Al día siguiente, de camino a la secundaria, Tommy permaneció en silencio, se fijaba más en las ruedas de la bicicleta que en la dirección a la que íbamos. Siempre hablábamos, pero esta vez era diferente, algo le preocupaba y preferí no preguntar para no arrastrarlo de sus pensamientos.
En el salón de clases el ambiente no estaba alterado, todo marchó igual de monótono; las miradas de odio, la voz estridente de los profesores, las risas ahogadas de mis compañeros, los cuchicheos y el coqueteo de las chicas. Luego del toque de la campana, en el pasillo las cosas no fueron igual.
Estaba acomodando los libros en mi casillero, hasta que pequeño empujón interrumpió mi labor, al girarme noté que la acción había sido causada por Rick acompañado de su manada de “perros”. Me giré dispuesto hacer frente ante la pequeña agresión.
En el pasillo fue como si el tiempo se hubiera detenido paralizando a todos quienes seguramente esperaban una pelea. La advertencia de Rick no se limitaba a palabras, y tenía miedo, pero no de él sino de mí, en cualquier momento podría vengarse de mí, pero mi respuesta no iba a ser quedarme de brazos cruzados.
Lo que vi en el comedor, comprobaba mi teoría con respecto a que algo estaba pasando con Tommy, y no solo con él, Kat también estaba involucrada. Esta vez no se sentaron junto al grupo, estaban a unas siete mesas de la nuestra, discutían en murmullos, estaban alterados y los gestos que hacían con las manos lo dejaban claro.
Más tarde, en el gran patio de la secundaria, donde todos se reunían bajo los árboles y sobre la grama, Tommy y Kat discutieron lejos de nosotros. La situación me estaba preocupando, pero la preocupación que sentía no podría compararse con la de Tommy.
Para la mayoría, lo que le había pasado a Tommy era una metida de pata, para mí era una catástrofe, una hermosa entropía la cual me ofrecía una idea que fue a parar en las páginas de mi fiel libreta.
“Creo que ese tipo de cosas ocurren cuando las ambiciones son insignificantes ante los impulsos sexuales que omiten la prudencia. Supongo que en esos momentos el cerebro se codifica dejando como objetivo único del hombre la satisfacción fisiológica – sexo –, cualquier cosa que atrase la realización de eso es obviada y considerada innecesaria –lógica si los humanos viviéramos aún en la prehistoria –. El mundo desaparece para quienes siguen un instinto frenéticamente, o debería decir, para quienes son manejados por las necesidades. Los resultados negativos luego son apreciados con la mayor atención para que el arrepentimiento sea casi palpable.