17 octubre 2010
Iván y yo jugábamos con una pelota, en el patio de mi casa.
Mi padre, junto a mi madre, nos miraba y reía cuando intentábamos darle la pelota a Amelie.
—Dale Iván, tírala —hable mientras, daba pasos hacia atrás.
Cuando me descuide, tropecé con mi pie y caí al césped.
Mi padre e Iván vinieron corriendo a ayudarme.
—¿Estas bien cariño? —preguntó mi padre, que, al igual que Iván, me miraba preocupado.
—Si papi, no me ha dolido —respondí poniéndome de pie y sonriéndole.
—Iván tus padres ya vinieron —comentó mi madre mientras se ponía de pie.
—Iván, no te vayas —hice un puchero.
—No te preocupes Rachelle, volveré mañana —y sin más se alejó dándome una sonrisa.