Té de Hibisco

Dos nuevos vecinos

 

 

 

 

HUBO UN TIEMPO en que solía tener a la ciudad en la palma de su mano, pero un día su grupo se vio acorralado y no tuvo más opción que esconderse en este pequeño y ruidoso vecindario manejando una pacífica tienda de té.

Kev se tambaleó en medio de su aturdimiento y dio un paso adelante, persiguiendo una cascada de recuerdos que había encerrado durante años.

Solo quiero vivir una vida pacífica. Donde las únicas peleas sean porque a mí me gusta el té y a ti el café, ¿te interesa?

Entonces, se encontró chocando contra una pared humana y la imagen ante sus ojos se desdibujó de repente.

Donde vio unos hechizantes ojos verdes, ahora eran cafés oscuros.

En lugar del liso y llameante cabello rojo, ahora había un desorden de risos castaños.

¿Ella siempre fue tan pequeña?

¿Su cara era redonda o afilada?

Era…

Kev se dio cuenta de que ya no lo recordaba.

Parpadeó, y la ilusión desapareció por completo esta vez.

Justo en ese momento, una zapatilla rompió el aire y llegó volando para estrellarse directamente en el rostro de Mallory. Un segundo después, ella volvió a gritar:

—¡Oye!

Por unos segundos, Mallory parecía no saber si estar furioso o confundido y se frotó la cara.

Decidió estar muy enojado.

—¡¿Y tú quién demonios eres?! —Su voz tenía un sonido muy nasal.

—¡Ah! —gritó la joven como por inercia, y luego vaciló unos segundos, como si se esforzara por hablar—. ¡Ah!

Mallory volvió a quedarse atónito, sin saber qué decir.

—¿Ah? ¿Eres estúpida?

A pesar de su desconcierto inicial, Kev recuperó la compostura rápidamente. Aunque ahora sus reflejaban una mezcla de tristeza y resignación y observó a la joven con algo de curiosidad. Ella tenía los ojos abiertos de par en par, vigilantes y atentos a cualquier movimiento. Aunque era bastante obvio que estaba asustada, parecía dispuesta a usar todos sus zapatos contra Mallory y no retroceder un solo paso.

¿Este conejo blando en realidad lo estaba… defendiendo?

Kev casi sonrió.

Sin embargo, a pesar de los buenas que fuera sus intenciones, Mallory no iba sentirse conmovido y rendirse así como así. Solo logró atraer la atención del pequeño amigo completamente hacia ella.

Mallory comenzó a caminar en su dirección, con una expresión enfurecida en el rostro.

Probablemente, el pequeño amigo por fin dejó de estar confundido.

Kev suspiró, y estaba a punto de ir a terminar el asunto de una vez por todas, cuando de repente, se escuchó un llanto estridente:

—¡Waaaa! ¡No golpees a mi hermana! Waaaa…. No le pegues…

Detrás de la joven, un niño de unos siete u ocho años se aferraba a sus piernas, llorando a todo pulmón y con el rostro cubierto de lágrimas.

Una escena lamentable en verdad.

Mallory se detuvo de repente. Se veía completamente desarmado debido a la inesperada aparición del niño y con la mirada viajando entre esos dos, pareció vacilar otra vez.

—Yo no… no voy a pegarle —dijo malhumorado.

—Oye… —La joven acarició la pequeña cabeza que se asomaba por detrás de ella—. Oye.. ya, ya…

El pequeño llorón, aunque aún tembloroso, asintió lentamente antes de volver a esconderse detrás de las piernas de la joven.

Todo este escándalo finalmente hizo que la gente al otro lado de la calle no pudiera quedarse quieta por más tiempo y se acercaron para pararse en silencio detrás de la joven.

Miraban al pequeño amigo con ojos desafiantes y peligrosos.

Mallory, aunque todavía enojado, pareció tener una batalla mental entre la clara desventaja numérica y su orgullo antes de darse por vencido y retroceder unos pasos. Se giró para mirar a Kev un segundo, y este le dio su habitual expresión calmada, finalmente miró al montón de personas reunidas y soltó un chasquido para luego darse vuelta e irse.

—¡Ya verán! —gritó—. No te creas que esto queda así, lisiado.

Kev casi se echa a reír.

La joven soltó un claro suspiro de alivio al verlo alejarse y dejó su caja de zapatos en el suelo, entonces se acercó con el niño todavía aferrándose a su falda.

La gente detrás de ella también se dispersó en silencio.

—¿Está bien, señor? —preguntó el niño, sus grandes y brillantes ojos no mostraban indicio alguno de que hubiera estado llorando a mares hace solo un momento—. Ese señor parecía muy malo.

Kev permaneció en silencio, mirando con curiosidad entre los dos. El niño la había llamado «hermana», pero estos eran los hermanos que menos se parecían que Kev había visto en su vida. Además del cabello castaño, no compartían ningún otro rasgo.




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