Taxiboy

CAPÍTULO 07

—Mi tiempo ahora es tuyo, así que, supongo que sí.
—Muy bien.
Me senté a su lado y antes de que se me pase este momento de valentía, decido soltar todo lo que tengo por decir al respecto.
—Iré directo al punto. Tengo un problema y quiero pagarte para me ayudes a solucionarlo.
Ahora que me escucho pronunciar lo que estaba en mi cabeza, sí sonó muy directo.
—¿Qué problema?
—Digamos que tengo un trauma pasado que me impide tener una vida sexual activa con mis parejas.
—¿Y yo cómo podría ayudarte?
—Eres un trabajador sexual, deberías tener al menos una idea.
—Tú lo dijiste, soy un trabajador sexual, no un terapeuta.
Abrí mi boca sin saber qué responder a eso. Efectivamente tiene razón, ¿cómo se supone que me ayude? Ni siquiera me detuve a analizar bien todo esto.
—Supongo que significa que no. En ese caso, lamento haberte hecho perder tu tiempo nuevamente.
Ahora me siento avergonzado. Muy avergonzado. Adiós al Charlie valiente de hace unos minutos.
—Nunca dije que no te ayudaría.
—¿Ah? —expreso confundido.
—Está bien, te ayudaré.
—¿En serio? —expresé extrañado. 
Asiente.
—Pero tienes que responder a todas mis inquietudes al respecto.
—Sí, sí, lo que sea. Sarah se emocionará cuando le cuente.
Siento como cuando era niño y me compraban un nuevo juguete. Estoy muy emocionado, esta podría ser mi posibilidad de tener una vida normal.
—¿Sarah?
—Mi mejor amiga, por cierto, tenemos que ponernos de acuerdo con los pagos antes.
—Vamos por parte. Primero hay algunas cosas que necesito saber.
—Ok.
—¿De dónde viene tu trauma? Es decir, ¿por qué crees que no puedes llegar a lo sexual con alguien?
Estoy seguro de que la emoción que había en mi rostro desapareció al escuchar esta pregunta. Sé que accedí a responder sus interrogantes, pero por mi mente no pasó que tendría que mencionar los hechos.
Sentí mi garganta cerrarse. No podía hablar, sentía una sensación de miedo dentro de mí y estoy seguro de que las lágrimas están mojando mis mejillas.
Steve colocó una de sus manos sobre las mías.
—Está bien. No tienes que responder si no estás listo. Te ayudaré, podemos ir despacio, ¿de acuerdo?
¿Por qué actúa como si me conociera? Como si entendiera por lo que estoy pasando, o es que, ¿dejo esa sensación de lástima en todos los que ven este lado de mí?
No quiero seguir sufriendo una y otra vez por lo mismo. Creo que diez años fueron suficientes, así que, hasta aquí.
—Está bien. Puedo manejarlo.
Respiré profundo e intenté devolver las lágrimas que estaban queriendo salir por mis ojos. Definitivamente no volveré a llorar por esto.
Me volví a llenar de valentía y comencé a relatar la raíz de mi trauma.

Mamá y papá solían tener un amigo muy cercano, más que un amigo, ya era un miembro más de la familia. Estaba en casa muy a menudo, tanto que mi hermanita y yo lo llamábamos tío.
Yo salí del clóset cuando tenía quince, fui un chico muy afortunado, no todos pueden hacer eso a esa edad y contar con el apoyo de ambos padres. Este amigo de la familia, estaba ahí en el momento que hice esta declaración, pues como dije, era un miembro más de la familia. En el momento en que me declaré gay, él dijo que debía irse porque tenía algunas cosas que hacer, sin embargo, me dio la impresión de que fue por lo que dije, más no le dimos importancia en ese momento.

Diez años antes… 


[Es un día lluvioso en la ciudad de Nueva York, es el mes de septiembre, así que, las tormentas están a la vuelta de la esquina por estos días. La ciudad está sumergida en un rotundo silencio, a excepción de las gotas de agua que caen produciendo una hermosa melodía en los alrededores.
En un día como este y a estas horas de la noche, tiene sentido suponer que todos están dormidos en sus casas, cubiertos con gruesas mantas para protegerse del frío, todos, excepto aquel adolescente que está siendo torturado por aquella bestia.
Hay una cabaña separada del resto de las viviendas, en su interior hay una bestia y un pequeño siervo que está a punto de ser devorado.
El siervo es un adolescente, la bestia, un hombre repugnante.
Aquella víctima se encuentra inconsciente, atado de brazos y piernas en un silla; cuando despierta comienza a forcejear, pero todo es en vano. Mira a sus alrededores, intentando descifrar en dónde está o si conoce el lugar, su respiración se vuelve más lenta cuando sus ojos llegan hasta un sillón rojo que se encuentra en la esquina del lugar, ahí donde la bestia está sentada.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —pregunta el joven.
Él conocía a aquella bestia; por más de una ocasión había comido en la mesa de su casa, se hacía llamar “un amigo de la familia”.
—Al fin despiertas, te he estado esperando por mucho tiempo —le responde la bestia mientras mueve sus pasos acercándose cada vez más al indefenso chico.
No se necesita de mucha inteligencia para conocer las intenciones del animal para con su presa.
Los sentimientos de pánico invadieron el cuerpo del ser que se encontraba atado cuando su victimario comenzó a desatar sus piernas. Asustado, no por el hecho de que estuviera siendo liberado, sino por lo que siguió después.
 Estando ya liberado fue arrastrado hasta aquel sillón rojo que había visto antes, luego de ser arrojado allí, sus brazos fueron atados nuevamente, el hombre dejó sus piernas libres para su conveniencia.
El animal comenzó a quitar las prendas que cubrían al adolescente de la cintura para abajo.
No habían dudas de lo que seguiría después.
—No lo hagas, por favor —suplica el chico con una voz temblorosa y con sus ojos siendo arropados por un líquido salado.
—¿No? Dijiste que esto te gustaba, que las chicas no eran lo tuyo, así que voy a mostrarte cómo se siente —declaró el ser despreciable.
El hombre comienza a quitarse el cinturón de forma apresurada, en un abrir y cerrar de ojos ya nada cubría su asquerosa hombría.
—Te lo suplico, no hagas esto.
El niño no pierde la esperanza de que la bestia se detenga. Él sigue suplicando entre lágrimas, pidiendo piedad a alguien que no tiene corazón.
La bestia tomó sus piernas y lo arrastró hacia él.
—Ahora verás cómo se siente —expresa el animal.
Ni los gritos, ni los forcejeos, ni las lágrimas…, nada…, absolutamente nada pudo detener a la bestia.
Sin cuidado, sin preparación previa, entró en el cuerpo del indefenso.
En ese momento el chico dejó de respirar durante unos segundos, por el dolor tan intenso que estaba sintiendo. Tanta fue su desesperación que poco después quedó inconsciente y no supo más de él.
En la mañana siguiente el niño abre sus ojos. Lo único que se escucha en el lugar son unas gotas de agua caer en lo que parece ser una tinaja. El joven deja salir un suspiro de alivio, pensando que todo había sido una pesadilla, pero el inmenso dolor en su espalda, el ardor en su agujero y las manchas de sangre en sus alrededores le hicieron volver a la cruda realidad]. 




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