Daniel la detuvo a medio camino de su habitación, ¿cómo conocía a Marco?
—Espera, ¿de qué lo conoces? —esa situación no le convenía, así que comenzaba a desesperarse—. ¿Y cómo es eso de que te envió su ubicación?, ¿cuándo?
Laura se cruzó de brazos y suspiró. Hacía ya un año que Daniel no la veía, no sabía realmente qué pensar de la relación que pudiera tener con Marco.
—Marco es mi ex, Daniel. Salimos hace unos meses —frunció el ceño y negó con la cabeza—. Es complicado, sólo dime dónde está.
—No, yo quiero saber qué está pasando aquí.
Laura se quedó mirándolo un momento y luego cedió. Se sentaron y Daniel escuchó cómo ella se tomó un tiempo para recuperarse de su rompimiento. A ciencia cierta, ya no recordaba la razón, pero tampoco le preocupaba mucho. En todo caso, Laura le explicó cómo conoció a Marco y salió con él hasta que otras dos chicas la amenazaron y comenzaron a interferir en la relación. Como había aprendido de Daniel y como buena psicóloga que era, Laura supo manejar la situación a su favor y acordó con Diana y Lucía que se turnarían para pasar tres meses con el chico cada una.
—Bueno, anoche se terminaban los tres meses de Lucía, así que decidí llamar a Marco para saber cómo se encontraba —decía Laura con tranquilidad—. Pero no me contestó hasta esta mañana cuando me dijo algo de un bar y luego una casa con muchos espejos y fotos. También que no sabía dónde estaba.
—¿Y cómo supiste tú dónde estaba? —la interrogó Daniel, quien se había distraído la mayor parte del tiempo al tratar de acomodar un mechón de cabello rebelde.
—No sé por qué todavía me sorprende que no me prestes atención —replicó Laura con fastidio—. Te dije que me mandó su ubicación. Bueno, tuve que convencerlo, parecía desorientado y un poco...
Se calló repentinamente y se levantó de golpe del sofá. Daniel siguió su ejemplo y ambos vieron a Marco, mirándolos con desconcierto desde el pasillo. Estaba totalmente despeinado y sólo llevaba el pantalón y un zapato puestos; parecía también como si aún estuviera ebrio, pues se tambaleaba un poco cuando caminaba. Pero lo más estremecedor de la escena era la forma en que miraba a Laura.
—¿Entonces —balbuceó y tragó saliva—, es tu culpa?
—Marco espera, yo... —trató de excusarse Laura.
—¡Cállate! —Daniel se sobresaltó al escuchar al chico gritar—. Es tu culpa, ¿verdad? —volvió a insistir—. Contéstame, Laura.
—Yo...
En esos momentos Daniel no sabía si concentrarse en la disputa, o en cómo se le tensaban los músculos de la espalda y el abdomen desnudos a Marco. Definitivamente ese chico era hermoso. «Es hermoso», pensó «aunque parece alterarse muy fácil». Frunció el ceño, sumido en sus propios pensamientos mientras los otros dos discutían, era cierto que se había enojado demasiado rápido. Tenía sus razones, pero cada vez gritaba más fuerte. «Siempre puedo mirar el espejo de la pared», resolvió y se apartó un poco de la pelea, para admirarse en el espejo junto al jarrón de narcisos. «Perfecto», se dijo con una sonrisa. Se fijó en su nariz aguileña, sus labios delgados, sus ojos oscuros como pozos profundos y sus orejas ligeramente puntiagudas. «Simplemente perfecto».
—¡Daniel! —Laura lo haló, haciendo que tropezara hacia la discusión—. Dile.
Cuando miró a Marco este parecía esperar algo de su parte, pero no había escuchado nada y no sabía qué querían de él.
—¿Qué se supone que diga?
—Dile lo que pasó —insistió ella—, dile lo que hiciste con tus anteriores parejas, dile lo que le iba a pasar.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Ves? —reclamó Marco, pero Laura hizo un gesto para que esperara.
—Tú me dejaste tres días después de pasar la noche juntos, ni siquiera me prestabas atención o me diste una razón, sólo dijiste que no querías verme más. Y no tardaste ni una semana en acostarte con mi prima —la voz de Laura era demasiado aguda y su queja le sonaba tan infantil. Eran adultos, no entendía por qué le daba tanta importancia a algo tan pequeño y común—. Siempre haces lo mismo, encuentras a alguien que te distrae de tu propio egocentrismo y lo tomas como si fuese un objeto, para luego dejarlo en cuanto te cansas —y seguía hablando, ahora entendía por qué se había cansado de ella. Era muy hermosa, pero también intensa—. ¿O me vas a decir que todavía no encuentras un defecto en Marco?
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Editado: 01.03.2019