Nuestro primer plan era muy sencillo, consistía en interrogar a Rick, ya que fue la última persona en ver a Elise.
La noche no había llegado del todo, mas ya el ocaso hacía de preludio como una persiana de cálido naranja que iba bajando despacio, mirándonos y dándonos a manera de suerte un poco más de su panorama.
Como almas agitadas y faltas de tranquilidad, fuimos a casa de nuestro sospechoso, por suerte Thom conocía a todos en el lugar, Ariel solo opinaba en ciertas ocasiones, parecía querer estar en silencio, o no ser escuchada cuando otros pasaban a nuestro lado. Thom y ella parecían ser muy cercanos, pues de vez en cuando ambos murmuraban entre sí.
Nos sentamos en una acera en espera de la entrada o salida de Rick, no queríamos transmitir una actitud extraña al ir tocar su puerta, por lo que la mejor decisión fue permanecer allí. Saqué mi celular y lo encendí a pesar de no querer preocupar a mis padres, lo había apagado porque sabía que no me dejarían tranquilo.
Marqué el número de mi madre para dar respuesta sobre mi paradero, lo cual hice luego de que transcurrieran varios minutos antes de dejarme hablar. Le di la mínima explicación de lo que había hecho desde que salí del hospital, por supuesto, gran parte de la misma eran fragmentos de una historia ficticia. No había ido a tomar aire fresco al lago. Le hablé de que había conocido a un nuevo amigo y se puso más histérica, fue cuando la voz de papá salió a relucir, pero más fuerte y estridente que nunca. Me pidió que dejara de lado mi rebeldía, que no era gracioso y que volviera a casa en ese instante. No pude evitar reír ante su acusación, era lo que menos había manifestado hasta ese momento. A pesar de eso, les imploré que me otorgaran confianza y que pronto estaría con ellos. Al final, solo pude escuchar un “te amamos” antes de colgar el teléfono. El aspecto de Ariel había cambiado mucho, me culpé por no haberme alejado lo suficiente como para privarla de mi conflictiva y deprimente conversación.
Me paré frente a ella para atraer su atención, cuando alzó su mirada, me incliné, tomé delicadamente su rostro entre mis cálidas manos y lentamente fui acercando mi rostro al suyo, todo pasó muy rápido y me había dejado llevar. Mi nariz fue la primera en avisarme que solo centímetros separaban nuestras bocas, estaba un poco fría, ella casi nunca llevaba abrigo. Mis labios abrazaron al inferior de ella, lo atrajeron a los míos para deleitarme con su sabor, pronto, estaba sumido en una especie de sueño ciego, en el que nada veía, pero sensaciones de éxtasis me hacían saber que mi cuerpo volaba con nerviosismo en el espacio infinito. Su respiración era un poco temblorosa, homologa a la mía. Me agradaba que bailáramos al mismo compás, al nerviosismo, a la acción neófita del verdadero enamoramiento, al menos así se sentía para mí. Nuestro momento duró poco en tiempo real, ya que Thom nos interrumpió con un sonido gutural muy típico para estropearlo todo, sin embargo, en nuestras mentes el tiempo se había tomado la molestia de desmayarse, mientras nos enfocábamos en estudiar bien nuestras sensaciones para jamás olvidarlas.
Nos preparamos para intersectarlo, pero le daríamos ventaja de alejarse un poco de su casa y de las escasas personas que aún merodeaban por las calles. Al caminar, el grandulón esparcía con cada paso, un estilo propio y estereotípico de los chicos deportistas de secundaria, donde la vanidad está presente en cada tejido de su ropa y comportamiento. Fue satisfactoria su expresión, cuando sin aviso nos colocamos a ambos lados y arrojamos el nombre de la fallecida.