T R E S
Auto de Escape
Lo malo de ser hija única, era sentir el vacío en mi casa. Y me tenía que desahogar hablando sola frente al espejo de mi habitación. ¡Qué día tan agotador! Con la escuela y la visita sorpresa de Damon, me sentía aturdida. Nunca había estado en una situación así, Damon me había puesto en una encrucijada que necesitaba superar y enfrentar.
Fijé mis ojos en el espejo, mis ojos marrones buscaban algo en mí, buscando una respuesta. Jalé mis cabellos negros e inhalé una gran bocanada de aire. ¿Qué había visto él en mí? Si, me consideraba linda pero mi belleza era tan común como otras. Mi nariz no era muy grande, mis cejas pobladas encajaban con la forma redonda de mi cara y mi cuerpo era tan común en el formato común de cuerpos de adolescentes. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Aceptar su cita? ¿Por llamada o mensaje de texto? Y de algún modo me negaba a pedir consejo a mis amigas. Sabía que la experiencia de Karla podría aconsejarme pero me estaba haciendo un nudo, no quería que nadie se enterara de lo que acaba de pasar. Sara no había salido con suficientes chicos para ayudarme a pensar, pero el problema era yo. Nunca había salido con alguien en mi vida, y los nervios me estaban atacando.
Me lancé sobre mi cama y abracé mi almohada. Mi casa estaba vacía, mis padres habían salido de emergencia y las únicas personas que cuidaban de mí era el servicio doméstico de la casa y no les tenía confianza, ya que no sería la primera vez que me delatan en una de mis travesuras. Tenía dos opciones, estudiar para los exámenes de la semana entrante, o tomar una decisión sobre la cita con Damon.
Tras varias batallas mentales decidí optar por la primera. Así que de mala gana saqué mi laptop y mis libros para empezar la tortura a mi gusto. Conecté mi iPod a mi parlante por Bluetooth y traté de concentrarme lo máximo posible.
Y sí, si pude.
Tras varias horas de ardua conexión y concentración con mis libros, bajé a cenar. El comedor estaba desolado, y no había más bulla que mi respiración. Aun estando mis padres en casa sería igual, aunque mi madre disfruta de poner música y las noticias a todo volumen por toda la casa. Mi padre prefiere encerrarse en su despacho a trabajar después de un largo día en la oficina. Probé el risotto con champiñones y bebí un poco de Coca-Cola, porque la pasta no se fusiona muy bien con agua en mi estómago. Aunque un vino no hubiera estado mal...
Tomé mi celular, recuerdo que al agendar su número revisé cuatro veces que estuviera bien escrito. Me mordí los labios sabiendo que no debía hacerlo. Pero el llamado de la experiencia me llamó primero a mí. Me decía que no había nada de malo en dar oportunidades, en arriesgarse. Había escuchado que no era necesario que ambas partes se gustaran para tener una cita, al final la cita diría si es posible dar el siguiente paso o no. Dejé el tenedor a un lado y lo llamé. Tenía que aventurarme a lo desconocido de una vez por todas.
Eres una adolescente que quiere sentir emociones, hazlo.
La soledad te está matando.
Vive, ten tu propia historia. Una que contar cuando envejezcas.
Mi conciencia tenía razón, quería sentir chispas, mariposas en mi estómago, perder la razón por alguien. Deseaba sentirme perdida y sin duda Damon podría darme eso que andaba buscando. Bueno, tal vez si o tal vez no. El destino lo diría después.
Tras varios repiques él no atendió, ¿destino? Quizás. El lado tímido de mi conciencia se sentía aliviado, pero el lado salvaje quería que le volviera a llamar, pero soy orgullosa. Jamás lo haría. Y una vez había bastado, era una señal de dar retirada.
Hormonas, a calmarse, por favor.
Continué cenando tranquilamente hasta que mi iPhone comenzó a vibrar. Era él y pedía una videollamada.
Carajo.
Tragué rápidamente el bocado que tenía en la boca y bebí un poco de soda. Por inercia me deshice de mi moño y arreglé mi cabello en un santiamén, luego contesté. Arriesgándome a lo que pudiera suceder.
En mi pantalla apareció un Damon con el cabello mojado, con ciertas gotas danzando sobre su frente y con las mejillas rosadas. Se miraba tan atractivo, que tuve que tomar de mi soda para disimular mi repentino asombro. Sonrió sin mostrar sus dientes y pude darme cuenta que sus hoyuelos eran muy sensuales.
— Sabía que ibas a llamar. Sabía que eras tú. — dijo con una voz tranquila.
— ¿Así? ¿Cómo? ¿Ves a caso el futuro?
— Prometiste que ibas a hacerlo.
— Es verdad, no me gusta romper promesas.
— Yo tampoco, tenemos algo en común... Acabo de tomar una ducha, disculpa mi aspecto.
— Está bien, solo dime que no estás en toalla, no te quiero incomodar. Y no quiero ver cosas incómodas que me incomoden luego.
— No estoy en toalla si te complace, pero estoy completamente desnudo.
— Pues vístete — dije conteniendo el oxígeno en mis pulmones — no quiero ver tus vergüenzas.
— ¿Segura que no quieres dar un vistazo? — dijo riéndose.
— ¡Damon! — chillé y su risa se transformó en carcajada. Probablemente se rio de mi rostro asustado.
— Bien, tu ganas. Me pondré algo decente, no te quiero incomodar.
— ¿Cómo si no lo hubieras hecho ya?
Dejó su teléfono con su cámara apuntando hacia el techo. Así que aproveché a subir a mi habitación por si alguien se atrevía a espiarme. Encendí mi lámpara de noche de Scooby Doo que tenía en mi mesita de noche para tener más claridad. Damon regresó minutos después.
— Listo, dime. ¿Pensaste en lo que quedamos hoy?
Asentí insegura.
— Sigues teniendo dudas ¿Cierto?