Te enseñaré a amar

Capítulo XXVI

“Perdóname amor mío,

Perdóname por no ser el hombre que mereces.

Por hacerte sufrir.

Por ser la peor basura.

Porque aunque prometí no dañarte, lo hice.

Dañé tu corazón.

Rompí tu alma y me dejaste de amar.

Y aunque no lo merezca.

Perdóname.”

 

Las lágrimas era algo que Harmony había intentado con toda su alma reprimir. No obstante fue imposible. Ya que estas corrían de sus ojos como cuencas de un río.

 

Necesitaba llorar. Limpiarse el alma.

 

Odiaba todo en lo que se había convertido su vida. Sebastián la amaba, la amaba en serio. Y su padre se encargó de destruir todo ese amor. ¿Por qué su padre la odiaba tanto? Era un maldito.

 

Los sollozos salían de su garganta. No le importaba que Sebastián le escuchara. Necesitaba drenar todo para si algún día, llenarse de alegrías.

 

Podía haber sido la mujer más feliz al lado de Sebastián, porque aunque le dolía que la hubiera traicionado, conocía el dolor y lo que podía hacer. Sabía que él no la hubiera abandonado así sin más. Su alma se rompió cuando lo vio al lado de aquella mujer, pero había tenido un motivo. Era por despecho. Él pensó que ella era la infiel. No podía seguir tratando de auto-convencerse de que era el malo del cuento, sabiendo todas las cosas buenas que estaba haciendo por ella. La cara de preocupación que veía cada vez que a ella le pasaba algo. Su deseo de protegerla.

 

Aunque trataba de meterse en la cabeza que todo lo que le había contado era mentira, que era para justificar sus faltas, sabía que se engañaba, porque Sebastián siempre fue un hombre noble y de buenos sentimientos. Que su mayor desgracia había sido amarla.

 

Lloró como si hubiera perdido algo, bueno si lo había hecho. Perdió diez años valiosos al lado del hombre que amaba. Porque lo amaba, sabía que no hubiera podido entregarse de nuevo a él, si no hubiera algún sentimiento de por medio. Ese hombre era el dueño de su ser. No podía mentirse, porque su amor por él, sería para toda la vida.

 

Sin embargo él tampoco se había portado de la mejor forma. Pero sabía que era simplemente una marioneta más, de Frederick Woodland. El gran duque de Rochester.

 

Odiaba a su padre, con cada fibra de su ser. Le arrebató su felicidad de un solo tajo. ¿Por qué era tan cruel?

 

Sebastián merecía que lo amaran, también lo había dañado a él. Ese hombre tierno y de buenos sentimientos que más de una vez le entregó su corazón.

 

“¿Sabes que eres la primera mujer con quien hago el amor?”

 

Se acordó de esa frase que le había enamorado mucho más de él. Él la había engañado después de eso. Y olvidó esa conversación, pues pensaba que era un ardid más para conseguir lo que quería. Pero recordó el nerviosismo con que la trató, como le temblaban las manos y el miedo de dañarla que se veía en sus ojos cuando la hizo suya. Ese día ambos se habían convertido en adultos completamente. Ese día se marcaron para siempre.

 

***

 

Escuchar a Harmony llorar, lo desgarró. Sentía el peso de sus lágrimas en su ser. Aun no podía creer que ella era inocente. No necesitaba pruebas, el concebir su dolor fue prueba suficiente para saber que ella no era culpable. Era una víctima.

 

La amaba. Por Dios que la amaba. Con cada latir de su corazón, con cada uno de los poros de su piel. Y entendería si no lo perdonaba. Ella confió en él, y la dañó.

 

Pero no se daría por vencido, todo se podía en esta vida. Ella quizá no confiaría suficiente en él, pero trataría de que lo odiase menos, para hacer de su matrimonio un mejor tratado.

 

Cuando hicieron el amor, no podía profesar la emoción, de tenerla de nuevo entre sus brazos. De estar unido a ella de esa manera tan sagrada. Tan especial. Y cuando vio, que se aferró a él y se durmió en sus brazos, fue lo más hermoso que había pasado en su vida, en tanto tiempo.



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En el texto hay: poesia, amor

Editado: 25.05.2018

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