Llegando al instituto fui arremetido por un pequeño cuervo que no representaba ninguna amenaza, pero que ya era molesto, el animal me siguió incluso hasta el salón. Fue tan molesto que la profesora ordenó cerrar las ventanas una vez que entre todos lo acorralamos para que saliera, sin embargo, el pajarraco seguía picoteando la ventana como loca. Fue chistoso en gran parte, porque aunque yo parecía ser su objetivo, fue Sebastian quien se estresó diciendo que esperaría salir para matarla. No lo culpaba, el picoteo era irritante como que un goteo te pegaba en la frente torturándote.
Estábamos reunidos en el patio cuando todo sucedió, hacíamos lo que ya era costumbre para nosotros, temas banales. No habíamos visto al cuervo por un buen rato hasta que sentí que me picoteó la oreja, había logrado hacer una incisión. Comencé a manotear cuando venía hacia mí después de virar. Los chicos le arrojaron rocas, pero era buena esquivándolas. Nunca me había ocurrido nada similar con ningún animal hasta ese entonces.
Lo peor ocurrió después, ya no era solo una la que quería picarme, eran tres. En el patio fuimos objeto de burlas y miradas curiosas. Rick estaba muerto de risas, sino fuera porque se trataba de aves pude pensar que era su venganza, pero no conocía de alguien que lograra entrenar cuervos para asesinar a las personas. Otra cortada alcanzó a hacerme una de las aves, esta vez fue en la mano, tratando de espantarlas. Molestos por la rara situación, en grupo decidimos entrar al instituto para evitar a las aves enardecidas, pero cuando estuvimos cerca de la muerta, los tres alocados cuervos la rodearon y comenzaron a graznar haciéndonos retroceder sin saber qué hacer. Nos estaban intimidando, estaban allí los tres mosqueteros con sus espadas balbuceando maldiciones en nuestra contra, dispuestos a atacar, en guardia y encimándose con los ojos saltones e iracundos. Escuché a Sebastian hacer una pregunta al diablo, como si este en realidad pudiera responderle el porqué de aquel ataque.
Otros graznidos nos hicieron voltear, había más o menos una docena, y nosotros retrocedíamos impulsivamente teniendo al trío plumífero bloqueando nuestro camino a la entrada. Las risas de los espectadores se apagaron en ese punto. Algunos nos gritaban que saliéramos de allí, pero cautivos de la impresión, no poníamos cuidado a las sugerencias. Otra decena más se fue uniendo a la pandilla de cuervos, se posaron sobre algunas ventanas y el borde del techo, y nos detuvimos porque ya nuestro suelo en la retaguardia estaba plagado de aves que se iban incluyendo con cada segundo. ¿Qué falta grave habíamos hecho para obtener aquello? No lo sabíamos, estábamos asustados y no había cabida para cualquier otro pensamiento.
Sin aviso, como un enjambre de abejas furiosas, una nube negra de cuervos se formó en el cielo, las aves que estaban posadas sobre objetos y el suelo, también se elevaron y se unieron. Todos nos quedamos sin habla, estupefactos ante aquello, sabíamos que sucedería, debíamos movernos de allí lo más rápido posible, pero desgraciadamente habíamos retrocedido mientras buscábamos alejarnos del trío, quedando en medio del patio. El pánico se apoderó de Kat, Tommy le pidió que se tranquilizara. Ella seguía exclamando miedosa, viendo aterrada la danza circular de las aves que arremolinadas nos veían.
Sin más que soportar y llevaba por los nervios, Kat salió precipitada, y la avalancha negra se fue en picada hacia nosotros, primero, algunos se estamparon como misiles contra el suelo, eran como kamikazes, y sentía en mis pies los golpes en el suelo, estaban impidiendo que avanzáramos. Pude ver la sombra que oscurecía nuestro entorno al tiempo que el graznido en coro de las aves se hacía más fuerte. El piso bajo mis pies se volvió oscuro, estaban cerca. Caímos al suelo impulsados por impacto de todos los cuervos. Quedé sobre el piso cubriendo mi cabeza, sintiendo los arañazos y picotazos, pero no permanecí así por mucho tiempo. El grito lastimero de las chicas activó mi parte protectora abandonando mi defensa personal. No fue fácil, tenía que cubrirme el rostro para evitar que vaciaran mis ojos, solo tenía de guía el sonido de los gritos. Varias veces me arrojé al suelo y me revolqué por la desesperación, pero después del clavario logré llegar hasta Sophia, la abracé e hice que se agachará para actuar como escudo y protegerla. Era realmente angustiante. Sophia estaba temblando y llorando de miedo, la abracé fuerte. Algunos estudiantes acudieron en nuestra ayuda sin importarles ser picoteados, mientras con sus cuadernos espantaban a las endemoniadas. Corrimos cabizbajos sin saber a donde, por suerte, una mano sujetó mi brazos y con fuerza y rapidez nos guio hasta el recinto, donde asustados, caímos abatidos. Inmediatamente nos trasladaron a la enfermería del instituto y luego al hospital.
Si las cosas iban a marchar de esa manera, seguramente iba a morir en algún momento. Ahora la naturaleza me odiaba. Ese comportamiento en las aves no era ni siquiera usual, no sabíamos por qué habían actuado de esa forma. Se tiene conocimiento de que atacan cuando alguien se aproxima a las crías, pero no es una manada la que arremete. Lo que había pasado fue una noticia que impactó al pueblo del que solo la tranquilidad rondaba.