Tangible Transparencia

Capítulo XVIII

¿Todo ese tiempo desde que las cosas en mi infancia se volvieron horribles, llenas de personas desconocidas que pensé que eran producto de mi imaginación, todas aquellas caras en las calles, parques y casas, todos estaban muertos? ¿Había tomado pastillas en vano y solo me estaban dañando? Sentía ganas de morir solo porque me carcomían el cerebro estas preguntas ¿Era o no un esquizofrénico? ¿Eran fantasmas aquellas caras? Nada podía ofrecer una explicación mejor de que siempre estuve rodeado de fallecidos, aunque tampoco era algo mejor. Ellos eran vívidos como el aire o el calor, podía sentirlos pedirme favores, implorarme que fuese a una quebrada o a la montaña a desenterrar sus cuerpos, a dar un mensaje a algún ser querido, y era muy niño para comprenderlo, y mis padres tampoco iban a creerlo, mucho menos si lo explicaba a estas alturas, y lo mejor sería callarlo como lo estaba haciendo.

Afligido miraba a través de la ventana sin sentir la mínima preocupación. Me sentía muerto y quería estarlo realmente. Por supuesto, nadie se tragó el cuento de que era una broma, los rostros de mis padres y el de todos, era evidente. Pensaban que si había buscado sobre el crimen, pero que mi cabeza había creado a un fantasma que solo allí vivía. Yo no le di crédito a mi supuesta esquizofrenia, a menos que Thom también lo fuera y ambos convergiéramos en una misma ilusión, y podría decir con seguridad de que era improbable. Arrugué mi rostro ante eso último, esa era la cuestión que había pasado por alto con todo este revuelo; suponiendo que era parte de una ilusión por parte de John, ¿cómo es que Thom podía verla? ¿Acaso estaba infectado con ese mal? Ya estaba solucionado, esto solo arrojaba a una cosa, ella era un fantasma, quizás el resto de mis delirios si eran cosa de John, pero no podía ser ella. ¿Qué ganaba que así fuera? Al lugar al que me había llevado todo el asunto, no era nada de envidiar.

No quería saber nada sobre Thom ni para aclarar lo que creía, y tampoco quería ver, ni siquiera en sueños a Ariel. Si llegaban a aparecer, solo odio les mostraría.

Dejando de lado el tema y sus vertientes ¿Qué tal si me entregaba al tratamiento? Después de todo ellos estaban para ayudar, a lo mejor me darían un tratamiento diferente y funcionaría. Eran cosas diferentes, pero quizás la terapia ayudaría a ser indiferente a estas cosas sobrenaturales que no estaba preparado a enfrentar y en todo lugar, no era mi problema. Quería entregarme de lleno a la ayuda que me ofrecerían en el internado, deseaba matar a todos los demonios que habitaban en mi cabeza sin importar la procedencia de los viles, deseaba volver a ser la persona de antes, aquel que en cierto lapso estaba sano, lo cual sería un reto.

Después de más de una hora de recorrido llegamos al lugar. Un extenso castillo de gris blanquecino con grandes ventanas y una gran extensión campestre serían mi nuevo “hogar”. A decir verdad, parecía más el hogar de un príncipe que cualquier otra cosa, pero no era impresionante, había visto anteriormente ese tipo de estructuras. Miré curioso a todos lados, ansioso porque sentía que podía empezar de nuevo.

Cloe y Evans se quedaron en el auto, mi madre no lo soportó y solo vino mi papá a representarme. Ya había informado de mi llegada días antes, lo que me había impresionado.

Por dentro todo era distinto, el color blanco de los uniforme de los empleados estaba en todas las paredes y el piso. Las puertas de cristal resistente ofrecían un aspecto sofisticado y cómodo. En uno de los muros de la sala de espera se exhibían con vigor los reconocimientos que daban fe de la calidad y eficacia del lugar. Una que otra mirada furtiva examinaba a su homologo, ya que todos al parecer estábamos allí para ser internados. Luego de esperar y seguidamente de llenar varios formularios, mi padre se despidió, ya había llorado lo suficiente así que le dije que estaría bien.

Uno de los empleados prosiguió a guiarme a mi recamara que estaba al final del pasillo según él. Miré a través de los umbrales de las habitaciones, negué al ver que había que compartirlas. Podía notar las miradas desconocidas de todos los internos del pasillo, y para llamar más la atención hice chillar mis tenis en cada paso. Sorpresivamente, el sujeto, que era formidable y con un genio del demonio, volteó y me difuminó con la mirada, yo le mostré todos mis dientes en una sonrisa.

Al llegar a la habitación puse todas mis cosas sobre la cama. Al menos las que sobrevivieron de la requisa a la que debía estar sometido antes de ingresar, las cosas filosas o con puntas eran guardadas en un estante con tu nombre, y serían devueltas al salir, al menos los dulces se habían salvado. El sujeto en la cama que estaba al lado leía una revista de comics, yo me dispuse a arreglar las cosas en un estante que estaba libre. El cuarto era un poco estrecho, y exageradamente alto. Sentía que estaba en una celda porque la ventana con barrotes estaba en lo más alto, era sin dudas para intimidación. Una vez terminado, salí a dar un paseo, pero mi compañero de cuarto me detuvo y dijo que sería mejor que fuera conmigo, a lo que no me negué porque podría terminar perdiéndome.

  • Soy Robert – dijo presentándose y agregando que tenía veinticinco años. También me presenté.



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En el texto hay: fantasmas, medium, asesinos

Editado: 20.05.2018

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