Tangible Transparencia

Capítulo XXVI

 

Primero mis manos y luego mis pies, abrí lentamente los ojos perturbados por la luz que se colaba por la ventanilla, y como había supuesto, nada había cambiado, yo solo era un factor en el destino de Ariel, no me sentí desanimado porque ya esperaba lo peor, y era precisamente eso, que nada hubiese ocurrido. Fue como apostaba, mi cólera hacia John le restó solidez a mi protección por ella. Después de todo era un sueño tonto, casi nadie le hace caso a los sueños, a menos de que fueras una Amy o un Thom.

Esa mañana, por alguna desconocida razón, sentía que me preparaba para algo nuevo. No sentía una emoción agradable, fue más bien como si estuviera afanado por hacer algo, aunque fuera poco probable ya que el día y las circunstancias eran igual a todas las mañanas.

Fui hasta el baño sin dejar de sentir aquella sensación, me duché, lavé mis dientes y me dirigí hasta el comedor en el que pocas personas habían porque ya había pasado una hora desde que comenzaron a comer. Me senté solo en una mesa, vestía un suéter gris al igual que el mono que era el uniforme de deporte, el cual me correspondía ese día. Los horarios estaban acomodados de acuerdo a la zona a la que era asignado un interno, nosotros éramos la C, por lo que no era sorpresa que Robert siempre estuviera conmigo. La comida era sencilla por las mañanas, puré de papas, ensalada de frutas y una manzana, solo variaba el puré de vez en cuando. No me apresuraba a tragar, más bien quise tardarme mientras imaginaba estar en la cabeza de todos en el comedor, por lo menos en las de aquellos que estaban notablemente afectados por sus incapacidades mentales de hacer frente a la realidad. Una de las personas que más me hacía sentir mucha pena, era Mina, ella tenía un tic nervioso en la mano derecha y el cuello, se las arreglaba para comer esperando que el espasmo cesara en un intervalo de tres segundos, estaba doblemente jodida, pues era esquizofrénica. Cecil, la única enfermera bondadosa y a la que todos queríamos, ayudaba en sus tiempos libres a los demás internos, en especial a Mina a quien tenía una gran estima. Detallé a cada uno de los presentes, repasando mentalmente lo que sabía de ellos; depresión, bulimia, trastorno de ansiedad, trastorno bipolar, trastorno de la personalidad –no todos tenían afectaciones desestabilizadoras como la que suponían que yo tenía–, etc. De eso estaba lleno el recinto, pero como había dicho antes, todos estábamos separados. Yo no pondría a un bipolar con alguien que sufriera depresión ¿Se imaginan? Solo en el primer día ambos podrían estar de acuerdo en cortarse las venas y pintar nubes en las paredes mientras se desangran y ríen porque morirán, y lo peor era que en sus mentes estaría la idea de que irán a un lugar mejor. Ningún lugar es mejor, solo menos soportable o doloroso.

No tenía planeado ir a hacer deportes, aun cuando era una de las fugas que mantenía ocupado mi cerebro en ganar y no en lo que debía afrontar fuera de ello.

Luego de permanecer casi una hora en el comedor, mirando hacia afuera por las ventanas, pidiendo raciones extras y sentándome a charlar con todos a los que de vista conocía, fui hasta la biblioteca sin pensarlo del todo. Supuse que allí encontraría algunas respuestas. El lugar era pequeño, apenas había tres mesas y seis estantes repletos de libros, pero limitados en materia. Al fondo una ventana que seguía conservándose, puntiaguda en la parte superior y ovalada hasta definir la anchura que caía vertical sobre una recta horizontal. El tamaño del espacio no tenía que ser más grande, y de ser más pequeño a nadie le importaría porque siempre estaba sola, nadie iba allí a leer. La mayoría de las obras estaban desdeñadas y en muy mal estado, la limpieza al parecer había olvidado que ese lugar existía, pues el polvo no estaba ausentado, tampoco las telarañas. La biblioteca estaba en el ala Este del cuarto piso, por lo que era un poco molesto estar allí a causa del Sol. Me paseé reiteradas veces por los estantes indeciso de qué leer para distraerme. Pasé mi dedo índice a lo largo de las repisas, moviendo la suciedad que voló entre la leve corriente de aire. Un libro cayó al suelo causando un sonido que se repitió por un par de segundos antes de desaparecer, su portada era negra, el lomo estaba bordado con tela gris y tenía inscrito sobre un rectángulo blanco “El designio de la materia”. Me puse sobre mis rodillas y lo levanté cuidadosamente con ambas manos debido a su avanzado estado de deterioro.

Sin sentir ganas de sentarme sobre una silla y ojearlo sobre una de las polvorientas y encorvadas mesas, me senté sobre el suelo y apoyé mi espalda sobre una de las repisas, doblé un poco mis piernas y coloqué el tratado sobre mi regazo. Despacio lo abrí, leyendo el peculiar nombre del autor, Arhsuash Delmifer. Lo primero que me llamó la atención era que no había mención de ninguna editorial, aparte de que estaba escrito a mano en letras rojas oscuras, algunas páginas estaban salpicadas de la extraña tinta. Antes de abrirse paso entre el desarrollo, había una frase entre comillas, que no pasada desapercibida en la primera lectura, sino que te hacía volver una y otra vez desde la primera letra.



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En el texto hay: fantasmas, medium, asesinos

Editado: 20.05.2018

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