En cada uno de mis sueños el ambiente era diferente, esta vez estábamos sentados sobre el césped del jardín del bachillerato, era de noche y las únicas luces que nos servían de guía era la que emitía la luna y sus pequeñas compañeras. El cielo, por supuesto, estaba despejado. Ella usaba su habitual vestido blanco, dándole siempre un fantasmal aspecto. A veces solía preguntarme luego de abandonar mis sueños y dejarla a ella, cómo era posible que en repetidas ocasiones pudiera encontrarla en aquel mundo, quería una respuesta y aunque fuera contraproducente no iba a buscarla. Otras veces deseaba que la verdadera Ariel me dijera las cosas que la Ariel de mi subconsciente me decía, pero eso era casi imposible.
Eso último que había dicho causó una alteración emocional en mí, pero no era una alteración que implicaba molestia, más bien confusión, desconcierto y curiosidad por saber quién la había hecho pensar que era perfecto, debía de ser alguien suficiente porque Ariel lo era para cualquier chico. Estaba indudablemente seguro de que ella podía llenar un infinito pareciendo tan pequeña, de que su personalidad era el Sol ante un millón de velas, sus palabras podían darle vida a una roca, ella era más de lo que podría desearse. También me confundía lo que decía ¿Me parecía a alguien que le gustaba?
Nos acostamos sobre el suelo para estar más cómodos al mirar el mar oscuro de abundantes luciérnagas, nos sentíamos como las velas de un barco impulsadas por la brisa, aquello era un auténtico ejemplo de “dulce sueños”. Me sentí tentado a tomarla de la mano pero no quería convertir mi utopía en pesadilla, su reacción podría muy posiblemente a juzgar por lo que acababa de decirme, ser diferente a la que esperaba. Si había otro chico compatible con su criterio de perfección, de seguro este la haría sentir bien y saber eso me hacía feliz en un minúsculo sentido. También existía una posibilidad de que fuera yo ese chico, pero de igual manera era desconcertante no saberlo, y después de todo estaba en un sueño. Muchas cosas en mi vida parecían ser anormales y otra quiso sumarse a la lista que iba en aumento. Mientras estaba acostado a su lado empecé a quedarme dormido, no sabía que eso era posible, pero ocurrió.
Desperté frente a la universidad del pueblo, aunque esta lucía diferente. El cielo estaba cubierto de densas nubes grises, y yo estaba descalzo porque aparentemente a mi subconsciente le fascinaba que estuviera así. Todo estaba desolado, incluso las casas parecían estarlo. Caminé por la calle que me llevaría a una intersección en la que debía cruzar. Mientras caminaba ni siquiera un ave llegué a ver por los tramos. La lluvia comenzó una orquesta cayendo en grandes gotas que me impactaban mientras me negaba a correr, en solo minutos pasé de estar seco a totalmente mojado y frío.
Llegué a casa luego de caminar a través de la lluvia, me cambié de ropa y fui a la cocina en busca de un bocado. Nadie estaba en el hogar, nadie estaba en el pueblo, mi sueño carecía de personas y no por eso iba a detenerme en un rincón a esperar despertar, así que fui al lago luego del cese de la lluvia. Llegar hasta allí fue más rápido de lo habitual, ni siquiera sabía por qué me había dirigido al lugar.