Tantos locos -Cuentos cortos-

No eres cierto

El lugar estaba vacío a excepción de otras dos chicas, ya en traje de baño, y preparándose para salir.

        —Wow —dije extrañada—. ¿Tan tarde es?

        Una de las chicas salió sin responder, la otra me sonrió.

        —Ya son casi las tres —respondió mirando su reloj—, ya deben estar calentando —añadió mientras yo me cambiaba en uno de los cubículos.

        —Vaya —comenté, tratando de ajustarme el gorro de baño sobre mi cabello trenzado con prisas—. Oye...

        — ¿Sí? —contestó la chica.

        Suspiré aliviada, por un momento pensé que ya se había ido.

        — ¿Podrías excusarme con el entrenador? —pregunté mientras terminaba de ajustarme el traje—, no voy a tardar mucho, sólo tengo que guardar mis cosas.

        —Claro, ¿tu eres... ?

        —Diana —digo guardando mi ropa y casco en el bolso con prisa—. ¡Gracias!

        Abro la puerta del cubículo y

        —¡Alto!

        La escritora apartó sus manos del teclado del computador, cuando la joven de cabello rojo se le presentó como últimamente hacía.

        — ¿Ahora qué, Diana? —Sofía se reclinó en su silla y se acomodó los lentes, suspirando con hastío.

        — ¿Siempre llego tarde a mis prácticas? —preguntó Diana con impaciencia—. Si soy deportista, ¿no debería ser más puntual?

        Como si fuese un fantasma en la realidad de Sofía, Diana se paseaba flotando alrededor de ella mientras se quejaba. Sofía se conformaba con responderle lo que le convenía hasta que la dejara continuar.          El problema era que Diana ya le estaba agotando la paciencia.

        —Se supone, pero no lo eres—la creadora, resignada a haber perdido la concentración, se puso de pie para hablarle más de cerca—. Y, como nunca llegas a tiempo, tu entrenador te considera indisciplinada, por lo que te deja por fuera de la competencia y así el antagonista puede ganar —Diana sólo se alejó al otro lado de la habitación.

        Sofía le había explicado eso ya bastantes veces, pero Diana cada vez se mostraba más reacia a lo que su escritora quería de ella.

        —Pero, ¿por qué? —preguntó Diana con los brazos cruzados.

        —Porque necesito que así sea.

        —Yo creí que era la narradora, ¿eso no me hace la protagonista? —Diana gesticulaba con las manos y desesperaba a Sofía cada vez más—. ¿No debería competir y ganar?

        Sofía volvió a su silla y pasó sus manos por su rostro.

        —Sí y no. Eres la protagonista, pero no necesariamente porque lo narres —diciendo esto, Sofía levantó la mirada para encarar a Diana, quien no acababa de entender todo— . Igualmente no hay forma de que ganes, a menos que compitas —Diana la miró esperanzada, pero Sofía negó con una sonrisa—, cosa que no pasará.

        —Eres muy odiosa para ser mi creadora.

        Sofía asintió revisando lo que acababa de escribir, Diana ya le había quitado suficiente tiempo, ahora sólo se concentraría otra vez y tal vez ella la dejara en paz.

        —Y tú demasiado entrometida y rebelde para ser sólo un testigo de mi historia —contraatacó Sofía a la chica que sólo flotaba alrededor del cuarto vacío.

        — ¿Sabes?, siempre estás en esta habitación —reflexionó Diana—, eso no es muy normal.

        — ¿Y a ti qué te importa? —Sofía comenzaba a irritarse—. Sólo eres una parte de lo que escribo, ¡no eres real y no puedes hacer nada al respecto!

        Se volteó, pero no vio a Diana. Ahora Sofía volteaba de un lado a otro, se levantaba del suelo y buscaba el computador con desesperación. Volvía a estar en esa habitación vacía. Sin su silla, su computador y con esa horrible ropa.

        —¡Cállate!

        Sofía gritaba, sujetando su cabeza, tratando de hacer que esta molesta voz se detuviera.

        —¡Deja de verme! —gritó, mirando hacia arriba—. ¡Cállate, ya basta! ¡No eres nada! —se dejó caer y rebotó levemente en el suelo. Era blando, como todo en la habitación—. ¡No!, detente, ¡no eres mi narrador!




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