Te enseñaré a amar

Capítulo IV

 

“La miré y ella me devolvió la mirada.

La besé y ella se fundió en mi alma.

Me enamoré de ella y perdí”

Sebastián Rushmore

 

Pasado

 

Harmony estaba junto con su madre, hablando con la anfitriona de la velada. Era la marquesa de Greenplace y esta era conocida por sus grandes malas ideas. La de esta noche era pensar que sus dos hijas tenían un buen oído musical. Bueno tal vez creían que se escuchaba bien porque a lo mejor ya habían perdido el sentido de la audición por completo. Porque hasta un loro desafinado cantaba mejor que el chirrido que emergía del arpa de la hija mayor. Entre las dos opciones lo más probable es que fuera la segunda. Habían perdido la audición.

 

Ella estaba mirando por los alrededores con un nudo en el estómago. Esta era su primera temporada matrimonial. Y aún seguía nerviosa por lo que ello acarreaba. No estaba preparada para casarse. Se sentía aun muy joven para hacerlo. Quería disfrutar de unos años más de soltería. No obstante ella sabía que era imposible. Su padre no descansaría hasta verla enlazada con algún noble. Y aunque quería formar una familia, por los momentos, no se encontraba en sus planes.

 

Lo más que no le gustaba de la época casadera, es que con ello se llevaba consigo, el hecho de que la mayoría de los matrimonios, no eran por amor. Todos ellos son a base de la conveniencia. En ese mundo, el amor no entraba en los planes. Era un beneficio que pocos matrimonios poseían.

 

Dejó a su madre conversando y dio un paseo por el salón, pero nada le llamó la atención. Todo permanecia igual.

 

Ella se devolvió junto a su progenitora y trató de seguir la conversación, pero era un tanto difícil, porque no le parecía de lo más interesante. Estaba cansada de esos diálogos sobre el tiempo.

 

Vio a sus zapatos y de momento todo quedó en silencio, luego se escucharon un coro de voces y alzó la mirada. Ahí se encontraba una de las mujeres más bellas que había visto. Poseía un cabello rubio platinado y unos ojos grises preciosos. Ella y su cabello marrón no eran nada comparada con la dama que tenía al frente.

 

—Lady Rushmore, es un placer que haya venido a nuestra velada. —Dijo la marquesa de Greenplace. Sabía que era la Duquesa de Sutherland y por eso era toda la parafernalia del saludo.

 

Luego de todas las presentaciones hubo un movimiento que desenfocó su atención de la mujer.

 

—No. El placer es mío de poder estar aquí. —expresó la duquesa ella dio una mirada hacia atrás. —Mi hijo menor ha decidido hoy acompañarme.

 

Y en ese instante lo vio.

 

Ahí estaba Sebastián, el joven del paseo.

 

Quien pensó que jamás volvería a ver.

 

Estaba muy hermoso con su traje negro de noche. Y con ese aire de confianza en sí mismo que exudaba de él.

 

En su estómago comenzó a sentir la sensación más rara que había tenido en su vida. Era como si todo se moviera dentro de ella.

 

Él la miró y ella creyó que el mundo desaparecía a su alrededor, le sonrió y pensó que se iba a desmayar.

 

Comenzó a presentarse y luego estuvo al frente de ella.

 

—Mi nombre es Sebastián Rushmore. Es un gusto conocerla. —Era extraño que se presentaran de nuevo. Pero era para guardar las apariencias.

 

Él tomó la mano enguantada de ella y le dio un suave beso como lo había hecho con las otras damas. Pero apreció que su cuerpo, había tomado vida con ese roce.

 

—Encantada. —respondió con tiento, pues no sabía cómo hablaría. De momento hacia el ridículo porque estaba muy nerviosa.

 



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En el texto hay: poesia, amor

Editado: 25.05.2018

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