La palabra nervioso o nerviosa es difícil de darle un concepto en sí, muchos dirían que es una sensación que se experimenta cuando nuestro cuerpo empieza a tener diversas reacciones físicas ante ciertas situaciones de nuestra vida cotidiana; otro la definirían como un sentimiento de nervios provocados ante eventos estresantes o ansiosos y por supuesto, no faltaría un significado médico que sería a través de los impulsos nerviosos que están ubicados exactamente en el sistema nervioso central el cual forma estas estructuras conductoras de nervios que logran que el mismo ser humano pueda tener palpitaciones agitadas, sudoración, dilatación de pupilas, dificultades de conciliar el sueño, pánico, etc.
En este caso, estoy sufriendo diversas clases de nerviosismo el cual puede ir desde una positiva hasta una negativa, sé que cualquiera diría que como es posible que haya nervios buenos cuando la mayor parte de ellos suelen manifestarse en malas ocasiones de las que muchas veces odiamos que nos sintamos como si estuviéramos bajo presión o a punto de morir.
Un ejemplo claro de ello es este momento en que estoy sufriendo ansiedad por mi nerviosismo, una parte de ello me hace sentir bien al saber que por fin ha llegado el día en que expondré con varios padres de ciertos alumnos que cite acerca de las condiciones académicas en que se encuentran sus hijos, pero antes de todo, Jazmín será la primera en darles una breve psicoeducación sobre los problemas intelectuales que han presentados estos niños y jóvenes a fin de que luego, sea yo la que proponga dicho plan de trabajo para emplear un propósito que luego deberá convertirse en un logro con el paso de tiempo, no sólo para mejorar la calidad de vida de estos estudiantes sino que también en darles oportunidades que otros creen que no tendrán en un futuro al ser excepcionales.
Las manos me tiemblan y el corazón no deja de palpitar de forma acelerada como si acabara de terminar de correr en un maratón, es aquí, en donde se presenta mi nerviosismo negativo. Ese que me quita el aliento y las esperanzas sobre que todo estará bien a punto de que los padres no se nieguen a querer cooperar en el proceso académico en sus hijos e hijas; a estas alturas debería sentirme confiada y agradecida de que todos se hayan presentado sin haber pensado que lo que se está hablando hoy es una pérdida de tiempo, no obstante, aún no ha llegado a presentarse el momento adecuado en que todos no se esperaran que sus hijos tendrán que pasar primero por una prueba psicológica educativa para determinar de una sola vez, la condición y el problema intelectual que tienen a fin de diseñar el tratamiento con el que se guiarán paso a paso en los próximos meses.
Escucho como Jazmín les explica a los padres acerca de problemas del rendimiento académico, de las discapacidades intelectuales, de los síntomas como conflictos sociales y/o emocionales que se llegan a presentar con el tiempo y sin dudarlo, de la gravedad del asunto si no se trata. Ella muestra un determinismo y habilidad cautivadora para llamar la atención de los veintiocho adultos que se encuentran al frente de ella, todos han guardado silencio y hasta el momento no le han hecho ni una pregunta; me doy cuenta lo preparada que ella se encontraba en dicho momento, tanto que, la envidio al ver que ella se mantiene firme y segura con cada palabra que sale de su boca.
Intento calmarle porque no quiero cometer la desfachatez de equivocarme cuando sea la siguiente en hablar, ya me he dado cuenta en los últimos días que al ponerme nerviosa empiezo a tartamudear y no necesariamente por el dichoso nerviosismo que se encuentra invadiendo mi cuerpo, sino más bien, porque mi dislexia aparece en momentos inoportunos en los que tengo que mostrar esa faceta cordial y profesional como en esta ocasión.
Tomo suficiente aire para eliminar la tensión de mi cuerpo, sobre todo, de mis hombros los cuales están tensos y duros. Si mi propia madre supiera de ello no dudo que de inmediato luego de la exposición de mi plan de trabajo, trataría de llegarme a un Spa para contralar este estrés, pero últimamente, eso no ocurrirá, al menos en los próximos meses que me quede acá esperando que todo salga bien con mi trabajo y también, con mi camioneta.
—Estos trípticos te han quedado estupendo —me doy la vuelta al escuchar la voz de Yogy.
—Espero que no me mientas, que tengo la sensación que los llene mucho de información y eso solo causa aburrimiento —digo observando el tríptico que tengo en mi mano.
—No estoy mintiendo, Amy. —Intenta calmarme. —Me parece que te ha quedado muy bien y más porque la información es de ayuda —sigue observando con detenimiento el tríptico sobre el tema de las discapacidades intelectuales.
Al menos me sirvió de ayuda recuperar uno de los trípticos que elabore para una junta de padres de familia de un instituto privado en donde di una charla hace un año; menos mal que el PDF lo mantuve guardado en Google Drive porque eso ayudó a que pudiera descargarlo sin complicaciones, ya que si lo hubiera tenido en mi laptop eso hubiera causado en tener que hacer uno nuevo cuando no regresaría a mi casa para obtenerlo.
—Te irá muy bien, no te preocupes. —Yogy abre sus brazos para que lo abrace.
Recibo su abrazo como un regalo de fortaleza ante este momento crucial que no sólo me llevaré una nueva experiencia de ello, sino que también, llegará a cambiar la vida de muchos padres quienes siguen sin saber cómo su hijo o hija no alcanza a mantener una calificación promedio a su edad o que no pueda cumplir sus responsabilidades académicas adecuadas señalándolos como niños o adolescentes perezosos o rebeldes.