002


 

Al volver tras mis pasos me encontré con varios compañeros que siempre se mantenían con esa expresión seria y fría, vistiendo siempre con un traje grisáceo y corbata rojo carmesí sobre una blanca camisa.

—Nathan—el sobrenombre que habían optado por ponerme—. ¿Has leído ya el nuevo caso que te fue asignado?

—No, lo olvide en mi escritorio, justamente iba a recogerlo.

Asintió para seguir con su camino, era tarde y todos regresaban a sus hogares, con sus familias.

Esto lograba bajarme el ánimo. No lograba llegar a comprender que motivos pudo tener para irse. Emma y Alicia, las culpables de mi mayor felicidad y mi mayor desgracia.

Cuando se elige a alguien se renuncia al resto. Elegí incorrectamente, corrí al lado equivocado y terminé alejándome de mí. Porque hasta el hombre más poderoso del mundo cae de rodillas ante la mujer que ama.

Creo que estoy saliendo del punto.

Abrí la puerta de mi despacho para ver que estaba en su mayoría oscuro, solo se iluminaba con la poca luz que entraba del exterior, no llegaba suficiente por encontrarse en el vigésimo quinto piso.

No hizo falta encender las luces, deje el maletín que llevaba en la mano derecha a un lado de la puerta. Caminé lentamente hacia mi escritorio, tomando aquel folder con mis manos. Tomé nuevamente el maletín y salí de allí.

Estaba en el ascensor cuando me entro una curiosidad por saber de qué se trataba el caso.

Al abrir cuidadosamente el folder, me encontré con la fotografía de una joven de 17 años con unos grandes ojos azules y cabello rubio.

No comprendía porqué habría de ser una criminal, ya que, si seguía leyendo encontraba todo lo relacionado con ella, desde sus visitas al nutriólogo, gimnasio, y otros lugares relacionados con la salud del cuerpo, hasta sus calificaciones, las cuales eran excelentes.

Al llegar al piso subterráneo, en donde estaba el estacionamiento, bajé del ascensor dirigiéndome a mi auto. Al subir, coloque en el asiento del copiloto mis pertenencias, y lo encendí.

El camino no era muy asombroso que digamos, siempre el mismo; semáforos, peatones, más autos. Siempre el tiempo aproximado, treinta minutos.

Cuando llegué al estacionamiento del edificio donde vivía; quince pisos, todos contando con balcones, paredes exteriores color rojo, pero ya no uno intenso sino uno más apagado. Noté que estaban vaciando el apartamento de al lado mío. Sería una noche larga después de todo.

Estacioné mi auto en mi lugar asignado, como siempre. Tomé mis cosas del asiento de un lado, y me dirigí al ascensor, no quería subir por las escaleras dado que vivía en el décimo piso.

Salí del ascensor, encontrándome con los vecinos que se iban, una pareja de ancianos que habían vivido aquí desde que yo llegue, tal vez más tiempo.

—John—todo el mundo me llamaba como quería, pero si eran personas cercanas, no me molestaba—. ¿Cómo te fue hoy, hijo?

—Bien, Selene, gracias por preguntar—aquella viejecita que cuando más necesitaba el apoyo de alguien ella estaba para apoyar y escuchar mis penas—. ¿Se van? ¿Por qué?

—Mi hijo, del que te hable alguna vez, nos compró una casa, a mi viejo y a mí—es cierto que alguna vez menciono tener un hijo, el cual se encontraba estudiando medicina, hasta donde yo sé, en Miami.

—Me alegro mucho, cualquier cosa, alguna emergencia, no duden en llamarme, se los debo—antes de conseguir el puesto que en ese tiempo tenía, pasé una situación complicada, y ellos me apoyaron, siempre.

—No nos debes nada, John ¿Cuántas veces tendré que repetirlo, muchacho?—como dije, los apreciaba demasiado. El señor Roberts siempre me dio consejos—, la vida se ha encargado de hacerte jugarretas pesadas y nosotros fuimos pilares de ayuda en ella.

Seguimos conversando un buen rato, hasta que mencioné que tenía trabajo, nos despedimos y entré a mi apartamento.

Encendí las luces, dejé sobre la mesa aquel folder que me causaba intriga. Iba a leerlo.