo nunca conocí a mi madre. No sé qué fue de ella. Pregunté muchas veces cuando era niña, pero papá siempre dijo que volvería. Y ¿sabéis qué? Nunca volvió. Entonces, Elena apareció en la vida de mi padre y ella fue la madre que no tuve. Cuando yo tenía seis años Elena apareció por primera vez en mi casa. Los primeros meses que vivió en casa no fueron muy buenos, ya que yo quería estar con mi madre de verdad y poder conocerla, pero con el paso del tiempo supe que ella iba a quererme más que mi madre real.
No tenía hermanos y Elena no tenía hijos ya que tenía un problema y no podía ser mamá. Yo le dije antes de que ella muriera que no pasa nada por no tener descendientes, que yo era su hija y ella mi madre siempre.
Es más, fui al juzgado a cambiarme el apellido de mi madre para que en mi carnet de identidad pusiera el de Elena y que ella fuese mi tutora legal mientras yo tenía menos de diecisiete años. Papá no dio el visto bueno al principio, pero luego cambió completamente de opinión ya que discutí con él cuando le dije que mi mamá era su mujer actual y no la antigua.
Solo de recordarlo me emociono...
—Ya hemos llegado, mi famosa hija—mi padre estaba muy cansino cuando me hice famosa. Sus motes eran un poco molestos, pero lo hacía sin maldad.
—Gracias, chófer—me burlé.
—¡Eh! Que soy tu padre.
Me reí en silencio mientras subíamos en el ascensor. No vivo en un piso lujoso ni mucho menos en una mansión. En el pasado, mis padres nunca fueron millonarios, entonces este piso es lo único que se podían permitir. Cuando cumplí los dieciocho ayudé a pagar lo poco de hipoteca que quedaba de la casa trabajando horas extra en un club de strippers, claro que ni mi padre ni Elena nunca supieron ni nunca sabrán que trabajé en un club bailando con tan solo ropa interior. Hasta que dedicí dedicarme a esto.
Me despido de mi padre con un beso en la frente ya que él se va a la cama.
—Has tenido un día muy largo, cariño. Vete a dormir.
—Lo haré, descuida—me sonríe antes de desaparecer por la puerta de su cuarto.
El psicólogo nos dijo que iría avanzando y superando la muerte de Elena poco a poco y creo que está empezando a sacar esa sonrisa que tanto le costó mostrar estos años. También me aconsejó que estuviera para él durante mucho tiempo, que estuviera de apoyo emocional todos los días a todas horas. Por eso no me fui de casa y creo que no me iré en un tiempo, hasta que esté totalmente recuperado. Claro que él no es el único afectado. Yo estoy tomando pastillas para poder dormir y no despertarme en toda la noche con pesadillas y una gran capa de sudor cayendo por mi sien.
Cuando mi padre se durmió, llamé a los hijos de los amigos de mi padre, que también eran mis amigos de toda la vida. Aparecieron en un abrir y cerrar de ojos.
Alicia, Erik, Valentina y Bruno eran mis amigos desde los cuatro años. Alicia es una compradora compulsiva de zapatos, Erik se dedica a togar en garitos de Madrid con el resto de su banda, Valentina es una empresaria actualmente trabajando en un nuevo proyecto con un empresario muy importante y Bruno es un apasionado del patinaje sobre hielo, que, hizo un negocio de patinaje con Valentina y les va de maravilla.
—Traigo un montón de globos—dijo Alicia—. Tengo de color azul, rosa, verde, amarillos, con purpurina, con serpentinas...
—Dinos qué no tienes. Así acabamos antes—se queja Valentina. Los demás nos reímos.
—Pues no tengo el nuevo bolso de Gucci. ¿Te parece poco? Porque he estado ahorrando lo inimaginable. He adelgazado por no comprar en el supermercado para ahorrar—se explica con indignación.
—Estás como una cabra, enserio—le dice mi amigo patinador.
—Todo será por un bolso.
—Lo más normal del mundo.
—¡No habéis venido aquí a contarme vuestra vida! ¡Ayudarme con la decoración!—me quejé.
Terminamos al amanecer y todos los demás se quedaron durmiendo en el sillón mientras yo colgaba la última guirnalda. Perdí la cuenta de cuántos cafés bebí. Bueno, todo será por papá.