Te enseñaré a amar

Capítulo II

 

“Sus hermosos ojos brillaban a la luz del sol.

Y supe.

Que con una sola mirada de ellos,

Ya estaba perdido”

Sebastián Rushmore

 

Pasado

 

12 de Mayo de 1811

 

El joven de veinte años acababa de llegar de Cambridge. Había venido a visitar a su familia por unos días. Pero antes iba a dar un paseo por el centro para luego meterse de lleno con sus parientes. Pasar tiempo con ellos podía ser extenuante.

 

Deambulaba por las calles mientras iba perdido en sus pensamientos. Veía a la gente caminar y las damas con algún caballero y una carabina molesta atrás. Lo mismo de siempre. Londres se mantenía en sus perfectos ejes.

 

Golpeaba una piedra en el suelo y de momento se fue más lejos y él alzó la mirada para ver en donde había caído. Pero su atención se olvidó de eso, cuando la vio.

 

Era una joven preciosa. Ella reía de alguna cosa que dijo su criada y esa risa lo desarmó, quería escucharla reír siempre. Y ser el causante de esas risas. Quería darle todo sin importarle que su único premio fuera escuchar su risa. No deseaba que esta, se viera manchada por una mueca de tristeza.

 

Dio unos pasos y sin darse cuenta se acercó a ella porque quería estar más involucrado con la joven. Quería conocerla.

 

—Buenas tardes jóvenes. —Dijo al verlas.

 

 

 

La chica estaba nerviosa cuando lo vio. Era un joven muy guapo que les saludaba. Ella ya lo había notado cuando lo vio caminar con un paso seguro. Como si todo en la vida era perfecto porque él existía. Era muy diferente a los jóvenes que conocía. Tenía los ojos azules y el cabello rubio oscuro. Sin duda todo un galán. No parecía mayor que ella tres o cuatro años a lo mucho.

 

Le temblaba la mano antes de responder. —Buenas tardes señor. —devolvió el saludo nerviosa. No sabía cómo esas palabras salieron de su boca. Parecía que acababa de darle una apoplejía.

 

—Me encantaría saber su nombre. —dijo el muchacho sonriendo, le mostró una sonrisa con un hoyuelo en su comisura izquierda, lo que le daba un aspecto de joven vivaracho. Era todo un galán.

 

—Harmony. —tomó aire antes de hablar de nuevo. — ¿Y el suyo? —de nuevo, no supo cómo pudo articular palabras.

 

Él volvió a sonreír y a ella ya le estaba afectando su sonrisa. Percibía algo en su estómago que jamás había sentido. —Hermoso nombre Armonía. —Dijo su nombre en la traducción al español. —Mi nombre es Sebastián. —vio hacia el cielo y luego enfocó su vista de nuevo en ella. — ¿Sería tan amable de acompañar a este humilde súbdito, a dar un paseo?

 

Ella sonrió y ya sabía que su día había mejorado en un completo cien por cien. Definitivamente, esa joven era especial.

 

Esperaba su respuesta con ansias. Le rompería el corazón, el que ella dijera que no.

 

—Me encantaría. —Contestó Harmony y Sebastián detalló sus ojos por primera vez. Estos brillaban y eran de color ámbar. Como el color del whisky. Del buen Whisky. Pero lo que más le encantó fue el hecho de que ella dijo que sí.

 

Colocó su codo en un ángulo de modo que ella, lo encajara con el suyo. Y cuando lo hizo. Estaba al tanto que esa era la mujer de su vida. La corriente de energía que pasó, fue increíble. Estaba en problemas. Porque sabía que ya su corazón, le pertenecía a ella.



#915 en Novela romántica
#317 en Otros
#45 en Novela histórica

En el texto hay: poesia, amor

Editado: 25.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.